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Opinión

Un señor de Ávila, un presidente triste y un vice maleducado

Un señor de Ávila, un presidente triste y un vice maleducado

Este es el nivel. Habrá que acostumbrarse si no queremos caer en una resignación oscura que nos lleve, todavía más, a un pesimismo galdosiano. En una semana en la que, a diferencia de la mayoría, ha habido noticias en vez de chascarrillos, nuestros líderes han tenido que dar el do de pecho y afrontar situaciones para las que no demuestran estar preparados.

Así, cuando la Justicia de nuevo acorrala al Partido Popular e investiga el uso partidista y corrupto de las instituciones del Estado en beneficio propio su actual y todavía líder Pablo Casado afrontó con su habitual serenidad, altura de miras y profundidad de discurso el enésimo trance delictivo de sus siglas y pronunció una frase que ni Winston Churchill: “Yo era diputado por Ávila y no tenía responsabilidades en el PP”. Fin de la cita. Eso es dar la cara y hacer un ejercicio de transparencia, responsabilidad y demostración de que este PP tan suyo y tan a la baja no se parece en nada al corrupto y condenado de épocas anteriores. En nada, excepto en algunas cosas.

Qué altura política, qué visión, qué estrategia de avestruz que emula a aquella que los púberes decían que el perro se había comido los deberes. Es un argumento tan bueno que a partir de ahora, cuando a Sánchez le recriminen los ERE de Andalucía, le bastará con decir que él era un concejal de Madrid. Y santas pascuas. Nadie se responsabiliza de nada y así vamos pasando páginas y páginas de corrupción, de condenas firmes, de abusos de las estructuras del Estado que creen suyas y la vida sigue fetén para ellos y su clan de palmeros cavernario, mientras el resto de España, la que madruga de verdad y no solo en eslóganes, se desangra en una crisis económica que golpea con fuerza y que amenaza con no haber hecho mas que empezar.

El suicidio de un etarra

En esta misma semana en la que los plenos de control han tenido de nuevo protagonismo, Pedro Sánchez se mostró triste. El presidente del Gobierno lamentó “profundamente” el suicidio de un preso de ETA en una réplica a EH Bildu. Y cual resorte, tanto el PP como Cs, y todas sus asociaciones afines, se lanzaron al cuello del líder del PSOE. No se entiende que se pueda lamentar la muerte de un terrorista si no se acepta que antes que eso es un ser humano. Pero si se entra en el juego tan de ETA de ellos y nosotros, los nuestros y los suyos, personas de primera y de segunda, al final no se defienden los derechos humanos y se consagra que la muerte de los otros, sea por la vía que sea, es una buena noticia. Que es exactamente lo que piensan los sinvergüenzas de los abertzales. Lo que nos distingue de ellos es que respetamos la vida y lamentamos la muerte. De todos. Y, sinceramente, el PSOE tiene las suficientes víctimas y ataúdes en sus espaldas como para que nadie cuestione en qué lado de la lucha contra el terrorismo y la defensa de la vida y la democracia está.

Cosa distinta son los motivos que le hayan movido a Sánchez a mostrarse tan compungido. Y sospecho que no es la defensa de la vida por encima de todo sino la necesidad de tener el apoyo en forma de voto o al menos de abstención de la izquierda abertzale que no condena el daño y las muertes causadas por los suyos. Si es así, y lo parece, es una muestra más de la falta de escrúpulos del secretario general socialista para mantenerse en el poder. Debe haber aprendido de los pactos presupuestarios de Javier Maroto con EH Bildu cuando ETA ni siquiera había dejado las armas.

Iglesias y el acento murciano

El tercer protagonista de la semana ha sido el soberbio Pablo Iglesias. Quizás henchido por las cómodas entrevistas que le han hecho los medios amigos, el vicepresidente se burló del acento de Teodoro García Egea desde la tribuna del Congreso de los Diputados. Con la ruin excusa de que la mascarilla le dificultaba entender al portavoz popular, le pidió que vocalizara en un claro intento de ridiculizar al murciano. Dudo que Iglesias tenga el valor de hacer el mismo chiste a un portavoz con acento catalán. Parece que la plurinacionalidad de los morados es tan asimétrica que permite hacer acentos de primera y de segunda.

Estos bueyes son los que nos tienen que salvar de la crisis, los que deberían plantear un calendario de reformas para sacar a España de esta travesía oscura que dura demasiados años, con la política pequeña como único argumento y con las responsabilidad de Estado arrinconadas por los egos, las cuitas y las actitudes infantiles de los principales líderes. Hay que luchar contra el pesimismo, la frustración y la resignación. Aún a riesgo de seguir siendo ingenuos, esperemos que algún día vuelva la política. Con mayúsculas.

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