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Opinión

El desguace del Estado

El desguace del Estado

Por si alguien tenía alguna duda, este lunes 30 de diciembre ha quedado claramente acreditado que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, está dispuesto a desguazar España con tal de mantenerse en el palacio de la Moncloa.

En una insólita humillación para un país con 500 años de historia, Sánchez está bailando al son que dicta desde la cárcel un condenado por el Tribunal Supremo por un delito de sedición. Así, el presidente en funciones, con el silencio cómplice de todo el PSOE, se está arrastrando patéticamente y modificando las fechas de su propio debate de investidura en función de los tiempos y el calendario que marca la Esquerra Republicana (ERC) de Oriol Junqueras.

La dirección del partido independentista ya ha anticipado que propondrá a sus bases dar vía libre al Gobierno de Sánchez porque "hay que aprovechar esta oportunidad", si bien ha dejado la decisión definitiva para el día 2 de enero en una nueva burla a Sánchez, que esperaba la fumata blanca para este lunes 30. ERC habla de "oportunidad" y de un acuerdo que a día de hoy sigue sin conocerse, a pesar de que el líder del PSOE había prometido hacerlo público. 

Lo que sí tenemos ya son los acuerdos suscritos con Podemos y con los nacionalistas vascos. Con los primeros se ha pactado un texto de medio centenar de páginas en donde, aparte de prometer el desmantelamiento de los siete años de gobierno del PP, anuncian una serie de medidas económicas que llevarán a España al desastre, pues ya se han probado en el pasado: fin de la reforma laboral, subidas de impuestos generalizadas, limitación del precio de los alquileres y, por supuesto, innumerables subvenciones y "bonos sociales" que nadie explica cómo se pagarán sin romper la disciplina presupuestaria exigida desde la Unión Europea.

El pacto con Podemos era previsible, pues buena parte de las medidas contenidas en el mismo ya estaban incluidas en los programas electorales de los dos partidos firmantes. Por eso lo verdaderamente preocupante es el texto del acuerdo con el Partido Nacionalista Vasco (PNV), donde en dos folios no sólo se acepta sin ningún tipo de escrúpulo la retórica chusca del vasquismo (CAV, TAV...) sino que se promete que habrá selecciones deportivas que competirán internacionalmente y que se "adecuarán las estructuras del Estado" para dar encaje a "los sentimientos nacionales de Cataluña y el País Vasco", aparte de ceder 37 nuevas competencias, desde los paradores hasta los puertos, aeropuertos, Seguridad Social...

Lo acordado con el PNV es un diseño territorial totalmente ajeno a cuanto se recoge en nuestra Carta Magna y abre la puerta al desmantelamiento de la Nación. En este terreno, las concesiones de Sánchez han llegado más allá de lo razonable, pues se otorga al PNV carta de naturaleza como interlocutor político en Navarra al aceptar la práctica expulsión de la Guardia Civil de esa comunidad foral.

Para que todo esto fructifique, ya sólo falta el sí definitivo de ERC y los acuerdos con Coalición Canaria (CC), Partido Regionalista de Cantabria (PRC) y Teruel Existe, formaciones que siguen desaparecidas y sin dar explicaciones. ¿Dónde está la aguerrida Ana Oramas que despotricaba contra Podemos hace no tantos meses? ¿Dónde el supuesto patriotismo de Miguel Ángel Revilla?

Una investidura 'escondida'

Y, para colmo, colocan la investidura los días 4, 5 y 7 de enero. ¿Por qué? Porque a unos y a otros les da vergüenza lo que están haciendo, y por eso quieren secuestrar un debate de tanto calado ubicándolo cuando media España está de vacaciones, en pleno fin de semana y con el día de Reyes de por medio. Será una investidura clandestina y vergonzante.

¿Qué hace mientras la oposición? Indignarse y advertir de los males que se avecinan. Sin embargo, todavía hay una última oportunidad para el Partido Popular, Ciudadanos e incluso Vox. Si de verdad se dicen patriotas, deberían aprovechar la sesión de investidura para ofrecer sus votos a Sánchez a cambio de que renuncie a sus pactos con el independentismo, el nacionalismo y el comunismo. Seguramente el presidente del Gobierno desprecie esa última oferta, pero merece la pena intentarlo, aunque sólo sea para salvar la cara en los libros de historia cuando se hable de esta negrísima etapa por la que atraviesa la democracia española.

Y todo ello ocurre a la vez que se producen flagrantes atropellos democráticos, como filtrarle un escrito de la Abogacía del Estado a un preso antes de que lo conozca el propio Tribunal Supremo o como eludir cualquier rueda de prensa, pregunta o incluso contacto con los periodistas para no tener que dar ninguna explicación sobre lo que está pasando.

España se adentra pues en un escenario inquietante, cuyos parámetros se mueven entre la demolición del régimen constitucional tal y como hasta ahora lo hemos concebido y la creación de otro modelo radicalmente opuesto al perfilado en la Transición. Se ha puesto en marcha un arriesgado cambio de régimen, con un aventurero a la cabeza, auspiciado y respaldado por todas las fuerzas que pretenden acabar con la Nación. 

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