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Opinión

Cuando el huevo de la serpiente germina en la universidad

La Universidad de Barcelona anula un acto de SCC por no poder garantizar la seguridad

En la fachada de la Universidad de Barcelona puede leerse “Soy reflexión. Soy diálogo. Soy la Universidad. Debates UB: Cataluña y España”. Ahí caben todo tipo de discusiones, siempre que sean separatistas. Homenajear a Miguel de Cervantes, no.

Métodos de intimidación nazis

La triste noticia del boicot agresivo por parte de los CDR a un acto convocado por Societat Civil en homenaje a la figura del enorme Miguel de Cervantes ha saltado a todos los medios de comunicación. Los CDR, capitaneados por Fredy Bentanachs, ex Terra Lliure, obligaron a suspender dicho evento. El rector dijo que no podía garantizar la seguridad de los asistentes, que no quería dejar entrar a la fuerza pública, y que lo mejor era que se marchasen a sus casas. Finalmente, algunos Mossos de paisano, junto con voluntarios de Societat Civil y personal de seguridad de la universidad, formaron un cordón para que la gente pudiese abandonar el recinto sin verse arrollada por la turba. Ese es la reflexión y el diálogo que imperan en el mundo universitario catalán. Por una parte, la agresión cada vez más violenta de los separatistas hacia los que no lo son; por otro, la espantosa inhibición de las autoridades universitarias que deberían preservar aquellos muros como templos del saber, del debate y de la democracia.

El rector, quizá sin pretenderlo, evidenciaba su manera de pensar al decir, ante la demanda de presencia policial por parte de los organizadores, que no quería “pasar la línea roja”. Evidentemente, a ver quién es el guapo que se manifiesta abiertamente contra los grupos violentos, exponiéndote a que te critiquen. Lo mismo sucedió hace poco en la Universidad Autónoma de Bellaterra, cuando jóvenes, también de Societat Civil Catalana, fueron agredidos violentamente con palos por elementos encapuchados, impidiéndoles repartir propaganda de la asociación. Lo mismo, reiteramos, que en la autodenominada “huelga de país”, en la que grupos de los CDR enmascarados iban aula por aula, amenazando a los estudiantes para que abandonasen las salas y se fueran a sus casas. Lo mismo, reiteramos más, que en los campus y cafeterías universitarias, cuando separatistas intimidatorios se pasean por las mesas exigiendo a los estudiantes – ojito, e incluso a profesores - que firmen tal o cual manifiesto en favor de los “presos políticos” o los “exiliados”.

Ya en el año 1999, estudiantes separatistas pertenecientes al Bloc d’Estudiants Independentistas y a Alternativa Estel impidieron una conferencia de Jon Juaristi y Aleix Vidal-Quadras en la Facultad de Filosofía y Letras

El huevo de la serpiente ha estado incubándose durante muchos años en Cataluña, y ahora ha eclosionado. Ya en el año 1999, estudiantes separatistas pertenecientes al Bloc d’Estudiants Independentistas y a Alternativa Estel impidieron una conferencia de Jon Juaristi y Aleix Vidal-Quadras en la Facultad de Filosofía y Letras. Se acusó por aquel entonces a la autoridad universitaria de pasividad y de tolerar a aquellos grupos. El rectorado de entonces, al menos, hizo pública una nota de condena. Pero ahora, el supremacismo es amo y señor de las facultades catalanas y decide qué se puede y que no celebrar en aquellos lugares. Al grito terriblemente pervertido de “Fuera fascistas de la universidad”, los émulos de Goebbels se lanzan cual jauría desatada contra todo lo que huela a discrepancia, a constitucionalismo, a España. Son dignos herederos de aquella asociación de estudiantes nacionalsocialista que criticaba severamente a los catedráticos y estudiantes que no comulgaban con la esvástica, acusándolos de Wissensbereicherung, que, traducido más o menos, define a los que solo están en la universidad para adquirir de manera egoísta conocimientos, sin entender que la adhesión al Volk y al Führer tienen mayor importancia. Cabe recordar que en 1931, es decir, tres años antes de que Hitler tomase el poder, el sesenta por ciento de inscritos en las diversas facultades apoyaba a la asociación nazi de universitarios, mientras que entre la población Hitler solo contaba con la mitad de ese porcentaje. El mundo universitario ha sido siempre proclive a tragarse los cantos de sirena orquestados por los demagogos. No parece que la cosa haya cambiado.

