Opinión

Los griegos y la vacuna contra el socialismo

Seguidores del líder conservador Nueva Democracia
Seguidores del partido conservador Nueva Democracia EFE

Los griegos se vacunaron el domingo de socialismo. Contra el virus del socialismo, esa ideología que promete a la gente vivir mayoritariamente de las ayudas del Estado sin necesidad de echarle a la vida algo de talento, un buen puñado de ganas, grandes dosis de trabajo duro, y la liberadora asunción emocional de éxitos y fracasos sin posibilidad de endiñárselos al vecino de enfrente. Eso que se llama responsabilidad personal. Fue la escritora y filósofa ruso americana Ayn Rand quien, en traducción libre, vino a decir más o menos que “Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado, otra tuvo que hacerlo por ella sin cobrarlo. Un gobierno no puede dar nada a nadie a menos que antes se lo haya quitado a alguien, de modo que cuando el 50% de la gente llega a la conclusión de que no tiene que trabajar porque el otro 50% está obligado a correr con la cuenta, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena intentarlo siquiera porque el Gobierno se encargará de robarle lo logrado con su esfuerzo, entonces el fin de una nación está cerca”. 

Grecia estuvo en un tris de irse por el desagüe por culpa de Gobiernos de extrema izquierda, los Tsipras de turno, gente convencida de que la misión de todo Gobierno “progresista” que se precie es la de tirar del gasto público como si no hubiera un mañana, porque para eso están los mercados financieros y, total, la deuda pública no se paga, no se va a pagar nunca, dicen los hermanos Garzón, porque los banqueros, los dueños de los mercados de capitales, son tan tontos o tan buenos, tan cortitos, que se conforman con cobrar los intereses, de modo que un país puede ir engordando sine die la bola de nieve de su endeudamiento sin que pase nada. Pasó. Grecia se vio obligada a pedir hasta tres rescates por importe total de 280.000 millones, después de haber puesto a Bruselas, al FMI y al Banco Mundial a caer de un burro, haber desafiado al lucero del alba y haberse comportado con la arrogante soberbia propia de los Varoufakis, los Dr. Sánchez de este perro mundo, tres rescates que evitaron el desastre durante una década que alcanzó su momento crítico en 2015, y del que Atenas apenas se ha recuperado el verano pasado saliendo del régimen draconiano sobre controles del gasto que le impusieron sus acreedores internacionales.

Las consecuencias de las políticas irresponsables de los Gobiernos manirrotos resultaron devastadoras para el pueblo griego, en particular para las clases más humildes que son las que suelen pagar los platos rotos de los populismos de izquierdas

Las consecuencias de las políticas irresponsables de los Gobiernos manirrotos resultaron devastadoras para el pueblo griego, en particular para las clases más humildes que son las que suelen pagar los platos rotos de los populismos de izquierdas. El PIB griego se contrajo en un 25% y las tasas de paro se dispararon hasta el 27,5%, el 58% en el caso de los jóvenes menores 25 años. La sociedad helena en su conjunto perdió el 40% de su riqueza solo en los cinco años que van de 2008 a 2013. En 2014, la renta familiar disponible se había hundido por debajo de los niveles de 2003. Víctimas de un desempleo galopante, muchos hogares lograron apenas sobrevivir tirando de las pensiones que cobraban los miembros jubilados de la familia. La tragedia llegó cuando el gobierno izquierdista se vio obligado a aplicar una serie de recortes a las mismas –oído cocina, demagogo señor Escrivá- que las dejaron temblando, al punto de que casi el 50% de los jubilados vieron su pensión reducida a niveles situados por debajo del umbral de pobreza, con hasta 4 millones de griegos, más de un tercio de la población, en riesgo de pobreza extrema o exclusión social.

