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Opinión

El coronavirus y los yonquis del dinero

Una persona se pone una mascarilla en Italia

El coronavirus ha surgido como un cisne negro que podría trastocar el devenir del crecimiento económico global. Con los datos disponibles en la mano, a fecha de hoy, los riesgos para la salud estarían acotados, incluso aunque se convirtiera en una pandemia global. Por el contrario, las consecuencias económicas negativas podrían ser considerables si el miedo se convierte en la respuesta humana dominante, especialmente en un contexto de enorme vulnerabilidad implícita de la economía global.

Las economías occidentales solo saben sobrevivir de burbuja en burbuja, aspecto que se acentuó en la salida a la Gran Recesión, donde no se hizo lo que económica y socialmente era eficiente. Todo por proteger los intereses de cierta clase, la superclase. Y en esas estábamos cuando el dichoso virus acabó, finalmente, generando las caídas bursátiles de las dos últimas semanas, esas que han puesto de los nervios a los llorones de Wall Street y a los consejos de administración de los bancos sistémicos globales, aquellos que, impunemente, bajo la aquiescencia de los gobiernos de turno, siguen jugando al casino, junto a los individuos más ricos del planeta, vía banca en la sombra.  Si la aversión al riesgo en los mercados financieros continúa, se pinchará la enésima burbuja generada, en este caso la deuda corporativa estadounidense, y podríamos ver importantes quiebras empresariales.

La reacción de los mercados financieros

Durante las últimas dos semanas ha habido fuertes descensos en los precios de los activos de riesgo, salvo el oro y la plata: bolsa, deuda corporativa high yield, deuda soberana periférica, materias primas, carry trades… La anterior fue la peor semana para las acciones desde 2008, con las principales bolsas mundiales bajando más de un 10%. Pero las bolsas estadounidenses, terminaron el viernes sorpresivamente “intervenidas”. Poco antes del cierre, un viernes por la tarde, después de una semana horrenda, cuando todos los vendedores habían terminado de vender y estaban agotados en algún lugar oculto, lamiéndose las heridas, cuando no quedaba liquidez en el mercado, entonces los precios de las acciones rebotaron fuertemente al alza. Esto sucedió durante los últimos 15 minutos de negociación, cuando los vendedores habían desaparecido, y se necesitó sólo un poco de presión de compra para reactivar los precios. Un botón de muestra, el índice S&P 500 se disparó 73 puntos en 15 minutos, de 2.881 a 2.954, bajando "sólo" un 0,8% en el día. Lo mismo sucedió con el Dow y el Nasdaq.

Desde Wall Street se empezó a acosar a la Reserva Federal para asegurarse de que al mercado no se le permita hacer lo suyo

Los economistas llorones y los voceros de Wall Street se estuvieron quejando durante días para que la Reserva Federal “rescatara” sus acciones con promesas de nuevos recortes en los tipos de interés, incluso antes de la reunión de marzo, tal como finalmente acabó pasando este miércoles donde, de manera extraordinaria, recortaron 0,5% el tipo de interés oficial. Se han acostumbrado de alguna manera a la droga que suministran los bancos centrales, y sin ella, son vulnerables a cualquier recaída. Este es el gran drama de la economía global porque el dinero además no se emplea en favor de la actividad productiva y de la ciudadanía, propuesta de trabajo garantizado, siguiendo la Teoría Monetaria Moderna, sino que es un tributo a esa superclase rentista que gana dinero a ex puertas sin hacer nada productivo.

Son los nuevos señores feudales, unos individuos insensibles ante las necesidades de la inmensa mayoría de la ciudadanía. Desde Wall Street se empezó a  acosar a la Reserva Federal para asegurarse de que al mercado no se le permita hacer lo suyo, porque un mercado que funcione realmente, y en el que se permita el desplome de precios, sería demasiado pedir para todos estos inversores, economistas y  corredores de bolsa enganchados a la droga del dinero barato. En lugar de un mercado, quieren la bien engrasada máquina de dinero de los últimos años. Y al final, claro que lo consiguieron, temporalmente.

Las probabilidades de un recorte de los tipos de interés en la reunión de marzo de la Reserva Federal, saltó desde el 8,9% de hace una semana, al 93,6% al cierre del viernes. Trump creó alrededor de Mike Pence su guardia pretoriana contra el coronavirus. El objetivo, guardar la narración, y manejarla, principio de toda administración distópica. Su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin y el economista jefe de la Casa Blanca, Larry Kudlow, se reunieron con los principales bancos estadounidenses, duramente golpeados ya no solo por las caídas en los precios bursátiles, sino también pos sus posiciones cortas sobredimensionadas en oro y plata, donde ante la fuerte subida de sus precios saltaron stop-losses. La cámara de compensación del Comex les exigió nuevos requisitos más altos en los márgenes de mantenimiento. 

Así explota la enésima burbuja

En septiembre del año pasado, en plena desaceleración de la economía global, avisábamos que para que se produjera una recesión debería haber un aumento significativo de la aversión al riesgo en los mercados financieros, que, de nuevo, terminara por explotar la enésima burbuja engendrada por los hacedores de política económica. Este es el devenir del ciclo económico planetario desde 1998, donde, definitivamente, se desmelenó sin complejos uno de los rasgos característicos del sistema de gobernanza neoliberal, la financiarización de la economía en su conjunto. Un resultado colateral, los nuevos devoradores del presupuesto público. Nos referimos a la banca sistémica, bajo el riesgo moral “demasiado grande para quebrar”.

La burbuja que estallaría ahora sería la de la deuda privada corporativa estadounidense. Avisamos de que se podría avecinar una crisis de deuda privada, que podría además activar una crisis de deuda soberana en aquellos países que carecen de soberanía monetaria, como el nuestro. Las empresas no financieras de medio mundo se adentraron en un nuevo lodazal, un río de deudas de su propia creación. Han estado impulsando los precios de sus acciones con adquisiciones empresariales y/o recompras sin fin de sus propias acciones, ambas financiadas con préstamos con tipos de interés bajos y emisiones de bonos basura.

Junto a bancos zombis, ahora tendríamos además corporaciones zombis. En un entorno global de bajos tipos de interés, la búsqueda de rentabilidad halló una nueva fuente comparativamente atractiva, la deuda corporativa emergente estadounidense, que posteriormente se trasladó al resto de áreas geográficas, en la forma de títulos con garantía sobre préstamos CLO, su acrónimo en inglés (Collateralized Loan Obligation). Todo este castillo de naipes el que puede acabar colapsando. Y el coronavirus lo podría activar. ¡Ay, se me olvidaba!, mientras tanto, la banca sistémica sigue meciendo la mano en la cuna a través de la banca en la sombra. Todo muy liberal.

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