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Opinión

Muchos datos, escasa digestión

La desinformación en nuestros tiempos se produce por sobreabundancia, no por su escasez o su veracidad

Vacunación contra la covid en el Hospital Isabel Zendal. Europa Press.

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?

T. S. Elliot

Hace un par de semanas mi hija de cinco años se hizo un pequeño esguince. Se curó con tiempo y un medicamento para el dolor que, por lo visto, tiene un sabor irresistible a “chuche” de naranja. Llevamos desde entonces atendiendo quejas sobre dolores varios: la barriguita, la cabeza, la rodilla, etc.

Cuando los niños aprenden paulatinamente qué es la picardía y la utilizan para sus pequeños fines inspiran gran ternura. La reacción de los padres no debería, sin embargo, quedarse en eso. Si se es buen padre, o al menos se intenta, toca contar a la niña la fábula de Pedro y el lobo.

Los cuentos han sido la forma tradicional de enseñar las consecuencias que tienen las acciones morales. Basta con leer directamente a los hermanos Grimm o a Perrault para comprobar que nuestro mayores no se andaban con chiquitas: los finales suelen ser muy crudos. Crudos, como la vida misma. Es mejor escarmentar en Caperucita ajena. Cuanto antes, mejor.

Así como los niños engañan para no ser reñidos, o para conseguir medicinas deliciosas, los adultos engañamos y autoengañamos por infinidad de motivos, más aún si hay miedo o vanidad en juego. En el caso de la pandemia se juntan ambos factores. Casi todo el mundo ansía caminar sobre seguro en cuanto a salud se refiere, lo que lleva a que muchos se agarren a la Ciencia (con mayúsculas, como cuando hablamos de Dios). Es poca la incertidumbre que somos capaces de soportar.

Imposible evitarlos, de un modo u otro siempre están ahí, como el dinosaurio. Han debido recibir formación en el Ministerio de Hacienda

Las circunstancias han conseguido que florezcan, casi como una plaga, una serie de personajillos por Internet. Parecen sempiternos, poseedores del don de la ubicuidad. Imposible evitarlos, de un modo u otro siempre están ahí, como el dinosaurio. Han debido recibir formación en el Ministerio de Hacienda, no encuentro otra explicación razonable.

Uno de estos ejemplares es el galgo caza literatura científica. El hábitat natural del galgo son las revistas y artículos académicos de medicina que confirman el sesgo desde el que parte su búsqueda. No importa cuál sea dicho sesgo, sino que lo defiende apelando a “los números, los datos, los hechos son los hechos, la Ciencia”, expresiones que harían llevarse las manos a la cabeza tanto a investigadores profesionales como a profesores dedicados a teoría del conocimiento y filosofía de la ciencia. Los galgos no saben estadística, diseño de metodología, desconocen la calidad de las fuentes citadas, el índice de impacto de la revista en el que está publicado, etc. No importa. Los datos, la Ciencia, les dan la razón. Y punto. Y la propagan por las redes, por supuesto.

Lo que mueve al científico endiosado es la vanidad, explicar a todos los internautas cómo se cura (o no) la covid, los quince minutitos de gloria

Otro miembro de la fauna covidiana es el científico endiosado, quien exhibe ufano su formación científica. A esto último le deberíamos poner varias comillas, dado que no es lo mismo ser licenciado en ciencias naturales que dedicarse de forma activa a la investigación científica. Es más, puede uno ser investigador pero, si no es su tema de estudio, el que quiera comprender necesitará la ayuda del que sí es versado en la materia. Lo que mueve al científico endiosado es la vanidad, explicar a todos los internautas cómo se cura (o no) la covid, los quince minutitos de gloria. Si es para aparecer en televisión, mejor que mejor. Los efluvios de la fama le llevan a pensar que está salvando a la humanidad, esa misma ingrata que le vapulea al descubrirse que su mercancía es puro humo. Lo cual, por cierto, no es en absoluto novedoso.

Más allá de reírnos de los personajes que genera la neurosis –al fin y al cabo, todos tenemos nuestras cosillas- urge que tengamos plena consciencia de que la desinformación en este siglo se produce por sobreabundancia, no por su escasez o su veracidad. Espero que ya se me conozca lo suficiente como para que se sepa qué pienso de soluciones como las propuestas por Newtral o similar. Quien no sepa todavía cómo pueden tergiversarse los “datos”, o las imágenes, no creo que le interese mucho lo que exponga en esta columnilla.

Manipular la Universidad

Los caminos a los que nos lleva la desinformación y el engaño se estudian desde hace décadas, por suerte. Pero por idiotas y memos, como el galgo y el endiosado, el problema se complica cada día más, si cabe. Ahora bien, quiero resaltar que la desinformación, ocultación o ignorancia en temas de Humanidades hace igual o más daño a la ciudadanía. Desde hace más o menos una década se han publicado con éxito ensayos divulgativos sobre la Leyenda negra. Es un paso, pero quedan muchas asignaturas por abordar de forma urgente, máxime cuando el Gobierno quiere manejar más todavía (¿es eso posible?) la Universidad. Iba a decir que lo siguiente será meterse en nuestras camas, pero he recordado lo del “sí es sí”. ¿Con qué nos sorprenderán mañana?

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