Opinión

Contra la historia del éxito

La envidia, al ser un vicio inconfesable a nivel individual, se ha consolidado socialmente a través de la izquierda política

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Es un común denominador de todas -sin excepción- las investigaciones contemporáneas sobre la prosperidad de las naciones atribuirla a:

  1. Las acumulación progresiva del conocimiento,
  2. La innovación facilitada por un marco institucional favorable, y
  3. Un entorno competitivo que permita la libre entrada y salida de los mercados.

Así responden a la pregunta "¿Qué impulsa al crecimiento económico?" los autores de un reciente ensayo: El poder de la destrucción creativa, consumados y muy reconocidos especialistas en la materia, Philippe Aghion, Céline Antonin y Simon Brunel.

Este incuestionable consenso académico se ve reforzado por innumerables investigaciones modernas que también coinciden en señalar que el despegue económico de Europa y su liderazgo mundial durante siglos se produjo tras la caída del Imperio Romano gracias a la fragmentación del poder político y la libre competencia en los mercados. De hecho, las raíces de la primera revolución industrial que impulsó un simpar crecimiento exponencial de la riqueza y la población proceden del medievo.

Es obligado recordar al respecto que la Ilustración europea, más literaria y mitológica que aficionada a los datos y el contraste empírico de sus hipótesis, acuñó la tesis -todavía, aunque cada vez menos, en vigor- de la "caída de Roma" como una desgracia para Europa seguida de otra aún mas falsa -a la luz de la realidad histórica- cual fue denominar "edad oscura" a una luminosa Edad Media.

La caída de Roma, no solo no fue una desgracia, sino una condición necesaria para el progreso de la innovación tecnológica y la libre competencia en los mercados

Hoy sabemos, gracias a una miríada de investigaciones empíricas, que la caída de Roma, no solo no fue una desgracia, sino una condición necesaria para el progreso de la innovación tecnológica y la libre competencia en los mercados mientras que los derechos de propiedad y la limitación del poder político se extendían en Europa.

La principal clave de la civilización occidental, para Niall Ferguson en su ensayo The West and the Rest, ha sido la dedicación de muchas de sus más brillantes mentes a perseguir el conocimiento y aplicarlo libremente en competencia multi-nivel, entre estados y en ellos incluso en las ciudades; lo que ayuda a explicar la rápida difusión de los avances tecnológicos en la Europa post-romana. Comparada con la gran variedad de cultual de Europa, Asia era un espacio monocromático; la Ciudad Prohibida de Pekín lo atestigua.

Molinos y relojes

El estancamiento tiene lugar porque las élites no necesitan de la innovación, y lo que es peor, incluso la destruían cuando ocurría. Es el caso de los romanos, que conociendo los molinos de agua no los usaban, o el Imperio Otomano que prohibió el reloj mecánico, como China. "En tiempos del descubrimiento de América, los europeos usaban comúnmente gafas para ver de cerca, que estaban prohibidas en China" nos recuerda Rodney Starken su How the West Won.

Sirva todo lo dicho para valorar la ridícula campaña socialista, que en contra de la historia del éxito de las naciones, pretende suspender los factores que lo hacen posible en la comunidad de Madrid y a lo largo de la historia.

La única explicación posible de la manía progresista contra el éxito de Madrid es un sentimiento de envidia igualitaria, que ya caracterizó Aristóteles:

  • "Sólo se envidia lo que tiene valor, y además, pertenece a alguien.
  • El envidioso no se siente capaz de lograr por sí mismo lo que envidia, solo ansía que el otro no lo logre.
  • La envidia es un pecado inconfesable; nadie se declara envidioso"

Para Kant: "La envidia es la inclinación a contemplar con dolor el bien de otro, a pesar de que no perjudica el bien propio".

Ideologías igualitarias

Para Gonzalo Fernández de la Mora: "La envidia pública requiere un cierto grado de intercomunicación y liderazgos encubiertos. Como el sentimiento es inconfesable necesita una legitimación enmascarada que suele ser una ideología igualitaria, que necesita ser hipócrita".

La igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad.

Sostiene Carlo M. Cipolla en sus Leyes fundamentales de la estupidez humana que "una persona estúpida es la que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio; y añade que siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".

Estupidez política

Sobre la propuesta de subir los impuestos a "los ricos" de Madrid –para sufragar los despilfarros socialistas- se sabe que apenas tiene capacidad recaudatoria: se trata de dar lecciones de envidia disfrazadas de estupidez política.

La envidia, al ser un vicio inconfesable a nivel individual, se ha consolidado socialmente a través de la izquierda política que con la excusa de perseguir un pernicioso objetivo: la igualdad de fines, no de oportunidades, trata por todos los medios de desposeer de sus logros a los triunfadores para supuestamente repartirlos entre los perdedores.

La citada sublimación institucional de la envidia igualitaria está conociendo en los últimos tiempos un progreso sin igual, pero la historia del éxito de las naciones está alejada por completo de tales supuestos; lo contrario de las naciones fracasadas.