Si hubieran dicho que Cervantes era catalán no hubiese habido problema

Existen fotografías del Paraninfo de la Universidad de Barcelona ominosamente dominado por una enorme bandera nazi. Presidían la sala sendos bustos de Hitler y Franco. Todo ello, con motivo de la Exposición del Libro Alemán, con tres mil ejemplares exhibidos. Lean el magnífico y turbador libro “Nazis a Barcelona. L’esplendor feixista de postguerra (1939-1945)”, de Mireia Capdevila y Francesc Vilanova, y verán como los nazis encontraron en aquella Barcelona un estupendo lugar de acogida.

El separatismo siempre ha hecho de la universidad, como todas las ideologías totalitarias, un objetivo prioritario. De las batallas que tuvieron lugar en la década de los ochenta entre la FENEC y la AJEC, sindicatos estudiantiles convergente y socialista respectivamente, en la que todo lo que no fuera pujolismo se menospreciaba y ya no digamos cualquier cosa que oliera a español, hemos llegado a ahora.

Si eso sucede en las más cosmopolitas facultades barcelonesas, excuso decir lo que acontece en Girona, en Lleida, en Tarragona, en Vic.

Muchísimos profesores también comulgan con el ideario separatista, en mayor o menor medida, pero no hay día en que no aparezca un enorme número de ellos portando ostensiblemente el lazi amarillo. Añadamos que algunos lo llevan para evitarse problemas, tanto con sus alumnos como con sus superiores. Ya no puedes ejercer libremente la libertad de cátedra si te metes en honduras, no puedes hablar libremente si no estás con el separatismo, no estás seguro de no encontrarte las ruedas de tu coche pinchadas o pintadas en tu domicilio si te enfrentas a esta gente.

Si eso sucede en las más cosmopolitas facultades barcelonesas, excuso decir lo que acontece en Girona, en Lleida, en Tarragona, en Vic. El separatismo ejerce con mano de hierro su control en estas instituciones, sabedor de que está formando generaciones de individuos que aceptarán los falsos dogmas sin pestañear. Se trata de erradicar el pensamiento crítico y de que sea normal aceptar, por vía de ejemplo, que Cervantes se llamaba Sirvent, era valenciano y, por tanto, catalán. Sería de risa si no fuera porque lo que esconde este incremento del totalitarismo separatista es un problema no solo intelectual o educativo, sino de higiene democrática.

¿Quieren saber lo que hay que hacer para triunfar académicamente ahora? Al azar, un ciclo de debates que se publicita en la Universidad de Barcelona, la Central, la de la plaza Universidad. Título “¿Por qué Cataluña y España?”. Debates: “El conflicto catalán”, “Reflexión histórica alrededor de unas relaciones complejas”, “El modelo de escuela catalana”, “Lengua e identidad” y no sigo, porque el resto va de lo mismo.

De los participantes que forman parte del mundo académico me guardaré de opinar, porque deben saber mucho más que un servidor, cosa, por cierto, no excesivamente difícil, pero es llamativo como todos participan del proceso separatista en mayor o menor grado. Dicho de otro modo, no hay nadie que defienda a España de manera clara y contundente, ni su orden constitucional. La guinda del pastel es que el primer debate, el que se pregunta los porqué de España y Cataluña, como si fuesen cosas distintas, lo modera Xavier Grasset, presentador del programa de TV3 “Més 324”, un panfleto al servicio de la independencia terriblemente tendencioso, plúmbeo y, por ende, de factura profesionalmente ínfima.

Ése es el diálogo que gusta en la universidad tomada por la estelada, la que arroja de sus salas a los discrepantes. Aunque solo sea para glosar a aquel coloso de las letras que calificaba a Barcelona como archivo de cortesía. Si levantase la cabeza, el bravo soldado que se batió el cobre en la batalla de Lepanto, perdiendo en ella un brazo, arremetería contra esta tropa, cual Quijote contra los molinos de viento.

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