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Opinión

Casado vs. Ayuso

La presidenta madrileña convocó las elecciones y, desde el primer momento las planteó como un debate ideológico: “socialismo o libertad”

Casado vs. Ayuso
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder del PP, Pablo Casado.

Hace unos días, Isabel Díaz Ayuso anunció su voluntad de presentar su candidatura a presidir el PP de Madrid. Inmediatamente después, el establishment del partido, desde Génova, empezó a mostrar, de forma más o menos explícita, sus reticencias ante esta pretensión. Por mucho que los cabecillas de esa cúpula –Casado, Egea y Almeida- lo intenten disimular, resulta meridianamente claro que no les gusta nada la idea de que Ayuso sea la presidenta del PP de madrileño. ¿Y por qué no les gusta que Ayuso, que preside la Comunidad de Madrid, presida también el PP regional, como hacen todos los demás líderes autonómicos populares que presiden el gobierno de sus Comunidades? No hay que darle demasiadas vueltas, los que mandan en Génova no quieren que Ayuso acumule esos dos cargos por la simple razón de que representa una manera de hacer política radicalmente opuesta a la suya.

La experiencia de los últimos meses es especialmente aleccionadora para entender esta afirmación. Desde hace un año, Casado ha tomado una serie de decisiones que han dejado inequívocamente clara cuál es su estrategia ante la situación política en que estamos metidos: Ha destituido a Cayetana Álvarez de Toledo y la ha sustituido por una portavoz inane porque ahora cree que no hay que plantar cara ideológicamente al gobierno Sanchezstein, después de haberla nombrado para que hiciera precisamente eso: dar la batalla ideológica. Por cierto, ganándole todas las batallas al sanchismo-comunismo que nos gobierna.

Apartarse del centro

Ha insultado gravemente a Santiago Abascal para quedar bien ante el tribunal inquisitorial de la corrección política, que ya sabemos que tiene como objetivo irrenunciable la ilegalización de Vox, y para dar la sensación ante ese mismo tribunal de que él es un político que no se aparta del centro, con la pretensión última de hacerse con los votos de Cs y con la soberbia osadía de desafiar a Vox a que, llegado el momento, no se ponga al servicio del PP.

Y ha dirigido una campaña electoral en Cataluña para la que no se ha privado de criticar lo que el PP había hecho el 1-O, con el resultado de perder uno de los escuálidos cuatro escaños con que el PP contaba en el Parlamento de Cataluña. Resultado que sumió a todo el PP en una depresión muy profunda.

Una depresión de la que lo sacó, de manera casi milagrosa, Isabel Díaz Ayuso, con sus reflejos y con su manera de hacer política, que es diametralmente la opuesta a la que preconizan los jerarcas de Génova. Ayuso convocó las elecciones y, desde el primer momento las planteó como un debate ideológico: “socialismo o libertad”, para escándalo de los que mandan en Génova, que parecen no tener claro ni lo que es el socialismo ni lo que es la libertad, y la prueba es la ausencia del menor texto o discurso de cierta hondura ideológica en sus intervenciones o publicaciones.

El triunfo arrollador de Ayuso en mayo supuso, y así lo entendieron los apparatchiki actuales del PP, una enmienda a la totalidad de lo que predica Casado desde hace un año, algunos dicen que inspirado por lo que queda de FAES. Y claro, una enmienda a la totalidad es muy difícil de digerir, sobre todo si todavía se tiene la sartén por el mango; de manera que era absolutamente esperable que esos mismos apparatchiki intenten impedir que, en modo alguno, Ayuso sea la presidenta del PP de Madrid. Aunque, a poco que no estén cegados por los vapores que da el poder dentro de un partido, tendrán que reconocer que Ayuso será o no la presidenta del PP de Madrid o del PP nacional, pero que hoy en día la única líder, líder de verdad, que tiene la derecha y el centro-derecha españoles es ella.

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