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Opinión

El caballo de Atila

Los datos de empleo contrastan con los estimados para el crecimiento de la actividad, lo que ahonda en un rompecabezas que, sinceramente, pocos comprenden

El precio de la vivienda sube un 3,3% en el segundo trimestre, el mayor alza desde 2019
Pisos en construcción y en venta. Europa Press.

El dato de afiliación y desempleo del mes de noviembre viene a confirmar una tendencia positiva en estas series. Tanto la caída del paro registrado como la subida de la afiliación muestran el buen tono de nuestro mercado de trabajo. Sin embargo, y una vez más, estos datos contrastan con los estimados para el crecimiento de la actividad y que, esperando la revisión del tercer trimestre de 2021 y el dato de un cuarto en avanzado estado de gestación, ahonda en un rompecabezas que, sinceramente, pocos comprendemos.

Y es que no solo aumenta el empleo. También lo hacen los ingresos fiscales y con fuerza. Estos indicadores muestran, por lo tanto, que nuestra economía parece salir del bache de los trimestres pasados con cierta fuerza. Sin embargo, como se ha dicho y ya sabemos, datos agregados de actividad, como el PIB, no acompañan. El cuadre de esta brecha la sufre una productividad que no puede hacer otra cosa que desplomarse.

Hace unas pocas semanas situé buena parte del aumento de la brecha entre empleo y actividad en el sector de la construcción y de los servicios inmobiliarios. Esta brecha venía determinada por una caída abrupta de la productividad en estos dos sectores, diríamos que propia de tiempos de guerra o consecuencia del paso del caballo de Atila. El resto de los sectores, si participaban en favor o en contra del aumento de esta brecha lo hacían de un modo más moderado o, en otros casos, por razones que no eran difíciles de comprender. Pero lo del sector de la construcción resultaba no solo extraño, sino muy excepcional.

Algunas hipótesis podemos proponer para entender qué está pasando y así poner racionalidad a lo que ocurre, para tratar, eso sí, de huir de explicaciones que, más que aclarar, confunden por su intencionalidad en ese sentido o porque, simplemente, demuestran que quienes la profieren no han mirado un solo dato de los publicados. Enumero en lo siguiente, por lo tanto, preguntas que buscan orientar un análisis necesario para resolver el tan extraño puzle.

Los datos de horas trabajadas son obtenidos a partir de encuestas, por lo que son más susceptibles de problemas asociados a la calidad de dicha encuesta

Como saben, los datos de afiliación y paro registrado son registros administrativos que no tienen excesiva cocina. Son los datos que son, y salvo cambios de criterio en su contabilización, no están sometidos a revisiones. Así pues, partamos de un hecho objetivo: la realidad que del mercado de trabajo dibujan los datos de afiliación y paro es la que es. Sin embargo, los datos de horas trabajadas son obtenidos a partir de encuestas, por lo que son más susceptibles de problemas asociados a la calidad de dicha encuesta y a los incentivos que cada cual tenga de desviarse de la realidad.

Dicho esto, si pensamos que en estos sectores el número de horas se ha “inflado” artificialmente por quienes han contestado a las encuestas, ¿podría la nueva normativa del registro de horas haber introducido un cambio estructural en el número de estas que se comunican, haciendo, por ejemplo, aflorar lo que antes estaba oculto? ¿Podrían estar los teletrabajadores del sector de los servicios inmobiliarios exagerando las horas de trabajo? ¿Podrían las ayudas a las empresas desplegadas durante este último año y medio estar incentivando la aparición de economía sumergida o, cuando menos, de horas antes “ocultas”? ¿Podrían los datos de empleo y horas no ser incorrectos, y sin embargo encontrarnos con problemas de medición de los ingresos de las empresas o de su excedente bruto de explotación, parte del valor añadido?

Como decía un buen amigo mío en una conversación hace unos pocos días, pareciera que las empresas contratan para destruir. Esta observación, aunque hiperbólica, pudiera tener algo de verdad. ¿Podría ser que buena parte de la actividad productiva de las empresas del sector de la construcción se haya reorientado a la rehabilitación durante unos meses donde el inicio y visado de viviendas y licitaciones estuvo parada? Este sub-sector, aunque importante, tiene una menor productividad, y podríamos estar asistiendo a una caída de esta por efecto composición.

Otra posibilidad es que, directamente, hay problemas con la medición del valor añadido del sector. Así, sabemos que el INE usa un modelo de contabilización del VAB del sector construcción muy particular y asociado a la propia naturaleza de este y aquí podría haber algo. Me explico.

La parte más “golosa” del valor añadido en construcción correspondería ahora a lo iniciado a finales y principios de año, meses que, como he dicho, no fueron muy buenos

El valor añadido que genera la construcción de un edificio o una vivienda no es inmediato. Un coche, por ejemplo, se produce en pocos días o pocas semanas si consideramos sus componentes mientras que una vivienda puede demorarse en meses e incluso años (año y medio, de media). Según se va construyendo, el valor añadido aportado por cada fase es diferente. Empieza bajo, alcanza un máximo al cabo de unos meses y luego va reduciéndose. Existen informes y manuales que explican cómo se debe trasladar este valor añadido cuando nuestro principal indicador son viviendas iniciadas o visadas. Sabemos que ambos indicadores entraron en caída libre durante el confinamiento y no lograron alcanzar un ritmo mínimamente aceptable hasta la primavera de este año, con un relativo batacazo a finales de 2020. Si el INE sigue el “manual”, aunque los visados o las obras nuevas estén creciendo en estos últimos meses a ritmos elevados (en septiembre récord en 12 años en el caso del primer indicador), lo que ahora se computa como valor añadido es lo iniciado desde marzo de 2020. Y justamente, la parte más “golosa” del valor añadido correspondería ahora a lo iniciado a finales y principios de año, meses que, como he dicho, no fueron muy buenos. Pudiera haber una “concentración” de actividad en la parte de menor valor añadido en el sector. Y esto podría explicar en cierto modo la brecha.

Hay muchas otras posibles razones como, por ejemplo, fallos en la medición del consumo o un posible efecto distorsionador de unos deflactores complejos por las subidas del precio de muchas materias primas. Lo dejo aquí, y de momento, por razones de espacio. En todo caso seguiremos en las próximas semanas trabajando en el análisis para que, más pronto que tarde, podamos dar una explicación razonable de lo sucedido. ¿Quién dijo que el análisis de coyuntura no era excitante?

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