Opinión

Cómo no perder Navarra

Cristina Ibarrola. Eduardo Sanz / Europa Press

El PSN de María Chivite gobierna en Navarra en su segunda legislatura gracias al apoyo consecutivo de EH Bildu. Un apoyo «incondicional». Sin embargo, cuando UPN ha perdido la Alcaldía de Pamplona por una moción de censura de los de Otegui apoyada por los socialistas, el mundo del constitucionalismo ha reaccionado con una airada sorpresa que indigna por lo que reclaman. «No nos esperábamos esto del PSOE, han olvidado que asesinaron a una docena de su partido». «Confiábamos en ellos». «El PSOE ha cambiado». Así se expresan líderes de UPN y PP estos días. Como el que se levanta tras una mala noche con desorientación, visión borrosa, pérdida del sentido del tiempo, del espacio y la memoria. Desubicados. Culpables. No reconocen su participación por su relato cómplice con el PSOE, socio fundamental de ETA en su plan de construcción de una nación inexistente por el que asesinaron españoles durante 40 años.

¿Qué PSOE bueno? Lo que hubo fueron algunas personas decentes, heroicas y momentos dignos que resultan anecdóticos con la perspectiva global del tiempo. Un partido donde la mayoría nunca se indignó cuando asesinaron a centenares de militares y Guardias Civiles. No eran sus muertos. Para ese sector, en absoluto minoritario, eran derecha española y eso parecía sentenciar la culpabilidad de la víctima para ellos. Por eso la mayoría de sus votantes en la actualidad, y desde que Zapatero inició el proceso de destrucción nacional para perpetuar a la izquierda en el poder, ha sido tan natural hacer borrón y pactar la presidencia del Gobierno. Ya no matan, da las gracias y no recuerdes a los que asesinaron que eso es utilización del terrorismo. El ministro Óscar Puente ha puesto la guinda a décadas de vil relato socialista con su «Bildu tiene derecho a la vida». A la vida. El único motivo por el que EH Bildu está hoy vivo políticamente en las instituciones es porque mataron física y civilmente a miles de personas. Si no hubiesen infundido el terror tribal, provocado un exilio masivo y el exterminio literal de sus oponentes políticos, Aizpurua no se pasearía sonriente con su complicada cara por el Congreso de los Diputados. La violencia sale rentable en la democracia española.

Si el PSOE ha blanqueado a ETA, el Partido Popular ha blanqueado al PSOE con su obsesión por acercarse a él, por pactar con él, por pertenecer al sistema que controla el socialismo. Esta semana un exaltado Juanma Moreno gritaba que España necesita al PSOE. Sí, pero disuelto y juzgado. Es un caso único. No por pretender un régimen de control absoluto del poder, sino porque el proyecto de poder del PSOE ataca la unidad de la nación. Ni Nerón pretendió tal cosa.

Las apelaciones ahora a la «unidad de los constitucionalistas» resultan desfasadas, con aroma a derrota, a timado. Tras el 2017 se ha probado que no es la vía necesaria

Las apelaciones ahora a la «unidad de los constitucionalistas» resultan desfasadas, con aroma a derrota, a timado. Tras el 2017 se ha probado que no es la vía necesaria. Por un lado, porque nunca se antepuso lo que realmente atacaban, lo que podía salvarnos, España. Eso que había que esconder durante décadas de prístina democracia constitucionalista para que no te identificasen como franquista. Y por otro lado, porque reivindicar una Constitución que se ha demostrado inservible para mantener un sistema democrático nacional y poder impedir que un Pedro Sánchez cualquiera expolie el futuro económico y moral del país. Un texto que estableció un sistema de incentivos contrarios a la unidad en un régimen autonómico y su relación con las Cortes Generales. Una Constitución de 1978 que fue negociada y dictada en puntos clave por quienes tenían un proyecto de destrucción nacional para construir su feudo corrupto regional. El negocio más rentable y duradero de la democracia del 78 ha sido atacar a España.

Cuando llegue el momento, que llegará pronto, en el que la anexión a Navarra sea el debate

En un momento en el que Otegui puede activar la Disposición Transitoria 4ª de la Constitución, la propuesta de anexión de Navarra a la autonomía del País Vasco con una iniciativa en el Parlamento navarro y un posterior referéndum.

La UCD pactó con el PNV la DT4ª, provocó la segregación de una parte y se constituyó UPN. Un partido que nació por ser consciente del peligro que implicaba este artículo. Luego no hizo nada para evitar su aplicación. Tras años de educación y televisión autonómica en vascuence en territorio navarro, el éxito del referéndum no es improbable.

Cuando llegue el momento, que llegará pronto, en el que la anexión a Navarra sea el debate. Cuando se celebre por primera vez un referéndum constitucional cuya finalidad última es acabar con la unidad nacional, Otegui será el constitucionalista y ése será el discurso de los medios del régimen. Y tendrán razón. El proyecto de ETA no es un proyecto autonómico, sino nacional hispanófobo. Saben que han de anexarse Navarra antes de plantear cualquier independencia del país vasco y la Constitución española les brinda el artefacto suicida perfecto. Reivindicar ser constitucionalista refuerza la legitimidad de los de Otegui cuando utilice la aplicación de la Constitución junto al PSOE contra la nación.