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Opinión

El dinero y su origen

Las mayores fortunas del globo no necesitan tener mucho efectivo, les basta con poseer un gran patrimonio en activos

El dinero y su origen
Monedas de euro. Pexels

De los conceptos económicos más simples y a la vez más complejos que existen, ese es el del dinero. Volvamos a hacer el ejercicio siempre útil de retroceder en el tiempo y viajemos a su nacimiento. Nadie sabe cómo fue, a mí me gusta imaginarme que, por ejemplo, alguien que compró cebada a cambio de ovejas quería llevarse el cereal pero no tenía en ese momento las ovejas, y como garantía de entrega pudo dejarle algún tipo de joya o metal precioso (o cualquier otro objeto de fácil transporte que se consideraba valioso) hasta que pudiera traer el ganado. Quién sabe, pero es evidente que utilizar algo pequeño para los pagos en lugar del trueque directo resultó más cómodo y mejoró el comercio.

Heródoto, en el siglo V a.C., explicó cómo funcionaba el trueque en el comercio “internacional” en el Mediterráneo: los de fuera llegaban a un sitio, descargaban las mercancías y regresaban a su barco, hacían alguna señal de humo y esperaban la reacción de los nativos, consistente en enseñar lo que estaban dispuestos a entregar a cambio. Si a los de la nave les parecía bien, al volver a desembarcar se lo llevaban y hasta otra, y si no, lo dejaban donde estaba, volvían al barco y esperaban a ver si ofrecían más. Lógicamente ese “sistema” no era demasiado útil y se intentó trocar utilizando un producto de referencia común que equivaliera a los objetos a intercambiar. El problema era encontrarlo y que ambas partes estuvieran de acuerdo en su valor.

En el lenguaje se pueden encontrar pistas de cuales fueron aquellos primeros productos. Por ejemplo, los antiguos latinos se acostumbraron a medirlo todo en cabezas de buey, de hecho la palabra pecunio viene del latín pecus (ganado) y el capital de capita (cabeza). Otro método usado por aquello época fue la sal que además de ser valiosa para conservar carne y pescado (en tiempos con pocos métodos alternativos para evitar la putrefacción), servía de antiséptico aplicado sobre las heridas, y tenía la ventaja de poder ser transportada en saquitos. Con ellos, durante una época se pagaba a los legionarios romanos, de ahí viene la palabra salarium (salario).

Asirios y babilonios empezaron a utilizar barras metálicas en sus transacciones y el oro y la plata empezaron a descollar porque no sólo eran escasos (sinónimo de valiosos), además no se deterioraban

Con todo, eran evidentes las limitaciones de estas primitivas formas de pago y de sustitutos del trueque directo. Anteriormente a los romanos, en la Antigua Mesopotamia –hace más de 4 mil años- se usaban tablas de arcilla como dinero (o como rudimentarios cheques) ya que estaba escrito sobre ellas “se pagará al portador tanto trigo (o tanta cebada)”, exactamente lo que pone en los billetes actuales, que un papel vale algo; es decir, una simple cuestión de confianza. No debió parecerles suficiente ya que allí, en torno al 3000 a.C., asirios y babilonios empezaron a utilizar barras metálicas en sus transacciones y el oro y la plata empezaron a descollar porque no sólo eran escasos (sinónimo de valiosos), además no se deterioraban.

La moneda nace porque los receptores de esas barras metálicas se veían obligados a re-evaluar la pureza de los metales y surgían continuas discrepancias. Siempre según Heródoto, los inventores fueron, hacia el siglo VII a.C., los lidios, un pueblo que vivía en lo que hoy es la costa sur de la actual Turquía. Por lo visto era una mezcla de oro y plata denominada electro. En teoría todas pesaban lo mismo, eran fáciles de transportar y ya entonces había inscripciones sobre ellas que solían ser objetos mitológicos típicos de la ciudad emisora. Historiadores modernos creen que los lidios, centro comercial intermedio entre Oriente y Occidente, copiaron el concepto de moneda de China, donde parece se inventó mucho antes.

Alejandro Magno en el siglo IV a.C. fue el primero en unificar todas las emisiones de cada polis (ciudad) en un sistema monetario nacional griego

El caso es que en el este del Mediterráneo la moneda había pasado a ser no sólo un instrumento de pago y de compra, también una mercancía en sí misma, una forma de medir la riqueza más allá de la posesión de tierras y objetos. Alejandro Magno en el siglo IV a.C. fue el primero en unificar todas las emisiones de cada polis (ciudad) en un sistema monetario nacional griego: la moneda panhelénica fue denominada tetradracma y solía tener impreso en sus lados a Heracles y Zeus. De nuevo el lenguaje nos ayuda a entender la importancia de la moneda, ya que en griego era nómisma, derivada del término nómos que significa ley. Aristóteles en el siglo IV a.C. consideraba a la moneda como un instrumento de igualdad y justicia social. El general Ptolomeo fue el primero que decidió poner la imagen de un mortal en una moneda: la de Alejandro Magno tras su muerte y siglos después Julio César fue el primero en colocar la imagen de un personaje vivo, la de él.

