Opinión

El convidado de piedra

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reunión con el rey Mohamed VI.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reunión con el rey Mohamed VI. Europa Press

El desprecio con el que Marruecos trata a Pedro Sánchez debe tener alguna explicación. El 14 de marzo de 2022 el presidente envió una vergonzosa carta a Mohamed VI en la que se reconoce y acepta la solución marroquí para resolver el problema de la ocupación ilegal del Sáhara Occidental y se renuncia a seguir defendiendo a los saharauis que habitaban ese territorio en 1975. A pesar de lo cual el régimen marroquí permite, el 24 de junio de 2022, apenas tres meses después de la rendición de España, un asalto salvaje a la valla de Melilla que se salda con 23 muertos y decenas de desaparecidos. No era una novedad, un año antes, en mayo de 2021 Marruecos abrió sus fronteras y permitió que más de 3500 personas buscaran refugio en Ceuta, en lo que se piensa fue una venganza por haber acogido en un hospital español al máximo responsable del Frente Polisario, que había anunciado en 2019 que reanudaba la guerra contra Marruecos. Con el apoyo de Argelia, por supuesto.

La carta de Sánchez significa que ningún país va a defender a los saharauis en las Naciones Unidas. Fin del problema. Un problema de primera magnitud para Marruecos.

Tampoco sabemos cómo se ha convencido, presionado o “animado” a Sánchez, ni el calibre de los argumentos utilizados por quien sea, ni por qué Sánchez no se atreve a dar ninguna explicación ni a las Cortes ni a su propio gobierno


La España representada por Sánchez no parece haber negociado con Marruecos. No ha habido, aparentemente, reuniones ni contrapartidas al cambio de la política española. Por el contrario, es muy probable que haya habido negociaciones con Estados Unidos y que la cesión tenga que ver, en su origen, con el temor norteamericano a la debilidad del régimen alauita cuando se produzca el “hecho sucesorio”. Obviamente, tampoco sabemos cómo se ha convencido, presionado o “animado” a Sánchez, ni el calibre de los argumentos utilizados por quien sea, ni por qué Sánchez no se atreve a dar ninguna explicación ni a las Cortes ni a su propio gobierno.

Quizá el desprecio de Marruecos a Sánchez, puesto de manifiesto cuando, a principios de 2023, viajó oficialmente a Marruecos y Mohamed VI aprovechó el acontecimiento para desaparecer, sea sólo una extensión del desprecio a España y a los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero y Sánchez y al gobierno inane de Rajoy.

Marruecos y España han tenido muy malas relaciones históricamente. España fue titular de un Protectorado sobre el norte de Marruecos desde 1912 hasta el 2 de marzo de 1956. Francia también renunció a su Protectorado sobre el sur de Marruecos unos días después, el 7 de abril de 1956. Un final precipitado por la presión de Estados Unidos, con quien habíamos firmado el 23 de septiembre de 1953 los Pactos de Madrid, que rompieron el aislamiento del franquismo y nos permitieron ingresar en las Naciones Unidas en 1955. Estados Unidos no sólo presionó a España con su política anticolonialista. En diciembre de 1956 intervino en la guerra del Canal de Suez y obligó a retirarse a los ejércitos del Reino Unido, Francia e Israel que habían invadido Egipto por la nacionalización del canal.

Sin el apoyo de Estados Unidos y de la inteligencia israelí la historia de habría tenido el mismo final, pero en otras condiciones


Entre 1957 y 1959 tropas irregulares marroquíes intentan expulsar a España de Sidi Ifni. No lo consiguen. Durante años se suceden reuniones y conversaciones para la “retrocesión” del territorio, hasta que en 1969 España abandona ese territorio sin negociar con Marruecos. En 1975 Estados Unidos e Israel apoyan logística y militarmente la Marcha Verde sobre el Sahara Occidental. El rey Juan Carlos, en ese momento jefe del Estado en funciones mientras Franco agonizaba, negocia con Estados Unidos para detener la marcha antes de que llegara a la línea de defensa del ejército español. España acepta salir precipitadamente del Sahara Occidental con el compromiso de que defendería los derechos de la población saharaui.

Tanto el final del Protectorado como el abandono de Sidi Ifni y del Sahara Occidental no son triunfos del régimen alauita. Sin el apoyo de Estados Unidos y de la inteligencia israelí la historia habría tenido el mismo final, pero en otras condiciones.

En julio de 2002 el régimen marroquí ocupa la isla Perejil. El gobierno de Aznar reaccionó militarmente y expulsó a los marroquíes, no sin negociar, simultáneamente, con el gobierno norteamericano para evitar agravar aún más el enfrentamiento con Marruecos.

El gobierno de Rodríguez Zapatero decide no investigar lo ocurrido y la Audiencia Nacional renuncia a identificar a los autores intelectuales que parece que fueron marroquíes


El odio de la monarquía alauita a España se exacerba. Por Perejil, Ceuta, Melilla y otros islotes próximos a la costa marroquí. Dos años después, el 11-M de 2004, tienen lugar los atentados terroristas de Atocha. Con autoría marroquí, colaboración activa de algunos españoles y la negligencia inoperante de nuestros servicios de inteligencia. El gobierno de Rodríguez Zapatero decide no investigar lo ocurrido y la Audiencia Nacional renuncia a identificar a los autores intelectuales que parece que fueron marroquíes. La debilidad del gobierno español y de nuestra justicia transforman el odio del régimen marroquí en desprecio. El maltrato funciona.