Más de 120.000 profesionales, incluidos médicos, ingenieros e investigadores, habían abandonado el país en lo que constituyó una dramática fuga de talento que aún hoy amenaza con hipotecar su futuro

Naturalmente, los más inteligentes, los mejor preparados, los más osados salieron pitando del país, hasta el punto de que la población de Grecia disminuyó en 400.000 personas entre 2010 y 2015, y un estudio realizado en 2013 dio como resultado que más de 120.000 profesionales, incluidos médicos, ingenieros e investigadores, habían abandonado el país en lo que constituyó una dramática fuga de talento que aún hoy amenaza con hipotecar su futuro. Un estudio paralelo encontró que casi el 90% de los “huidos” estaba en posesión de una licenciatura, más del 60% una maestría y el 11% un doctorado. Las cosas empezaron a cambiar el 7 de julio de 2019, elecciones parlamentarias en las que el partido Nueva Democracia obtuvo mayoría absoluta con casi el 40% de los votos y 158 escaños, lo que significó la elección de su líder, Kyriakos Mitsotakis, 55 años, como nuevo Primer Ministro. ​Educado en Harvard y Stanford y antiguo analista del Chase Manhattan, Mitsotakis se ha dedicado durante estos cuatro años de legislatura a tratar de sacar a Grecia del hoyo recuperando la economía, que ha crecido a buen ritmo, reduciendo notablemente las tasas de paro y dando los pasos pertinentes para que el país pueda volver a los mercados de capitales de los que fue expulsado tras el default de 2010. 

Naturalmente que queda mucho por hacer. El accidente ferroviario de Tesalia, ocurrido la noche del 28 de febrero pasado, cuando dos trenes chocaron de frente con resultado de 57 personas fallecidas y cerca de un centenar heridas graves, ha venido a poner de manifiesto la ausencia de inversión en los últimos 13 años en el mantenimiento de infraestructuras básicas, consecuencia de las penurias de un Tesoro obligado tras la gran crisis a priorizar sus recursos para poner de nuevo al país en marcha. Eso, y algún que otro escándalo reciente, había hecho pensar a la izquierda vendedora de humo y experta en el arte de la propaganda que el vuelco electoral estaba otra vez al alcance de la mano, de modo que Syriza, capitaneando a la izquierda radical, iba a volver a ocupar la poltrona con las recetas de siempre: más gasto, más ayudas, más subsidios, más Estado… Más miseria al final del camino. La sorpresa del domingo fue, por eso, morrocotuda. Fallaron las encuestas. Ni los más optimistas de Nueva Democracia esperaban una victoria como la lograda por un Mitsotakis que, con el 41% de los votos, ha más que duplicado los conseguidos por Syriza y ha cuadruplicado los del PASOK, el partido socialista heleno que desde hace años comparte cementerio con el PS italiano y el francés. Sobrevive el PSOE, monumental anomalía histórica, dispuesto a seguir haciendo daño a España hasta que una mayoría de españoles diga “basta”.

Una mayoría de griegos han decidido hacer oídos sordos a profetas económicos estilo Varoufakis, que ni siquiera ha sido capaz de sacar su propio escaño, para mirar al futuro con esperanza

A sólo cinco escaños de la mayoría absoluta, el ganador se ha manifestado partidario de repetir elecciones en junio, lo que le permitiría contar con la prima de 50 escaños prevista para estos casos en el sistema electoral griego. ¿Cómo explicar el éxito apabullante de un partido de centroderecha como Nueva Democracia, que no solo no ha sido castigado por un supuesto “coste antisocial” de sus reformas, sino que ha sido claramente premiado? La respuesta solo puede ser una: una mayoría de griegos se ha vacunado de socialismo y no está dispuesta a volver a las andadas. Una mayoría de griegos han decidido hacer oídos sordos a profetas económicos estilo Varoufakis, que ni siquiera ha sido capaz de sacar su propio escaño, para mirar al futuro con esperanza. Al rechazar la demagogia populista, Grecia ha vuelto a depositar su confianza en Mitsotakis con un mandato claro: terminar de sacar a Grecia del barranco en el que le hundió la izquierda marxista, acelerar la recuperación del país y devolverlo a la senda de un crecimiento sostenido que es la que asegura la convivencia en paz y libertad.

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