Pago de tributos

Precisamente de una moneda romana, el denarius (que significa que contiene diez ya que equivalía a 10 ases), viene la palabra española dinero. También del denarius procede el actual dinar, divisa típica de varios países (Argelia, Jordania, Serbia, Túnez, Macedonia…). Por cierto, el sustituto del denarius fue el solidus de donde procede el español sueldo. Puestos a contar anécdotas etimológicas, era costumbre en la Roma de entonces repartirse o vender al mejor postor las pertenencias confiscadas tanto por faltas en el pago de tributos como de los botines de guerra, y la forma era colocando los objetos bajo una lanza clavada. “Debajo de la lanza” en latín se decía sub hasta, así que es fácil adivinar qué palabra española procede de aquella expresión (curiosamente, en nuestro idioma la palabra lanza no procede del latín sino del lenguaje celtíbero).

Como vemos, una vez cerrado el capítulo etimológico, las monedas existen desde hace casi tres mil años y no han variado demasiado ni de forma ni de aspecto pero sí se ha fortalecido su valor simbólico en relación al valor de sus componentes. Ya no son ni de oro ni de plata sino de un metal barato –o papel en el caso de los billetes- e incluso hay quien aboga por hacerlas desaparecer como forma de representación del dinero. aunque sirven para lo mismo que en su origen: favorecer los intercambios comerciales y como método de pago por servicios.

El dinero sólo nos sirve porque creemos en la fortaleza de la economía del país que lo crea y que esa creencia es universal

Este cambio en el que la confianza sustituye casi en su totalidad al material del que está hecho el dinero fue muy anterior al fin del patrón oro. Éste sólo significó que los tenedores de billetes y monedas ya no podían cambiar los billetes por el metal precioso pero creerse que eso era posible ya era, en sí mismo, un acto de fe hacia el emisor. Pero es cierto que a día de hoy, todo es confianza. El dinero sólo nos sirve porque creemos en la fortaleza de la economía del país que lo crea y que esa creencia es universal (porque de nada nos sirve poseer una divisa que no sea reconocida por los demás) ya que nadie sabe si la cantidad de dinero emitido se corresponde con activos reales, es –repito- un acto de fe. Por eso, en cuanto se duda de un país, su moneda pierde valor y el efecto contagio es muy rápido.

En la actualidad confiamos en algo tan virtual como las anotaciones que vemos en el ordenador hasta tal punto que todos los días billones de dólares cambian de mano en los mercados de divisas sin que nadie los vea. Pero que nadie se asuste, en estos tiempos de internet no es necesario tanto papel ni tanto metal. Un multimillonario actual no necesita una piscina de dinero como la que tenía el Tío Gilito (para los más jóvenes una especie de Señor Burns), le basta con ver su saldo en una pantalla de ordenador. Por no citar al que piensa que las criptomonedas son dinero.

Las criptos, presente y futuro

De todos modos, las más grandes fortunas del globo no necesitan tener mucho efectivo, les basta con poseer un gran patrimonio en activos. Pero ojo, no caigamos en la trampa de los que elaboran rankings de fortunas y dicen que tal multimillonario tiene tanto porque posee numerosos activos que a un precio de mercado valen tanto en dinero, ya que una cosa es hacer ese cálculo y otra hacer efectiva esa operación, ¿O es que alguien se cree que si Amancio Ortega vende mañana todas sus acciones de Inditex (y todas sus inversiones inmobiliarias) lo podrá hacer al precio de cierre de ayer? Seguramente las primeras sí, pero una vez lance el aluvión de papel al mercado, cada vez las venderá más y más baratas. Por eso, y por otros motivos más, no es lo mismo poseer un activo valorado en equis dinero, que tener ese equis dinero en mano.

La ultimísima innovación en cuanto a dinero son las criptomonedas. Aún no está claro si son tan sólo un activo especulativo o, como afirman sus defensores, estricta y puramente, el dinero del futuro. Pero es evidente el éxito que están teniendo. En el fondo no deja de ser otro síntoma más de la reducción de la confianza en las divisas emitidas por los bancos centrales. Difícilmente hubieran sido tan populares sin una política monetaria ultra-expansiva como la que estamos viviendo desde hace más de una década. Hasta un algoritmo basado en una tecnología que muy pocos entienden inspira más confianza a muchos, que unos bancos centrales que crean dinero para comprar deuda incluso a tipos de interés negativo.

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