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Opinión

España, nación de violinistas

En eso consiste la corrección moral de la izquierda, en gobernar de espaldas a la calle y después negar la realidad de forma solemne

Camioneros en huelga

El impuesto a la gasolina puede verse como un impuesto voluntario que el español acabará pagando por su huida. Haremos las maletas, y libertad, carretera y manta. A ver si nos sale menos caro un viaje a Suiza que esos espantosos impuestos.

Me parece que ha llegado el momento de precisar la situación en la que nos encontramos los españoles y trazar un itinerario con menos evasivas sobre nuestra economía. Por lo que a mí respecta, no me importa confesar que hace tiempo dejé de creer en la izquierda y su redistribución de la pobreza. A cambio, pongo las cartas sobre la mesa, digo desde dónde hablo y a quién leo, pero no defiendo sin embargo que la realidad es subjetiva y “cada uno tiene su propia visión de las cosas”.

Ningún control o conocimiento sobre la realidad es posible en un universo que incluye lo sobrenatural, lo carente de causa, la inventiva, la mentira. Dicen en la tele que el gobierno tomará medidas para paliar los efectos económicos de la guerra en Ucrania. Los que no somos socialistas llevamos un tiempo notando la crisis, esto no empezó hace dos semanas. En eso consiste la corrección moral de la izquierda, en gobernar de espaldas a la calle y después negar la realidad de forma solemne. La mentira hace que los ciudadanos desconfiemos del sistema.

Les recomiendan no usar el coche más de dos días por semana y ellos, obedientes, cogerán la bici, porque la bici es de izquierdas, o se fustigarán cada vez que echen gasolina porque contaminan los de derechas

La pérdida de contacto con la realidad genera una izquierda que se mueve entre lo cómico y lo grotesco. Cada vez somos más pobres y menos libres, y ellos siguen tan categóricos con sus teorías de la alt right. Les recomiendan no usar el coche más de dos días por semana y ellos, obedientes, cogerán la bici, porque la bici es de izquierdas, o se fustigarán cada vez que echen gasolina porque contaminan los de derechas (y además son pobres). Y si hay huelgas y falta la leche fresca en el súper, hay franquismo en tu zona. Esta semana hemos aprendido que las huelgas son de ultraderecha. El Gobierno ha negado que la huelga se deba al incremento del precio de los carburantes, sino que es un “boicot alentado desde el odio y las posiciones de extrema derecha”. Ya ves, con la verdadera alt right nos hemos topado.

Cuando la gente cree que el sistema es injusto, todos los que pueden tratan de encontrar una forma de eludirlo, o boicotearlo, pero además, hacer huelga o bloquear las rutas de abastecimiento está permitido en nuestro Código Penal porque así lo dispuso el gobierno en 2021. Cuando hay un consenso soterrado de que un sistema es injusto, el país se convierte en una especie de conspiración, y “todos se ayudan mutuamente a tocar el violín”. Creo que nos hemos convertido en el transcurso de los últimos años en una nación de violinistas. No solo por la desconfianza ante las mentiras del gobierno sino por la injusticia. Los ciudadanos no somos la ultraderecha, simplemente percibimos que algo no funciona, porque el aumento del gasto público socava la base económica sobre la que se sustenta nuestro bienestar. Cada vez somos más pobres y el gobierno no repara en impuestos ni gasto público.

Pagar religiosamente o preparar nuestra huida por carretera, ese es el dilema. Muchos optaremos por carretera y manta. Nuestros vecinos ya están anunciando sus rebajas fiscales, así que vayan mirando dónde escapar tras pagar religiosamente su impuesto de escape. La mejor opción es llenar el depósito con la gasolina más cara, la Ultimate, y escapar sin pagar por los Pirineos, rumbo a Suiza, democracia modélica y paraíso fiscal.

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