Opinión

La gaita de Abascal

Santiago Abascal
El presidente de Vox, Santiago Abascal, interviene en un mitin Edu Botella / Europa Press

Hasta que se celebren las elecciones gallegas el 18 de febrero todo pasa en Galicia. Hasta allí se fue Sánchez para anunciar ayudas a la educación en vista de que hay asignaturas que “son duras de roer” para los chavales. ¿Para qué querrá el Consejo de ministros habiendo mítines en los que anunciar lluvia millones de euros para que los estudiantes no se atraganten con el esfuerzo de estudiar matemáticas; millones también para que entiendan lo que leen, sea un poema, un ensayo o el enunciado de un problema de cálculo?. Todo esto, después de escuchar a la ministra María Jesús Montero reírse de los gafotas y calvos con ese acento feliz y descuidado que la tierra le ha dado. La de Hacienda, cada vez que habla, define con precisión la persona que quiere ser.

Suele recordarme un buen amigo que para ser alguien educado hacen falta años de trabajo y preparación, para ser un fanático bastan unos cuantos minutos de gracioso y otros tantos en redes sociales. Esa es la diferencia. Ve uno el espectáculo de la ministra -hay que ver con que facilidad escribe uno en estos tiempos “ministra y ministro”-, y le viene a la memoria aquello de Machado cuando aseguraba que era propio de las cabezas mezquinas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Vale, Montero, vale. Claro, que igual le aplaudieron calvos y gafotas aborregados mientras escuchaban su gracieta. Oír, asentir, aplaudir, vitorear y callar antes de volver a casa. Si, es todo muy gracioso, aunque también muy triste. 

Elecciones en Galicia el 18 del mes que viene. Allí se han ido los de Sánchez para hacerlo más jefe de lo que ya es en una convención que en El Mundo han calificado con acierto de “monocronomía detrás del líder”. Allí se ha ido este finde semana Feijóo para apoyar a al presidente Alfonso Rueda, que sueña con fundamento en una nueva mayoría suficiente para gobernar. Y también Santiago Abascal con una gaita en sus manos a ver si suena, pero muy desnortado desde los desastrosos resultados de Vox en las últimas generales, y muy animoso a la hora de presentar a un tal Díaz de Mella como candidato a la presidencia de la Xunta. De Mella fracasó en su intento de entrar en el ayuntamiento de Vigo, y volvió a fracasar el 23 J en el de conseguir acta de diputado por Pontevedra. Curiosas estas biografías en las que los fracasos cosechados te mantienen siempre vivo y sin que te lo discutan. "Vivo espantado de estar vivo", asegura un personaje de García Márquez en la novela Del amor y otros demonios. De fracaso en fracaso hasta la victoria final.

El aborregamiento político, que dice Savater, es posible sólo cuando has transformado el partido en una empresa que reparte prebendas y salarios, como sucede con el partido de Sánchez

Abascal, al que cada día se le nota más que la lengua va más deprisa que la cabeza, a quien le complica las cosas es a Feijóo. Asegura que el PP es ese partido que aplica las políticas de la izquierda en mitad de un golpe a la Constitución -¿lo dice en serio o delira?-, a propósito de la eliminación del término “disminuidos”, lo que da una idea cierta del despiste que Abascal tiene con un partido que le mengua y se trastorna al mismo tiempo, pero en el que no faltan los que reclama más debate y menos caudillismo. El de Vox puede que crea que es como Sánchez, un político con la suerte al mismo nivel de la iniquidad con que trabaja, esa que sin ganar las elecciones le permite gobernar al tiempo que mantiene a su partido unido a su alrededor.

La diferencia, no pequeña, es que el aborregamiento político, que dice Savater, es posible sólo cuando has transformado el partido en una empresa que reparte prebendas y salarios, como sucede con el partido de Sánchez. En Vox cada vez hay menos que repartir, y conste que no utilizo el verbo con segundas.

Abascal sólo puede hablar de expectativas, cada vez más menguantes dentro de un partido que sigue siendo un proyecto de unos pocos, cada vez menos, que se podemiza con una rapidez que debería poner un punto de razón y equilibrio que tarda en llegar. A cambio salen de ahí ataques a la PP y a la prensa, y entremedias no falta quien se lía a botellazos con la oposición. Son lo que parecen y eso hay que agradecerles en un tiempo en el que las medias verdades son más peligrosas que las mentiras puras instaladas entre nosotros.

Que un dirigente como Abascal presente a sus candidatos a las gallegas al tiempo que asegura que espera que suene la gaita nos da una idea cierta de los resultados que espera. Bien que podría haber dicho aquello de si sale con barbas San Antón y si no la Purísima Concepción.

La estrategia de Feijóo pasa por que los desencantados socialistas gallegos y los pocos votantes de Vox le ayuden a evitar un gobierno multipartito, cuyos efectos ya conocemos en España

Las encuestas le dan entre cero y un escaño, eso afirma la de Hamalgama Métrica para Vozpópuli, y ahí está Abascal, echando pestes de todo lo que huela a sanchismo, pero ayudándolo. No será la primera vez que un puñado de votos de Vox hace imposible un escaño del PP. Curiosa forma de atacar a quien ha querido colgar por los pies en una grúa. Sí, sí, ya sé que luego no tuvo más remedio que rectificar, pero dicho está.

Queda menos de un mes para los comicios y este domingo Feijóo decía en Orense a los suyos que no den nada por hecho. Hay en el PP más inquietud de la que sus electores pueden imaginar, de ahí la llamada del expresidente gallego. La prensa coincide en señalar que la estrategia del PP es que los desencantados socialistas gallegos y los pocos votantes de Vox le ayuden a evitar un gobierno multipartito, cuyos efectos ya conocemos en España. Sabe que la llamada a los socialistas es estéril e inoportuna. A lo más que puede llegar un socialista que recele de Sánchez es a quedarse en casa. La llamada a los potenciales votantes de Vox tiene más fundamento, a fin de cuentas, el que vota hoy al partido de Abascal ya votó antes al PP. 

Jugar con las cartas marcadas

La verdad es la verdad lo diga Agamenón o su porquero, y ya lamento traer una cita que de tanto usarla huele a eso, y aunque no me reconozca coincidiendo con macarena Olona, lo cierto es que Vox vive un proceso de podemización en la que pronto veremos la fotografía de los que fueron ayer y los pocos que quedan hoy. Está por ver si como dice Feijóo las candidaturas de Vox son un error histórico. Son, en el mejor de los casos, una dificultad para un partido que busca su quinta mayoría absoluta. Si lo que pretende Abascal es cobrar como oro el escaño que puede conseguir, y que ese escaño sea definitivo para conformar un gobierno de derechas, el riesgo en el intento es extremo. El de Vox juega con las cartas marcadas. Y si el fracaso de las últimas generales no menguó su poder, cómo va a temer lo que pueda suceder el próximo 18 de febrero.

Tocan a rebato en Galicia. No es Abascal, es Feijóo el que hace bueno el dicho gallego de que o que ten cu, ten medo. El que tiene culo, tiene miedo. Y se nota cada día un poco más. Lo del miedo, quiero decir.