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Opinión

Ventajas de las cañas virtuales

Imagen que se repite estos días en las cañas virtuales.

Cada día, antes de empezar a escribir este artículo, me asalta, furiosa y perenne, la misma duda: cómo narrar la experiencia del confinamiento con cierto humor cuando la pandemia ha destrozado tantas vidas a nuestro alrededor. Otros 832 muertos en 24 horas. ¿Cómo se debe ponderar esa cifra terrible? ¿Qué hacemos para soportar esas toneladas de sufrimiento? Después, cuando pienso en que unas cuantas personas, incluidas algunas que están padeciendo en carne propia los efectos del maldito coronavirus, se entretienen o incluso se sienten identificadas con lo que aquí se cuenta, vuelven las fuerzas para teclear lo que viven las familias enclaustradas como la mía.

De todas las situaciones novedosas que estamos viviendo, hay una que, como era previsible, se ha puesto de moda: las cañas virtuales. Digo que era fácil de vaticinar que esta idea triunfase porque aúna dos de las cosas que más nos gustan y que ahora mismo tenemos vetadas para hacer en grupo: beber cerveza y hablar con los amigos. Socializar, en suma, porque somos animales de costumbres, en general, y porque nos encantan el alcohol y las tertulias, en particular. 

Esa pulsión que nos obliga a relacionarnos de la única manera posible es digna de estudios sociológicos que, por supuesto, tendrán que hacer los sociólogos. Lo interesante aquí no es fijarse en los motivos de esa necesidad social, sino analizar cómo se desarrollan dichas quedadas virtuales con amigos. Sobre todo, en comparación con las quedadas tradicionales que normalmente se celebraban en los bares. Existen similitudes evidentes pero también se observan grandes diferencias que incluso te hacen pensar que las cañas virtuales son más ventajosas que las típicas

La primera gran diferencia es que con esta nueva forma de cañear y tertuliar se ha conseguido lo que parecía imposible: hablar de uno en uno. O sea, ya no se producen esas molestísimas conversaciones cruzadas ni se falta tanto el respeto ni se interrumpe a quien está en uso de la palabra. Alguien habla y los demás sólo oyen, ven y callan. El célebre "oír, ver y callar" que solo podía ordenarse de forma autoritaria por fin es una realidad. Virtual, sí, pero real al mismo tiempo.

La Clave

Si te aburre la perorata del típico amigo sabihondo, te aguantas, pero aguantar es mejor que despreciar. Con no volver a contar con él para la siguiente sesión, asunto arreglado. Se impone una paciencia que es obligatoria, pero que es paciencia en esta época donde todo va tan deprisa. Dicho de otra manera, en las cañas virtuales nos prestamos más atención que en las cañas de barra de bar. Por decirlo así, hemos pasado de las tertulias de La Sexta Noche a las de La clave. De los gritos a la reflexión.  

Otra ventaja de las cañas virtuales es que impiden la insana costumbre de distraerse con el móvil. Qué mal sentaba eso, ¿verdad? Estabas en una mesa, sentado con tres amigas, narrando algo que para ti era importante, acaso lo más importante para ti en ese momento, y, de forma inopinada, reparabas en que todas las interlocutoras habían ido abandonando tu narración -quizás porque era muy pesada- con sigilo y disimulo para ponerse a wasapear porque les importaba una mierda lo que estabas contando. Eso se ha acabado. No se puede hacer porque muchos se conectan a las cañas virtuales con el propio móvil y porque si se han sumado desde el ordenador queda muy feo mirar a otra parte. 

Antes del confinamiento los padres de niños pequeños teníamos complicado irnos de cañas. Primero había que buscar una hora concreta para quedar, lo que era especialmente difícil si pretendías verte con otros padres. Luego, y esto era lo más determinante, había que hacer auténticos malabarismos para colocar al retoño con tu pareja o con los abuelos o, en su defecto, te lo tenías que llevar a la cita con los colegas, lo que era, es y seguirá siendo sinónimo de naufragio. La modalidad online o confinada te permite cañear a más horas del día porque no tienes que moverte y porque utilizas los momentos en que tu pareja está con el mocoso o aprovechas cuando duerme.   

Además de corregir nuestra habitual mala educación y de darnos más libertad horaria, es obvio que las cañas virtuales evitan el contacto físico. Esto es en teoría una desventaja, claro, por aquello de nuestra necesidad de estar físicamente cerca de los amigos y porque ya se sabe que el 80% de lo que dice una persona está en su comunicación no verbal -sus gestos, sus movimientos, sus miradas-. No conviene autoengañarse para consolar las penas de la reclusión: siempre será mejor ver en persona a tus amigos. Sin embargo, esto puede cambiar en función de la persona con la que quedes, ya que todos tenemos entre nuestros conocidos a seres que tocan demasiado, que hablan demasiado o que huelen demasiado.    

Con todo, la diferencia fundamental entre ambas formas de alternar con amigos está en el consumo de alcohol. En las cañas virtuales se bebe muchísimo menos. No puede negarse. Los motivos son incontables y de lo más variopinto: al no moverte del asiento no generas tanta sed, nadie va a brindar por cualquier motivo o va a pedir otra ronda cuando uno de los participantes quiera irse y, sobre todo, la duración del cañeo será inferior porque nadie aguanta más de un par de horas en unas cañas virtuales mientras que en las cañas habituales el tiempo invertido siempre nos parece corto a todos. Este menor consumo de alcohol es mejor para la salud, pero supone una clara desventaja de las cañas virtuales. Es la diferencia que desnivela la balanza, en mi opinión, porque está demostrado que el alcohol te ayuda a evadirte más. Y ahora hay mucho de lo que evadirse.  

Cañear con los amigos, aunque sea virtualmente, siempre será una sana costumbre durante el confinamiento. Con las cañas, como deseo que les pase con estos artículos, no lograrán huir de esta realidad tenebrosa, porque es imposible huir de ella, pero al menos podrán fijarse durante un rato en la parte más luminosa de toda la niebla que nos envuelve.  

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