Opinión

LA CARTA DEL DIRECTOR

Elecciones gallegas: cuando la estupidez habita junto a las meigas

La mayoría absoluta de Galicia impulsa a Feijóo, mientras Sánchez conduce al PSOE a una debacle histórica
Alfonso Rueda y Alberto Núñez Feijóo en la plaza de toros de Pontevedra

Demasiadas veces los dioses confunden los sentidos de aquellos a los que quieren perder idiotizándolos y lo hace secundando “Las leyes fundamentales de la estupidez” del economista italiano Carlo María Cipolla. En concreto, aquella de que la estupidez puede dañar al enemigo de toda forma imaginable, incluida la que infiere mayor perjuicio al promotor de las mismas. En este capítulo, se circunscribe la filtración a los periodistas que cubren la campaña gallega del PP de que el primer partido de la oposición no desecha indultar a Puigdemont siempre que se entregue para ser juzgado por el Tribunal Supremo y asuma la Constitución. Sin duda, muchos condicionantes -ninguno de los cuales cabe en el cabecilla independentista-, pero pocos se detendrán en las salvedades y sí en la afirmación. Ello bastará para asentar la creencia de que el PP siempre condesciende, tras oponerse rotundo, con todos los pasos -incluso los más desatinados- que da el PSOE.

Para más inri, acontece en una semana “horribilis” para Sánchez, desenmascarado en Europa por la situación del Estado de Derecho en España y por las conexiones de su socio Puigdemont con Putin, junto a la visita de la Comisión de Venecia para desentrañar la “autoamnistía” que dota de impunidad a quien le sostiene en el poder, además de presentarse la realidad de forma abrupta a través de los tractores de las protestas y de las narcolanchas que aplastaron a dos guardias civiles en Barbate. De este modo, el inquilino de La Moncloa recibe este impagable balón de oxígeno que, agigantado por el equipo gubernamental de opinión sincronizado, le redundará mucho más que recoger un Goya. De hecho, una desatada “grupiperiodista” de TVE lo saludó como tal en la Gala del sábado. “Eres un icono, presi, ¡Te queremos!”, jaleó a quien debiera haber guardado luto oficial y acompañado a las familias de los asesinados.

Sin duda, hay mucho en juego este domingo 18-F en Galicia en una contienda a cara de perro en la que Alfonso Rueda debe confirmar la alternativa que le otorgó Feijóo. Para el PP, encierra las características de partido-trampa, esto es un encuentro de apariencia fácil que se enreda ineludiblemente. Incide en ello el traspié de última hora del PP por no saber medir las palabras tras no haberse dejado liar por los “pellets” con los que la oposición, con desmesura y desprecio de la verdad, le quiso montar otro “Prestige”.

Como aquel guardameta valencianista que hartó tanto a Di Stefano como entrenador que le gritó: “Che, por lo menos las que vayan fuera déjalas salir y no te las metas también en tu portería”

Escaldado de las encuestas-adormidera de las elecciones generales sobre una victoria amplia que luego, al pasar por la lavadora de las urnas, encogió como para no darle la talla entrada en La Moncloa, Feijóo ha hecho bien en volcarse en la brega a pachas con Rueda. Pero está visto que el PP, al revés que el PSOE, tiene una incapacidad palmaria para la comunicación política. Siendo precisa la mayoría absoluta sí o sí, ésta no se logra sin bajarse del autobús como se jactaba aquel genio que fue Helenio Herrera ni tampoco metiéndose goles en propia meta. Como aquel guardameta valencianista que hartó tanto a Di Stefano como entrenador que le gritó: “Che, por lo menos las que vayan fuera déjalas salir y no te las metas también en tu portería”. Por mor de esa incapacidad, a unos le organizan grandes tremolinas en un vaso de agua y otros salen indemnes de las mayores tempestades como el mismísimo Noé.

Cualquier pequeño error descabala esa mayoría absoluta frente a un eventual bipartito BNG y PSOE o tripartito con Sumar si “la mano de Dios” (en este caso, no de Maradona como en el Mundial de México sino del Papa) ayuda a una asidua al Vaticano como la kirchnerista Yolanda Díaz a ser profeta en una tierra que no la tiene por tal. De ser así, bajo el liderazgo de una fuerza independentista que cobija en su seno a la Unión do Povo Galego, formación marxista-leninista, por más que su candidata, Ana Pontón, adopte un aire morigerado como si fuera la hermana San Sulpicio, se reconstituiría el viejo proyecto de Galeuzca (acrónimo de Galicia, Euskadi y Cataluña). Se trata de la Triple Alianza de 1923 que unió a los grupos soberanistas para conquistar por la fuerza la independencia de estos tres territorios contra la España de la Restauración y que forjó en 1998 la Declaración de Barcelona por un Estado plurinacional abierto a referendos de secesión.

A este propósito, se pueden ver arrastrados muchos gallegos que, mordiendo el anzuelo del agravio comparativo y de cómo las minorías nacionalistas son poderosas fuerzas extractivas del Presupuesto y de regalías en el mercado persa del Congreso. Pueden pretender no ser menos que vascos y catalanes al haber fiado Sánchez su suerte a egoístas fuerzas centrípetas. Es un veneno disolvente que recorre como la pólvora España. Sobre esa diferencia de trato, un sulfurado agricultor se lo explicaba divinamente a un reportero de Telemadrid: “Si Puigdemont apareciera montado en un tractor, Pedro Sánchez vendría en otro tractor más chiquitito para quedar por debajo y reunirse con él”. Y quien dice del tractor amarillo del pastelero loco podría argüir otro tanto del “si quieres grano Aitor, te dejaré mi tractor”, con el que, entre risas, recababa Rajoy el apoyo al portavoz del PNV antes de que le apuñalara con la moción de censura Frankenstein que encumbró en 2018 a un Sánchez que se da por bien servido debilitando al PSOE en beneficio de independentistas que les permita sumar con ellos.

