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Opinión

Cambia el aire

Las equivocaciones, por mínimas e infinitesimales que sean, pasan a ser evaluadas como errores garrafales y a ser computadas como indelebles e imperdonables

Macarena Olona acapara cerca del 40% de las conversaciones en Twitter sobre los candidatos
Los seis candidatos a las elecciones del 19-J en Andalucía. Europa Press

Hay momentos en que a un Gobierno o a un líder -por ejemplo, al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos o al presidente Pedro Sánchez Pérez Castejón- todo se les pasa por alto, de todo se les disculpa sin tenerles en cuenta los errores más groseros, como si estuvieran en estado de gracia y gozaran de indulgencia plenaria, a la vez que por la otra punta los aciertos más nimios se agigantan al ponerlos en su cuenta y se narran con acentos épicos. Sucede a la inversa cuando cambia el aire que las equivocaciones por mínimas e infinitesimales que sean pasan a ser evaluadas como errores garrafales y a ser computadas como indelebles e imperdonables. En tanto que los grandes aciertos y logros que se alcanzan se camuflan y dejan de generar inercia o arrastre positivo alguno.

Tenemos aprendido de Geofrey Parker en su libro El éxito nunca es definitivo en el que sigue a Hugh Trevor-Roper para ocuparse de una serie de hombres que, en su busca extraviada del éxito total, llegaron a autodestruirse. En esa línea subraya cómo J. H. Elliot estudió durante más de treinta años “el fracaso heroico de un estadista español del siglo XVII: el conde-duque de Olivares”. Y se acoge a la autoridad del eminente matemático John von Neuman para quien “no debe pensarse el fracaso como una aberración. Porque el fracaso es una parte esencial e independiente en la lógica de los sistemas complejos. Y porque cuanto más complejo es el sistema, más probable es que una de sus partes funcione mal”.

El nivel del rendimiento

Sostiene Pereira y confirma Parker que “los asuntos humanos tienden a desordenarse, y sus desviaciones aleatorias respecto del modelo predicho requieren corrección constante”. Lo cual es particularmente cierto en ocasiones como la guerra o las campañas electorales, donde el mayor obstáculo para el éxito fue siempre lo que Clausewitz llamó fricción. En estos escenarios las dificultades se acumulan y terminan por producir una suerte de fricción que resulta inconcebible porque una incontable cantidad de incidentes menores -que jamás se hubieran podido prever- se combinan para rebajar el nivel general de rendimiento, de modo que uno siempre se queda corto respecto del objetivo que se proponía.

Enredados como estamos en estos últimos avatares de la campaña electoral para las autonómicas andaluzas conviene primero averiguar quiénes son los contendientes verdaderos detrás de los figurantes de las candidaturas y echar un vistazo al decálogo que enunció Mariano Rajoy en febrero de 2003 ante la Asociación de Periodistas Europeos, que se resume así:

1.- Las elecciones no se ganan o no se pierden en una campaña electoral, aunque en algunos momentos la campaña puede ser decisiva.

2.- Las elecciones son fundamentalmente un acto de confianza. Y la confianza se gana con hechos, con una trayectoria, con el transcurso del tiempo.

3.- Las elecciones no las gana la oposición. Las pierde o las gana normalmente el que está en el poder.

4.- Las campañas electorales pueden servir para reafirmar o para perder posiciones.

5.- Ningún candidato puede presentarse a las elecciones si no transmite al conjunto de la opinión pública que el voto que solicita es útil para algo. Al elector hay que transmitirle más que vamos a ganar, vamos a decidir.

6.- Cuando un partido tiene la confianza de la gente y la convicción de que va a ganar debe hacer un balance de lo hecho y formular propuestas en las áreas que tenga más credibilidad, sin prestar mayor atención a quien concurre desde la oposición.

7.- Quien concurre desde la oposición debe incidir en las áreas en que tenga mayor credibilidad frente al gobierno existente.

8.- La clave es elegir con acierto el campo de juego.

9.- En cuanto a los medios, la publicidad exterior es inservible pero ambienta a los propios militantes y los mítines se hacen para las televisiones diciendo un nivel razonable de cosas no razonables.

10.- En campaña la clave es la información y la televisión es mucho más importante que la radio y los periódicos.

La noche del domingo 19 sabremos a qué atenernos. Vale.

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