Opinión

La gran trampa

El candidato de EH Bildu a Lehendakari, Pello Otxandiano (d), y el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi (i)
El candidato de EH Bildu a Lehendakari, Pello Otxandiano (d), y el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi (i) Europa Press

Lo mejor que pasó en las elecciones del domingo pasado en el País Etarra, es que Vox conservó su escaño. No es que vaya a servir de nada, pero al menos habrá en la poza infecta de la política y la sociedad vasca (gran crecimiento de Bildu, mayoría abertzale en el parlamento) alguien que describirá al nacionalismo vasco como lo que es: escoria, sangre, chantaje, crimen y mierda. Por cierto, los escaños del PP tampoco van a servir para nada.

El propósito del PP era acabar con Vox, según han declarado, sin pudor alguno, fuentes de ese partido. Pero no pudo ser. Menos mal. Acabar con el único partido constitucionalista de la política vasca era el objetivo del PP. No combatir el nacionalismo vasco, germen de todos los males que envilecen dicha región, no, combatir al único partido que aboga claramente por luchar contra el más dañino engendro al que se enfrentan los españoles: la desespañolización. Olviden la xenofobia, el racismo, la guerra contra el gran idioma español, los pujos históricos e identitarios. La desespañolización de España. Ese el enemigo mayor. No Vox, en cualquier caso. ¿Otegui o Abascal? ¿En serio? Hacerse la pregunta es ya una ofensa a la decencia, la democracia y la libertad.

Vox es el único partido que condena la desespañolización de España. El resto acepta la fantasía de las naciones culturales, el folklorismo sacralizado, los ciudadanos regionales (¿desde cuándo levantar piedras, cortar troncos, o bailar dándose patadas en la cabeza, crea ciudadanía?), los privilegios históricos, la política contemporizadora y corrupta (sospecho que hay mucho que airear acerca de los negocios entre las élites catalana y vasca y las élites de la partidocracia) que nos ha traído hasta el borde del abismo.

El PSOE ya no es un partido constitucionalista. El PSOE es hoy un partido tribal–partidista, comandado por un tipo que cree en lo mismo que los separatistas antiespañoles

No olvidemos que el líder del PP es un nacionalista gallego y el mismísimo Sánchez ha admitido desde la tribuna del Congreso que su partido y Bildu son lo mismo, “hemos ganado 9 a 1”, refiriéndose a los votos nacionalistas vascos en las últimas elecciones. Hemos. Los votos de los nacional–independentistas son los votos de Sánchez y el PSOE. Lo que decía, el PSOE ya no es un partido constitucionalista. El PSOE es hoy un partido tribal–partidista, comandado por un tipo que cree en lo mismo que los separatistas antiespañoles (o soberanistas, según la más sumisa y miserable prensa), es decir, en la nación de naciones, el país multicultural, la imposición de un multilingüismo diseñado para discriminar el idioma común, la ficción de que todos los idiomas son iguales, la superioridad de la Identidad tribal sobre la ciudadanía española (la única que hay en España, sólo los Estados de Derecho producen ciudadanos, no las tribus, ni los pueblos, ni los Estados Imaginarios como el catalán o el vasco) y otras interesadas y venenosas chorradas.

Con la victoria electoral del nacionalismo vasco–etarra se consuma la victoria de ETA, el triunfo de su agenda antiespañola, que ya no necesita matar para conseguir la añorada y ensangrentada Independencia. Cosa que hay que agradecer a la partidocracia española. Al PP y al PSOE. Hay que repetirlo incansablemente.

¿País multicultural? Con lo evidente que resulta que la cultura de España es la cultura española. A la que debe su pujanza económica y cultural y debe, se olvida con gran facilidad, su grandeza literaria, moral (ninguna otra expansión civilizatoria fue más humana) y artística. Una cultura además, que acoge generosamente a las pequeñas lenguas y folklorismos de sus regiones, incluso las más tribales y xenófobas.

Lo mismo que en el caso de los tribal–separatistas catalanes, el objetivo de los tribal–separatistas vascos es expulsar a España de sus aldeas. Desespañolizar a los españoles que nazcan y crezcan allí. Es decir a todos los niños que nazcan y crezcan allí. El voto de los jóvenes a Bildu prueba el éxito de esta estrategia. El resultado de las elecciones en el País Etarra es evidente: ha triunfado ETA.  Este debería ser el gran tema de la prensa española, pero, lástima que a la prensa le interese más cualquier imbecilidad del fútbol, la crónica rosa, o la paparruchada de la boda del alcalde de Madrid.

Espíritu tribal

Observando el avance de los tribales antiespañoles en los últimos cuarenta y seis años, no queda otro remedio que admitir que tal cosa ha sido posible gracias a una Constitución contaminada de nacimiento por el espíritu tribal. Ese espíritu, o infección, dio como resultado un documento que ha permitido la difuminación y posterior fragmentación de España. Casi todo se redactó de tal forma que permite “interpretaciones” o trapacerías en beneficio tribal, casi todo deja un margen a la ambigüedad propicia a los enemigos de España. Así han avanzado hacia la Independencia los tribales, no sólo mimados sino financiados generosamente por los odiados españoles. Con esos bueyes habrá que arar. Hasta que alguien (qué optimista) se atreva a reformar la Constitución y prohibir los partidos independentistas, entre otras necesidades perentorias.

La gran trampa que ha marcado el destino de los españoles, ha sido creer que había que acomodar España a vascos y catalanes, cuando en verdad era al revés, eran vascos y catalanes los que tenían la obligación de acomodarse a España.