Ya antes de los atentados el régimen marroquí utilizaba las fronteras de Ceuta y Melilla para chantajear a nuestro país. Desde entonces la presión no ha dejado de aumentar. España paga subsidios, créditos blandos y facilidades comerciales a Marruecos a cambio del control de las fronteras por parte del ejército marroquí. Al tiempo, la política marroquí es cada vez más permisiva con las organizaciones mafiosas que no paran de enviarnos drogas y subsaharianos desesperados.

Estados Unidos ha protegido históricamente a la dictadura conservadora marroquí desde antes de 1956. La dinastía alauita es la única que ha sobrevivido a las revoluciones y guerras de independencia del mundo musulmán - excepción hecha de los países petroleros de Oriente Medio - en el siglo XX y en lo que va del XXI. El régimen marroquí ha sido capaz de controlar hasta ahora- al salafismo y al terrorismo iraní. Y ha sido capaz de derrotar los intentos de la extinta URSS de provocar revueltas marxistas en el país, apoyándose en Argelia, que todavía tiene el ejército más poderoso del norte de África. Nada de todo ello habría sido posible sin la ayuda política y militar de Estados Unidos y quizá, de los servicios de inteligencia israelíes.

La carta de Sánchez se alinea con la política de Trump. Una sorpresa mayúscula, porquedespués de los gobiernos de Aznar las relaciones entre España y Estados Unidos, y también conIsrael, se han deteriorado gravemente


Las relaciones de Marruecos con Israel tienen su origen en una numerosa población israelí asentada en Marruecos desde hace siglos. Y que se vio obligada a abandonar Marruecos para asentarse en Israel, en los años 60 del siglo pasado. El régimen marroquí ha mantenido estrechas relaciones con Israel desde 1949, a pesar del desplazamiento de la colonia israelí. Tanto Mohamed V como Hassan II intentaron reconocer al estado de Israel en numerosas ocasiones, pero no se atrevieron por las presiones de Arabia Saudita y las intifadas palestinas.

Israel ayudó, como Estados Unidos, a organizar la Marcha Verde, y posteriormente, al diseño y construcción del muro que salvaguarda la costa y los principales asentamientos marroquíes en el Sahara Occidental. Aún más importante, ha ayudado a Marruecos a defenderse, con sus servicios de inteligencia, de los extremismos yihadistas de chiitas y sunníes.

La colaboración entre Marruecos, Estados Unidos e Israel se prolonga ya a casi 70 años. Hasta donde se conoce, es evidente la alianza ideológica antiyihadista, una alianza militar para frenar a Argelia y lógicamente una relación muy estrecha entre sus respectivos servicios de inteligencia. La política exterior marroquí ha sido la gran excepción en el mundo árabe y musulmán.

El 10 de diciembre de 2020 el presidente Trump sorprende a España, Argelia, a la mayoría de países árabes aunque no, probablemente, a Arabia Saudita – y a las propias Naciones Unidas con su anuncio de que Marruecos reconocería oficialmente al estado de Israel -lo que ocurrió 20 días después- y que Estados Unidos modificaba su posición respecto al conflicto del Sahara Occidental, aceptando la solución marroquí frente a la mantenida por España desde 1975, amparada por la mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas.

Simultáneamente otros tres estados árabes, Bharein, Emiratos Árabes Unidos y Sudán reconocieron también, oficialmente, al estado de Israel.

La carta de Sánchez se alinea con la política de Trump. Una sorpresa mayúscula, porque después de los gobiernos de Aznar las relaciones entre España y Estados Unidos, y también con Israel, se han deteriorado gravemente. Creo que de ahí surge la teoría del chantaje, con o sin “incentivos” a Sánchez por la información reservada que se podría haber obtenido de sus medios digitales.

En mi opinión, si eso hubiera ocurrido, esa información podría no haberla obtenido Marruecos. Lo lógico es pensar en los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel. Al fin y al cabo, Marruecos es su aliado, mientras España dejó de serlo con el gobierno de Rodríguez Zapatero.

Una ruptura de relaciones escenificada por su decisión de sentarse durante un desfile de las Fuerzas Armadas al paso de la bandera norteamericana. Es incluso posible, y lo digo sin ninguna prueba, que Marruecos quedara tan sorprendido de la capitulación de Sánchez, como la misma España. Una vez superada la vergüenza de nuestra huida de las responsabilidades que contrajimos con los saharauis en 1975, nuestra política exterior debería tener en cuenta la posible implosión del régimen dictatorial marroquí, que podría traducirse en la llegada de cientos de miles, o incluso más, de marroquíes y subsaharianos a nuestras costas. Una experiencia por la que ha pasado Grecia y, en menor grado, Italia. La primera, como consecuencia de la guerra civil en Siria y la segunda por la descomposición del régimen libio. Lo que implica inversiones sustantivas en nuestra marina, nuestro ejército y nuestras fuerzas aéreas. Así como una logística que, en la
medida de lo posible, y si esa invasión se produjera nos ayudara a reaccionar adecuadamente.

Y ya sabemos que la Unión Europea, también con la cooperación española, se ha lavado las manos ante las avalanchas de refugiados y ha dejado solos a Grecia e Italia frente a esas olas de inmigración incontroladas.

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