Opinión

Borrell 'pilota' el rechazo europeo

José Borrell no da puntada sin hilo. Lo volvió a demostrar este lunes diciendo contra su otrora apadrinado Pedro Sánchez sin decir aparentemente nada, mostrando en rueda de prensa ante toda Europa “bastante preocupación” por la Ley de Amnistía después de que el comisario de Justicia, Didier Reynders, hiciera lo mismo en una carta en la que solicita “información” al Gobierno español para evaluar si la polémica norma contraviene el rule of law (imperio de la ley) comunitario. A buen entendedor

Conocí al Alto Representante de Política Exterior de la UE a principios de los 90 mientras ejercía de secretario de Estado de Hacienda con Felipe González. Ya entonces la hoy vieja guardia le miraba con desconfianza porque Borrell no provenía de Suresnes, ni olía a Comité de empresa; en definitiva, por esa pinta de profesor bien peinado de Estructuralismo en Berkeley (California), como de intelectual del Soho neoyorquino que tan bien retrata Woody Allen en sus películas.

Desconfiaban aquellos socialistas y estos (Sánchez) del inconfundible verso suelto que es el de La Pobla de Segur (Lérida), de ese ir por libre contra la disciplina de hierro que permitió al PSOE, primero, voltear la opinión pública hasta hacerla cambiar de opinión en el referéndum para permanecer en la OTAN (1986) y luego resistir la primera y masiva huelga general en democracia (1988); un socialismo que ha convertido en dogma ese famoso “el que se mueve no sale en la foto” (Alfonso Guerra) tan bien interiorizado treinta años después por el sanchismo-leninismo.

Volaba tan alto -se permitió pilotar aviones F-18 siendo ministro- que osó desafiar a Almunia presentándose a las primarias convocadas por él en 1998 para legitimarse… y se las ganó de calle al son del Simply the best (Tina Turner) y de un PSC que le jaleó antes de repudiarle años después; el PSC que ejercía de sucursal catalana del PSOE, no al revés.

Volaba tan alto este oficial de de complemento del Ejército del Aire -hasta pilotar aviones F-18, para cabreo del resto del Consejo de Ministros-, que cuando González diseñó su sucesión en la persona de Joaquín Almunia, allá por 1998, José Borrell osó desafiar a ambos presentándose a las primarias que había convocado el vasco para legitimarse y las ganó de calle al son del Simply the best (Tina Turner) y de un PSC que le jaleó antes de repudiarle; eran tiempos en que el PSC ejercía de sucursal catalana del PSOE y no al revés.

El catedrático de Economía fracasó con José María Aznar en el Debate sobre el estado de la Nación porque se empeñó en dar al entonces presidente del Gobierno y ante toda España una clase sobre el “devengo” de la Seguridad Social que nadie entendió… El resto es historia: tras el fiasco, El País -entonces territorio González- publicó una serie de informaciones sobre irregularidades de subordinados de Borrell durante su etapa en Hacienda que le llevaron a dimitir, Almunia asumió la candidatura y resultó derrotado en las elecciones siguientes (marzo de 2000), y llegó José Luis Rodríguez Zapatero.

Durante la siguiente década, la que abarca prácticamente todo el zapaterismo, Borrell anduvo fuera de España y de la política, por diversas universidades europea; Bueno, fuera de la primera línea política y del radar de los medios de comunicación para ser más exactos. Hasta que en 2014 se apunta al sanchismo, lo mejor que podía hacer un rebelde ma non troppo contra aquel aparato del post zapaterismo liderado por el desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba.

Fueron sus mejores años los del gobierno de Mariano Rajoy, exhibiendo su magisterio por los platós de televisión nacionales con Oriol Junqueras de contrincante discutiéndole las balanzas fiscales y el “España nos roba”. Eso le ayudó a acercarse al primer Pedro Sánchez que tomó el poder en Ferraz envuelto en la bandera de España.

El problema para su otrora apadrinado Sánchez es que el rechazo de Borrell va a ser clave para la confirmación de la opinión de las instituciones europeas respectó una Ley de Amnistía que está provocando una contestación social no vista desde que Aznar decidió embarcarnos en la Guerra de Irak (2003).

Digámoslo claro: Pedro Sánchez utilizó a Borrell… y él se dejó utilizar -ministro de Exteriores, junio de 2018/enero de 2020- hasta que Junqueras se cobró cumplida venganza y el presidente del Gobierno le dio patada hacia arriba hasta donde está hoy, Bruselas. Una década después, el problema para su otrora apadrinado Sánchez es que el rechazo del Alto Representante Exterior de la UE puede ser clave para la conformación de la opinión de las instituciones europeas en torno a una Ley de Amnistía que está provocando una contestación no vista desde que Aznar decidió embarcarnos en la Guerra de Irak (2003).

Un rechazo en la calle y e la política, PP, Vox y vieja guardia socialista, que ya tiene a su favor dos voces muy importantes en Bruselas: la del comisario de Justicia, Reynders, y ahora la del piloto de combate de La Pobla de Segur. Por eso he empezado diciendo que Borrell no da puntada sin hilo, que no le hacen falta hipérboles y aspavientos como estamos viviendo estos días en España -“golpe de Estado”, “traidores”, “fascistas”-, para contribuir a crear allí un estado de opinión Europeo contrario a la ley.

De momento, el asunto va a ser visto en el Parlamento de Estrasburgo, analizado por la Comisión y dictaminado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), a donde seguro van a recurrir la Ley de Amnistía el Tribunal Supremo y el resto de jueces que tienen que aplicarla. Y el Gobierno deberá tener especial delicadeza al respecto porque, a lo que se ve, en Bruselas empieza a no contar el el apoyo de muchos actores políticos que tienen bastante que decir para evitar que España se convierta en otro problema europeo como Polonia o Hungría… Nunca nos lo perdonaríamos.