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Opinión

El efecto perspectiva

El efecto perspectiva
Luis Martín Santos

Se están cumpliendo cien años del nacimiento de Luis Martín Santos y de ahí que Acción Cultural Española y la Biblioteca Nacional prevean la inminente irrupción de exposiciones conmemorativas en Madrid y en San Sebastián, así como otras conmemoraciones, centradas a buen seguro en su novela Tiempo de silencio, cuya publicación en 1962 marcó un punto de inflexión en el proceso de cambio de la literatura española del siglo XX.

Ahora que andamos a vueltas con las mentiras en el ámbito político y en el periodístico, ahora que la negación de la evidencia se premia como si fuera un valeroso acto de fidelidad al propio grupo, ahora que se proclama el vale todo si en algo contribuye a la destrucción del adversario, ahora en que como decía Julio Cerón "la ley de la gravedad no es nada en comparación con lo que nos espera", ahora que estamos inundados de información fraccionada inconexa y contaminada mientras carecemos del agua potable imprescindible que solo nos aportan las noticias contrastadas y verificadas, ahora que hemos olvidado el efecto perspectiva viene a cuento la sátira que Martín Santos hace al comienzo de su novela Tiempo de silencio a propósito de la conferencia de Ortega y Gasset para asombro de su público. Decía así:

"Señoras (pausa), señores (pausa), esto (pausa), que yo tengo en mi mano (pausa) es una manzana (gran pausa). Ustedes (pausa) la están viendo (gran pausa). Pero (pausa) la ven (pausa) desde ahí, desde donde están ustedes (gran pausa). Yo (gran pausa) veo la misma manzana (pausa) pero desde aquí, desde donde estoy yo (pausa muy larga). La manzana que ven ustedes (pausa) es distinta (pausa), muy distinta (pausa) de la manzana que yo veo (pausa). Sin embargo (pausa), es la misma manzana (sensación)".

Apenas repuesto su público del efecto de la revelación, condescendiente, siguió hablando con pausa para suministrar la clave del enigma:

"Lo que ocurre (pausa), es que ustedes y yo (gran pausa), lo vemos con distinta perspectiva (tableau)".

La manzana de la conferencia de Ortega y Gasset en un cine madrileño, que funcionaba como alternativa a su cátedra universitaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense de la que había sido depurado, vendría a ser el centollo en estos días nuestros y los espectadores de la sala de cine se habrían transmutado en clientes de la marisquería en el caso de que hubiera subido al estrado alguno de los koldos, a los que tanto debemos y de que el público al que debieran adoctrinar se hallara concentrado en un establecimiento especializado como La Chalana. El camarero y los clientes ven el mismo centollo, pero, desde donde lo ve el camarero y desde donde lo ven los clientes, el mismo centollo es muy distinto, aunque sea el mismo.

El camarero y los clientes ven el mismo centollo, pero, desde donde lo ve el camarero y desde donde lo ven los clientes, el mismo centollo es muy distinto, aunque sea el mismo

La explicación, siguiendo la exposición de Ortega para la manzana, una vez adaptada al centollo, es que camarero y clientes ven el mismo centollo, pero uno y otros lo ven con distinta perspectiva. Es la distinta perspectiva -del conferenciante y sus espectadores en un caso o del camarero y sus clientes en el otro- la que altera la percepción de la manzana o del centollo para uno y para otros. Ese efecto perspectiva va a ser clave en las comparecencias próximas de quienes sean convocados a las comisiones de investigación del Congreso y del Senado, constituidas para esclarecer tramas y contratos de favor en la adquisición de mascarillas y suministros varios. Porque donde unos padecieron escasez otros descubrieron oportunidades de lucro. Atentos.

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