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Opinión

Funeral en Génova, sonrisas fingidas en Colón

Asistente a la fiesta de Vox

La madrileña calle de Génova parecía este domingo el puerto al que llegan los militares después de perder una guerra. El dispositivo estaba montado para familiares y afines, pero nadie esperaba que por allí se pasara ninguno de esos simpatizantes que suelen ser fijos en las celebraciones, pero huidizos en los fracasos. Los policías tenían pensado cortar la circulación alrededor de las 21.00 horas, pero la misión ha sido abortada al comprobar que allí no había ni un alma. Unos cuantos periodistas, algún chaval de Nuevas Generaciones y los antidisturbios, que a eso de las 22.10 recogieron su equipo en las lecheras y se marcharon.

El lugar que hoy ocupa una gigantesca fotografía de Pablo Casado -joven líder que ha sufrido un morrocotudo bacatazo electoral- estaba este domingo totalmente desangelado. Lejos queda ese año 1996, en el que Aznar, su pizpireta señora, Álvarez-Cascos, Rajoy y Rato saltaban de alegría ante cientos de militantes. Un señor de gafas, llamado Andrés, habitual de público en los platós de televisión, era entrevistado entonces por un micrófono de Antena 3 y decía algo así como: “El futuro es el PP”. La pregunta que se plantea hoy es cuál es el futuro de los populares después de esta noche negra.

Sede del PP en calle Génova

Mientras una reportera de Telemadrid se preparaba para una conexión en directo con los estudios centrales de esta cadena de televisión, uno de los coches que circulaba por la zona ha demostrado que el sonido del claxon puede ser irónico si uno se lo propone. Por eso, lo ha tocado al pasar junto a Génova 13, mientras su conductor decía: “¡Vamos!”. Poco después, otro automovilista hacía una demostración de su capacidad para la lírica y la figura retórica y gritaba, a voz en grito: “¡A tomar por culo, cabrones!".

A poco menos de 300 metros de allí, en la plaza de Margaret Thatcher, donde Vox había convocado a sus fieles, el ambiente no era precisamente festivo. De hecho, hasta que ha salido al estrado Javier Ortega Smith y ha prometido que los diputados de Vox serán los espartanos del Congreso, las caras eran largas y el silencio sólo se rompía con el sonido de la pantalla de televisión que estaba situada frente al edificio del Hotel Gran Meliá Fénix y por alguna frase breve que intercambiaban las 200 personas allí presentes. “Ganan ellos, pero tienen que gobernar con los independentistas”; “¿Cuántos lleva el PP?/Ahora mismo 70 (escaños)/Bueno, eso está mejor ya, espera a ver”.

Javier Ortega Smith

Una señora que a las 20.30 horas abucheaba a Pablo Echenique y a Pablo Iglesias cuando aparecían en la televisión, a las 22.00 estaba desolada y reconocía que el resultado le había desilusionado. Varios chavales, con banderas rojigualdas a la espalda, a modo de capa, cantaban el “yo soy español, español, español” para mantener la moral de la tropa. Un tipo calvo, tras el discurso rotundo de Ortega Smith, intentó que la concurrencia se arrancara con 'El novio de la muerte', pero no tuvo éxito. Entonces, para auxiliarle, un hombre con una bandera verde de Vox iniciaba una nueva consigna, con más éxito: “España cristiana, nunca musulmana”. 

¿Dónde compraba la gente las banderas? Es difícil saberlo a ciencia cierta, pues había varias decenas. Por si alguno no tuviera, a pocos metros de allí había un puesto con rojigualdas pequeñas a 3 euros y grandes a 5 euros. “¿Y la pegatina para el coche con el águila de Franco?/Ésa también 5 euros”.

Imagen de la noche electoral

Muy cerca de allí, dos chicas de unos 16 años se bajaban de un coche negro, mientras su madre les decía: “Tened cuidado, ¿eh?, luego pasamos a por vosotras”. No eran las únicas menores que estaban en la plaza dedicada a la Dama de Hierro británica. Es más, una buena parte de los asistentes al acto de Vox eran jóvenes, adolescentes y veinteañeros. “Antes era del PP, pero Vox defiende mejor la unidad de España”, decía uno de ellos.

Son las 11 de la noche y cuatro policías, en corro, junto a este periodista, observan pasar por la acera a un hombre con pinta de vagabundo y una herida en la frente, sanguinolenta. “Al fin algo de emoción”, dice uno de ellos. Y otro, con acento madrileño ('ej que') responde: “Menuda diferencia con Ferraz, allí habrá fiesta de cojones, con cubatas y de todo”.

Y uno tercero, más serio, añade: “Como esto se acabe antes de dos horas, nos mandan para casa y no nos pagan la dieta”. Poco antes, el agente había reconocido que había votado “a la derecha”. Sin embargo, a esta hora estaba más preocupado por su dinero que por el resultado de los comicios. A fin de cuentas, la política es sólo eso, política. Y no da de comer a mucha gente.

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