A ello lo fía todo Sánchez sin que le importe un bledo entregar el gobierno a separatistas a cambio de pervivir en La Moncloa como presidente sin tierra, pero con derecho a surcarla en Falcon

Es lo que Sánchez procura hoy en Galicia y mañana en el País Vasco en provecho de BNG y EH-Bildu en esta demenciada política en la que Sánchez es catalogado por la prensa alemana de marioneta de un Puigdemont que, a su vez, es un títere de Putin en su intento de desestabilizar Europa haciéndola supurar por la úlcera catalana. A ello lo fía todo Sánchez sin que le importe un bledo entregar el gobierno a separatistas a cambio de pervivir en La Moncloa como presidente sin tierra, pero con derecho a surcarla en Falcon. En suma, esclavizado por quienes le tiranizan bajo aquello de “nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no”, atendiendo a la fórmula que los señores feudales imponían al rey de Aragón.

Si el PP no consigue mayoría absoluta en Galicia se abrirá un difícil periodo para Feijóo y el perdedor Sánchez, al frente de un menguante PSOE, acelerará el cambio de régimen con un jefe de la oposición lastrado con un tiro en el ala. Cuando hace quince años Feijóo recuperó la Presidencia de la Xunta en su debut de 1 de marzo de 2009, merced a la conquista del providencial escaño 38 que fija la infranqueable frontera entre el todo y la nada, no sólo recobró un predio tradicional del PP, sino que resucitó a un Rajoy al que las urnas habrían sido funerarias tras su dos derrotas con Zapatero. Otro tanto aconteció en 2020, en su cuarta mayoría absoluta, con Casado. En plena pandemia del Covid-19, Feijóo se marchó a los 42 escaños conjurando el doble peligro que se cernía sobre su dilatada hegemonía: de un lado, contendía con un crecido PSOE que venía de copar Galicia tanto los comicios generales como municipales; de otro, lidiaba con la fragmentación del centroderecha con Vox y Cs que podrían restarle sufragios claves. Pese a ello, escapó mejor librado que nunca, si bien saltándose a pídola el trato de Casado con Arrimadas para concurrir con listas conjuntas en Galicia y en País Vasco. Si en pagos gallegos se demostró lo superfluo del apaño, si bien con alguna carambola, el retroceso de 9 a 6 escaños en el País Vasco lo refrendó de sobra.

Un cuatrienio después, el panorama se repite con variaciones en el cuadro de actores. Extinto Cs, Vox repite suerte con el riesgo para el PP de detraerle votos que, si no se traducen en escaño, puede envasárselos a la izquierda soberanista por efecto de los vasos comunicantes. Súmase el debut autonómico del fulanista partido Democracia Ourensana -mixtura de gilismo y revillismo- que, capaz de atrapar votos a diestra y siniestra por esa transversalidad que amalgama el populismo localista, podría meter la cabeza en la Cámara autonómica desde su plataforma de la Alcaldía capitalina.

El Gobierno de “insomnio” de Sánchez e Iglesias reavivó la pesadilla del cuatrienio negro de PSOE y BNG al igual que puede ocurrir hoy con su capitulación con Puigdemont

Lo cierto es que, merced a su apreciable buen hacer y al temor a un retorno al nefando Gobierno de coalición del PSOE y BNG con Podemos de aditamento, la socorrida fórmula del yo o el caos le funcionó a Feijóo a las mil maravillas, y por esa senda discurre el derrotero de quien es presidente, tras ser su lugarteniente, desde 2022. Esa estrategia agavilló todo el voto del centroderecha y atrajo a parte del que se había inclinado por el PSOE en las municipales y generales de 2019. La catapulta monclovita no sirvió a PSOE y Podemos para asaltar el fortín compostelano. El Gobierno de “insomnio” de Sánchez e Iglesias reavivó la pesadilla del cuatrienio negro de PSOE y BNG al igual que puede ocurrir hoy con su capitulación con Puigdemont.

Al cabo de tres lustros de su encumbramiento en la Presidencia de Galicia, un invicto Feijóo -nadie le ha ganado en las urnas- aguarda el desenlace de este 18-F con parejas esperanzas y temores que, en su día, sus dos antecesores al frente del PP. Si Rajoy y Casado, anduvieron pendiente de él en 2009 y 2020, ahora él deberá estarlo de Rueda sin ser el punto de partido que habría sido para sus predecesores. Tras bailar el escaño de la mayoría absoluta sobre el dobladillo de la red como una bola de tenis, éste cayó a su favor y pudieron seguir en la carrera política.

La primera reválida desde el 23-J

Aunque al inicio de la película Match Point de Woody Allen, donde se equipara la vida a un desafío tenístico en el que la pelota golpea la red y el azar dispone de qué lado de la cancha acaba cayendo, una voz fuera de imagen subraya como conocía la esencia de la vida quien dijo que “más vale tener suerte que talento”, no se le puede negar capacidad y tino a Feijóo, si bien no hay talento que, por quilates que posea, relumbre sin la luz de los astros, como él expió en las generales como triunfador sin corona. Por eso, hallándose al borde de lo posible y constatando cómo la estupidez existe igual que las meigas, Feijóo se la juega en estos comicios gallegos que son la primera reválida para el PP y el PSOE desde julio de 2023. No en vano, pueden suponer una inflexión en una ristra de urnas gallegas, vascas, europeas y catalanas, si no se entremezclan las generales de sopetón y en fecha inhóspita cuando le pete al trampista Sánchez.