Opinión

Cursos para violadores

Cartel de la campaña "Ahora hablemos" del Ministerio de Igualdad
Cartel de la campaña "Ahora hablemos" del Ministerio de Igualdad Ministerio de Igualdad

Tengo la suerte de pertenecer a una generación que creció cuando se pensaba que educación sexual era explicar a los jóvenes cómo mantener relaciones de manera sana y saludable. Así lo entendía entonces el Estado, que con el boom del VIH hizo una campaña publicitaria sin precedentes que seguro nadie habrá olvidado: “Así SI DA, así NO DA”.

En una época donde España acababa de salir de una dictadura y encontraba su camino en la transición a una nueva forma de vivir, a pesar de lo que cuatro chaladas feministas, muy bien pagadas, quieran hacernos creer ahora, lo cierto es que a nadie le importaba con quién se acostaban los demás ni lo que cada uno hacía en su cama.

En la televisón que pagamos todos, se hacían programas donde se hablaba de sexo sin tapujos. Programas en los que una sexóloga igual explicaba cómo poner un preservativo, como que todas las prácticas o fantasías que tuvieran lugar en la alcoba eran correctas, siempre y cuando fueran de mutuo acuerdo. Por supuesto, estos programas tenían lugar la madrugada del fin de semana, por lo que si eras adolescente y querías verlos, no te quedaba otra que hacerlo con tus padres, ya que por entonces no teníamos una televisión en cada cuarto. Había una en el salón y nos dábamos con un canto en los dientes. Lo bueno de esto es que propiciaba la conversación entre padres e hijos sobre sexo, de manera natural. Así fue mi caso y no considero que yo fuera una excepción.

Por entonces vivíamos una época de libertad sexual que se solapó con la aparición de enfermedades de transmisión sexual y había que plantarle cara. Había que hacer entender a la población que debía tener sexo seguro y no solo para prevenir embarazos no deseados.

Ahora nos quieren hacer creer que los jóvenes saben más de sexo que nadie, que están mucho más espabilados, solo porque empiezan a tener relaciones mucho antes. Hoy con 14 años es raro el adolescente que no ha tenido sexo.

Lo que no nos cuentan hace tiempo es el increíble incremento que ha habido en embarazos no deseados y en enfermedades de transmisión sexual. ¿Por qué? ¿Cómo se explica que una generación que creció entendiendo la importancia de protegerse no haya educado a sus hijos en esos mismos conceptos? Ni idea. Pero piensen ustedes en las campañas de educación sexual que recuerden y díganme en qué momento se habla de usar métodos anticonceptivos o de ETS. No, ahora lo importante es decirle a los chavales que pueden tener sexo con la luz encendida porque todos los cuerpos son hermosos o que es genial tener relaciones íntimas cuando la mujer tiene el periodo. Es decir: hemos pasado de enseñar a los jóvenes a cuidarse y a madurar para tener unas relaciones sexuales sanas a meternos en su cama y decirles lo que tienen que hacer y cómo.

Lo que me escandaliza es que se hable a los críos de todo lo que se puede hacer, sin explicarles también los riesgos y, especialmente, sin querer entender que estamos hablando de preferencias

He visto libros de la ESO en los que explican de manera explícita el coito anal. Tan explícita, que hacen toda una redacción en torno al uso de lubricantes para que esta práctica no sea dolorosa. En ningún momento logré encontrar un texto en el que se hablara de manera igual de gráfica de poner un preservativo o de las posibles enfermedades que uno puede contraer a través del sexo.

Y no me entiendan mal, a mí no me escandaliza en absoluto que se hable de coito anal o de cualquier otra práctica, lo que me escandaliza es que se hable a los críos de todo lo que se puede hacer, sin explicarles también los riesgos y, especialmente, sin querer entender que estamos hablando de preferencias: que cada uno en su cama puede y debe hacer lo que le dé la real gana, pero no sabrá qué es lo que le gusta y lo que no, hasta que no decida experimentarlo, con la debida madurez para entender lo que está haciendo y por qué.

Lo que vemos con todo esto es que las cosas no están saliendo muy bien: tenemos jóvenes muy precoces sexuamente que con 19 años ya han hecho de todo y saben de todo. No se les puede decir nada porque para ellos los demás somos unos mojigatos que no nos presentamos diciendo: “Hola, me llamo Unicornia y soy agénero”. Y mientras, lo que no nos dicen es que los fines de semana una de las urgencias más recurrentes en los servicios hospitalarios o en las farmacias de guardia es la solicitud de la píldora del día siguiente. No pueden usar un puñetero condón porque eso es de retrógados, pero a cambio tenemos chavalas metiéndose cada fin de semana un coctel molotov de hormonas que vuelven loco a su cuerpo, para provocar el periodo con una píldora abortiva. Si nos molestamos en mirar las cifras de enfermedades de transmisión sexual o las de mujeres que han abortado más de tres veces, ya es para llorar. Sí, mujeres que han abortado incluso más de seis veces y no son pocas. Díganme ustedes, si no se está usando el aborto como un método anticonceptivo, cuando, en realidad, lo cierto es que ya ha habido concepción.

Primero protestan, luego culpan a la pornografía y finalmente piden más dinero para luchar contra la lacra del machismo. Porque la pornografía hace machistas a los hombres

Pero todo esto no parece importarle a este Gobierno tan progresista y feminista, que sigue insistiendo en creer que educación sexual es decirte que aunque estés gorda puedes ir a la playa y que te puedes masturbar aunque tengas 60 años. No soy capaz de describirles la carcajada que soltó mi madre, de 88 años, el día que vio ese anuncio en televisión: “¿Me van a decir a mí estas niñatas a estas alturas cómo tengo yo que darme placer?”. Pues sí, mamá, para eso están.

Para eso y para protestar cada vez que aparece en los medios el asesinato de una mujer a manos de un hombre. Primero protestan, luego culpan a la pornografía y finalmente piden más dinero para luchar contra la lacra del machismo. Porque la pornografía hace machistas a los hombres. Eso nos repiten una y otra vez. Esa es toda su explicación.

Lo curioso es que llevan toda esta semana culpando al porno de los crímenes que han tenido lugar estos días y cuando una indaga un poquito más en esas agresiones y asesinatos, solo puede llegar a una conclusión: tienen ustedes razón, señoras feministas, si la pornografía hace machistas a los hombres, es urgente que prohíban de manera inmediata acceder al porno a todos los marroquíes, ya que todos los delitos de los que hablan son realizados por esa gente. Es más, cada vez que hay una violación grupal o un abuso sexual a menores, incluso niños, son perpetrados por hombres que vienen del continente africano. No sé a qué tipo de pronografía habrán accedido en sus países de origen, pero les ha debido hacer un daño irreparable en la cabeza, casi tan grave como el que tienen aquellas personas que deciden que lo mejor para estos delincuentes que violan, abusan y matan a mujeres y niños, es un curso de reeducación sexual.

Si el curso va a consistir en decirles que lo pueden hacer con la luz encendida, que todos los cuerpos son bellos, que se pueden masturbar con 60 años o que necesitan usar lubricante para practicar el coito anal, por favor, ni se molesten. Ya que no van a cambiar nada ni van a proteger a las mujeres, al menos que no nos cueste más dinero del que ya nos cuestan sus asesinos.