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Opinión

La carcajada de Puigdemont

El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont.

Probablemente lector usted haya recibido una educación de la que se siente orgulloso. Estoy seguro de que sus padres se esmeraron en dibujarle cuando era un niño el perímetro de la Justicia; y también de que hicieron lo posible porque supiera cuanto antes qué es y qué no es legal. Con ese bagaje elemental, pero seguro para ir por la vida, ha crecido, y de la misma manera lo ha transmitido a quien ha creído conveniente, sabiendo que sólo respetando las leyes aseguramos la convivencia, que a ver si de algo tan obvio se entera de una vez el señor que ha ganado las elecciones cuando solemne asegura que en Cataluña hay un problema de convivencia y no de independencia. ¿Se lo puede explicar alguien, por favor?

Bien, seguro pues de la educación recibida, resulta que ahora llega la Justicia y cambia el guion. No es verdad eso de que fuera de la ley sólo está el delito. Ahora sabemos que el más alto Tribunal español, el Supremo, considera que Carles Puigdemont tiene derecho a presentarse a las elecciones europeas pese a ser un prófugo de la justicia española y a estar procesado por rebelión. Asumamos como podamos lo que dice el Supremo, aunque no lo entendamos, y digamos a nuestros padres que eso que nos enseñaron no era verdad, que dar un golpe para romper tu nación, gastar el dinero público para organizar una consulta ilegal y finalmente convertirte en prófugo no te quita el derecho a presentarte en representación de un país cuya Justica, entiendo yo, aunque no estoy seguro, lo va a detener cuando ponga el pie en el paseo de Gracia. Y lo que vale para el de Waterloo sirve para los exconsejeros catalanes Comín y Ponsati.

Puigdemont debe seguir hoy en pleno ataque de risa tras constatar la magnanimidad de esa Justicia a la que él sistemáticamente vilipendia

No hay que tener mucha imaginación para saber que los tres prófugos viven hoy martes en un intenso ataque de risa mientras vuelven a señalar a España como un país oscuro y dudoso como democracia. Y por si fuera poco el auto de urgencia dictado por el Supremo tiene la unanimidad de los cinco magistrados. Los unánimes magistrados afirman que no hay problema de inelegibilidad alguna ya que, en cuanto ciudadanos españoles, tienen derecho a presentarse como candidatos al Parlamento Europeo. Ignoro si este ejemplo de garantismo podría producirse en Francia o en el Reino Unido, aunque quiero creer que esto no es posible en naciones serias que se blindan con aquellos que son sus declarados enemigos y además quieren destruirla.

El auto del Supremo, que ayer a mediodía ratificaron tres jueces de lo Contencioso-Administrativo, argumenta que “así lo ha marcado el Supremo”. Olé, olé y olé. La decisión deja en evidencia a la Junta Electoral Central y de paso al sentido común de todos los españoles que, como quien escribe, no entienden nada, y saben que tendrá consecuencias favorables para Puigdemont, que tiene un nuevo argumento de cómo la misma justicia que lo persigue también lo ampara. ¿Es un cachondeo la Justicia como decía Pacheco? Respóndase usted mismo. Y habrá quien diga que es la ley y que no queda otra que aplicarla. Quizá. A los demás se nos queda en la cara un gesto de espanto y perturbación que confirma que vivimos en una nación que probablemente se merezca lo que le pasa. O sea, que el prófugo no puede renovar su DNI pero puede presentarse a las europeas. Y esto, ¿quién lo explica?

El veredicto del Supremo y su ratificación por la Justicia ordinaria es una tomadura de pelo, y lo es aún más si como aseguran algunos expertos está ajustado a Derecho. Con lo que está pasando es incomprensible que el Código Penal no haga ni una sola mención a que un delincuente, prófugo o preso no pueda presentarse como candidato. ¿Ni uno solo de los 350 diputados que hay en el Congreso lo sabía? Y cuando el prófugo de Waterloo venga a España a firmar el acta, ¿qué pasará? Igual hay un juez para el momento y decreta libertad provisional para que tome el acta y aquí paz y después gloria. Prepárense para el espectáculo porque Puigdemont no tendrá la inmunidad que busca hasta que no tenga el papel en su bolsillo. Es previsible que el prófugo y procesado salga elegido europarlamentario y lo recoja, con lo que podrá viajar allí donde quiera. Y con esa acta a ver quien en España se atreve a detenerlo y exponer a todo un país una vez más al escarnio y el cachondeo internacional. Pareciera como si el guion estuviera escrito desde hace un tiempo. Verdaderamente es sorprendente la devoción que algunas naciones gastan para el suicidio. La nuestra, por ejemplo.

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