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Opinión

Dos no se “reconcilian” si uno no quiere

Pedro Sánchez pretende convencernos de que la Ley de Amnistía no es el pago del chantaje de Junts para obtener el imprescindible voto de sus siete diputados a todas y cada una de las propuestas que se voten en el Congreso durante esta legislatura, sino que forma parte de una verdadera política de “reconciliación” en la sociedad catalana, fracturada desde el fatídico referéndum soberanista ilegal del 1-O, y de toda ella con el resto de España.

Lo que ocurre es que no pasa un día sin que el huido Carles Puigdemont se esfuerce sobremanera por demostrar al mundo que, de reconciliación, nada; que veremos si el magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena tiene suficientes arrestos para ordenar su detención cuando vuelva desde el “exilio” (sic) en Waterloo (Bélgica) y que él se va a presentar a las elecciones autonómicas el 12 mayo, sí o sí, precisamente para seguir adelante con el proceso soberanista catalán interrumpido por la “represión” practicada por el Estado a partir del 1-O.

Y no solo eso: junto a Puigdemont, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y, en general, todo el mundo independentista, aseveran que el referéndum de autodeterminación a por el que van ahora lo pactarán con el Estado, es decir, con Pedro Sánchez, quien en tal caso se vería obligado a delinquir y faltar a su promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución para darles la razón y desmembrar España. Así, como suena.

Para dar verosimilitud al relato que emiten, desde el PSOE y desde ese PSC que lidera el virtual ganador de esas elecciones, Salvador Illa, se insiste en que todo en Puigdemont & cia es una farsa; que el independentismo ya ha asumido, diga lo que diga, su derrota. Solo falta ya que los catalanes apoyen a Illa masivamente el 12M para cerrar el círculo... Y colorín, colorado

Naturalmente, como no pueden dar un portazo, para imprimir verosimilitud a la única respuesta que pueden emitir ante semejante desafío desde el PSOE y desde ese PSC que lidera el virtual ganador de estas elecciones, Salvador Illa, se insiste en que todo lo que dicen Puigdemont & Cia forma parte de una escenificación para su parroquia… como si el PSOE no tuviera parroquia, le vote o no.

Concretamente, su parroquia es bastante más de la mitad de la población de Cataluña, que no es independentista -en el referéndum ilegal del 1-O participaron solo 2,4 de los 8 millones de personas que allí viven, conviene no olvidarlo- , y el 99% de los españoles atónitos repartidos por el resto del país; a todos se nos viene a decir que no pasa nada, que los independentistas ya han asumido, digan lo que digan en público, su derrota. Y solo falta ya que los catalanes apoyen a Illa masivamente el 12 de mayo para cerrar el círculo virtuoso de la reconciliación. Y colorín colorado

El ‘castillo de naipes’

El problema de ese relato son los hechos, siempre tozudos, que desmienten semejante optimismo. A Illa se le está poniendo cara de Feijóo. O, dicho de otra manera: Ya puede ganar las elecciones adelantadas por su rival, el hoy presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que si Junts y ERC tanto monta monta tanto vuelven a sumar con los radicales de la CUP mayoría absoluta de 68 diputados en el próximo Parlamento Catalán -lo pronostican las mismas encuestas que dan la victoria a Illa- el ex ministro de Sanidad y su mentor Sánchez se quedan sin su Presidencia de la Generalitat. La política es así de cruel, que se lo digan a Feijóo.

Y, a partir de ahí, el problema ya no será para el candidato del PSC, a quien le espera el PP en los tribunales para dar cuenta de presuntas irregularidades durante la pandemia, sino para un presidente del Gobierno que puede acabar viendo cómo, en tres meses -elecciones catalanas y europeas del 9 de junio mediante- se le derrumba el castillo de naipes de una legislatura construida con más voluntad de permanencia en el poder que acierto; empezó mal, con sucesivas derrotas allá por diciembre, y ahora, por no tener, no va a tener ni sus primeros presupuestos antes de 2025 después de aprobar una Ley de Amnistía que rechaza el 70% de los españoles, incluida buena parte de sus votantes. Jugadón.

El voluntarismo del PSC, asumido por Sánchez, les ha llevado a este callejón sin salida, a sublimar tanto la bondad del gobierno “de izquierdas” con ERC y Comunes -como si la sociedad no siguiera dividida entre buenos y malos catalanes- que les pasa como al mal periodista: no dejan que la realidad de otro tripartito independentista les estropée un buen titular

¿Y por dónde empezó a joderse el Perú, parafraseando al inolvidable Zabalita de Conversaciones en la Catedral? Pues por el principio de realidad; mejor dicho, por no atender a ese principio desde los tiempos en que el PSC de Pere Navarro coqueteaba, con Alfredo Pérez Rubalcaba en la secretaria general de los socialistas, allá por 2011, con ese supuesto 'derecho a decidir' imposible en cualquier Estado de Derecho que se precie de defender lo que sus ciudadanos, los catalanes también, llevan décadas decidiendo sin aspavientos y sin imposturas soberanistas.

El voluntarismo del PSC, asumido convenientemente por Pedro Sánchez primum vívere y ese PSOE siempre dispuesto a diferenciarse del PP, hasta cuando no convenía a España, les ha llevado a este callejón sin salida; a sublimar tanto la “transversalidad” y la bondad que emanaría del unicornio que sería un tripartito “de izquierdas” con ERC y los Comunes -como si esa sociedad no siguiera dividida entre buenos y malos catalanes- que les pasa como al mal periodista: no dejan nunca que la realidad les estropée un buen titular.

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  • V
    vallecas

    El PSOE "no pinta nada" en España. Ese es el precio que paga Sánchez por su Presidencia.
    En Euskadi hará lo que le ordenen. "Oye Otegui, ponte de acuerdo con Ortuzar y me decís lo que hago".
    En Cataluña lo mismo, mera comparsa. Junts y ERC se pondrán de acuerdo, Sánchez-Illa- PSOE a obedecer.
    Para esto ha quedado Sánchez, para ser el felpudo de Otegui y de Puigdemont.
    Sánchez pactará con quien sea, traicionará a cualquiera, venderá lo que sea con tal de seguir en el poder, es un criminal a la fuga.
    Yo desde luego D. Gabriel, preferiría estar en la posición de Feijóo. Aunque claro, para pensar así, hay que ser una persona decente.