Opinión

El futuro de Endesa y la desgracia de tener gobiernos pusilánimes

Endesa afronta un panorama incierto a la espera de conocer las intenciones de Meloni. Para eso el Estado italiano es el dueño absoluto de la eléctrica, desde que Zapatero se la puso en bandeja de plata a Roma

Sede de Endesa en Madrid EP

Desde que José Luis Rodríguez Zapatero entregó Endesa a Enel en 2008, el Estado italiano se ha embolsado la friolera de 30.000 millones sólo en dividendos. Ningún caso como el de la eléctrica ejemplifica mejor la actitud pusilánime de ciertos gobernantes españoles, que han contribuido -por activa o por pasiva- a la pérdida de influencia internacional de nuestro empresariado. Esa falla sigue teniendo consecuencias negativas. La propia Endesa vuelve a estar en el disparadero por el incendio desatado en el capital de Enel, que posee el 70% del grupo español.

Lo que perdió Endesa hace 15 años fue la capacidad de decidir su propio futuro. La estrategia de la eléctrica afincada en Madrid se delibera en un edificio de la romana viale Regina Margherita. Y la marca el Estado italiano, propietario del 23% del capital de Enel. Es el Gobierno de turno quien designa o destituye a los principales directivos. Y eso es, exactamente, lo que acaba de hacer la primera ministra Giorgia Meloni. Hace seis días ordenó la destitución de Francesco Starace, consejero delegado de Enel y vicepresidente de Endesa. Con él saldrá también Michele Crisostomo, que ocupaba la presidencia institucional.

La clave, y lo que pone en un brete realmente a Endesa, está en los sustitutos. A Starace lo reemplazará Flavio Cattaneo, un directivo próximo al ala dura de Matteo Salvini. Hasta ahora ocupaba la vicepresidencia del operador italiano de alta velocidad ferroviaria (Italo). Por su parte, en el sillón de Crisostomo se sentará Paolo Scaroni, bien conectado con el entorno de Silvio Berlusconi y que lideró en su día la petrolera ENI, otro consorcio público con aura de ministerio.

"Son dos auténticos 'killers', tienen ese perfil de directivo que lleva dos décadas moviéndose en la cúpula de las grandes corporaciones públicas", recuerda un empresario que conoce bien las intrigas de los poderosos italianos. Por si había alguna duda, Meloni ha dejado clara su baza: el Gobierno quiere ejercer el mando absoluto en Enel, con las implicaciones que ello puede acarrear para la estrategia del grupo y -evidentemente- de su filial española.

"Salvando las distancias, hay cierto parecido con las maniobras del Ejecutivo de Pedro Sánchez en Indra. Pero lo ocurrido en Enel es un auténtico golpe de mano, con repercusiones en el gobierno corporativo, en materia de transparencia o en las inversiones previstas", recuerda un alto directivo de un fondo de inversión. El 'asalto' de Meloni ha sido tan sonoro que hasta un 'hegde fund' se ha atrevido a presentar una lista alternativa de candidatos independientes para el consejo de administración.

El fondo se llama Covalis Capital y posee el 1% del capital de Enel. En su propuesta figuran nombres con amplia experiencia en los mercados de capitales y energéticos (como los italianos Marco Mazzucchelli y Leilani Latimer, o los españoles Paulina Beato y Daniel Lacalle).

Repercusiones para Endesa

Con su iniciativa inesperada, que tiene pocas posibilidades de éxito, Covalis Capital intenta llamar la atención sobre el giro estratégico que la nueva dirección puede forzar en Enel. "Hablamos de directivos próximos a ENI, que siempre han trabajado por mantener su condición de socio privilegiado de la rusa Gazprom", recuerdan desde el mismo fondo de inversión. Lo que teme Covalis es que la Enel de Meloni frene la expansión hacia nuevas fuentes energéticas, para mantener su apuesta por las tradicionales (sobre todo, el gas).

Esa apuesta puede tener un impacto directo en el rumbo de Endesa, que ha ido virando hacia las energías renovables con el impulso de Starace y del consejero delegado, José Bogas. El último plan estratégico de Enel contempla canalizar hacia su filial unas inversiones de casi 8.700 millones, la cuarta parte del total (37.000 millones).

Francesco Starace, José Bogas y Juan Sánchez Calero, en última junta de accionistas de Endesa, EP

La dirección de Endesa se enfrenta ahora a un complicado hándicap, por su decisión de renovar su consejo de administración sin esperar a los cambios en la cúpula de Enel. A principios de febrero, con el Gobierno italiano moviendo ya sus tentáculos en la energética, Endesa se apresuró a definir el nuevo órgano de dirección. Renovó a su presidente (Juan Sánchez-Calero) y a tres consejeros, incluido el director financiero, Alberto de Paoli (un ejecutivo póximo a a Starace).

La eléctrica también convocó para el 28 de abril la junta de accionistas que debe ratificar los nombramientos. Un hecho que llamó la atención desde el principio a los expertos en gobierno corporativo. En la actualidad, Enel tiene cuatro asientos en el consejo de administración, junto a los siete independientes. "Se va a dar la paradoja de que el accionista mayoritario, controlado ahora por otros directivos, tendrá que dar ahora el visto bueno a unos cambios que no ha decidido", asegura uno de los 'gurús' españoles en la materia.

Para Endesa se abren distintos escenarios. El más drástico pasaría por recibir alguna objeción en la junta de su propio accionista, algo prácticamente descartado por el daño reputacional que conllevaría. Lo lógico es que Enel dé luz verde a los cambios. A partir de ahí, Endesa afronta un panorama incierto, a la espera de conocer las intenciones de Meloni, que podría promover más adelante cualquier nombramiento o cese. Ese es el verdadero poder de la primera ministra, que para eso el Estado italiano es el dueño casi absoluto de una eléctrica que un día fue independiente. Justo antes de que Zapatero la sirviera en bandeja de plata a Roma.

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