Opinión

El jardín

Una bomba de relojería

Gente votando en las elecciones
Gente votando en las elecciones Marta Fernández / Europa Press

Pensaba que el señor Feijóo era un hombre mediocre, gallego antes que español (lo que debería descalificarlo para gobernar España) y uno de esos gallinas solemnes, típicos del partido PP, que jamás haría lo que necesita España desesperadamente: enfrentarse a los socialistas y su pandilla tribal, mafiosa y chocho-chavista.

Sin embargo, después de verlo hablar, en una reciente entrevista, de sus insalvables diferencias con el partido Vox, un partido perfectamente democrático y constitucional, pienso lo mismo, pero demás estoy convencido de que el señor Feijóo es una mala noticia ¡otra! para la España libre e igual. No se puede ser un ciudadano español libre e igual declarándose gallego primero. Repito, alguien que se defina como tribal primero y sólo después español, está incapacitado para gobernar España. Un presidente de España ha de ser primero español, defensor de la España de ciudadanos libres e iguales, y luego lo que le salga de la aldea y de sus sensiblerías gaiteras.

¿Este es el gran líder que necesita España? No lo creo. Y, perdonen la crudeza, Feijóo es un pueblerino amamantado desde la cuna por el Partido, un ser incapaz de ver más allá del orificio anal del partido. Orificio anal que no es más que la boca del túnel que desemboca en el cofre del tesoro de los contribuyentes. Me gustan las metáforas escatológicas, creo que se ajustan mejor que cualquier otra al ser y al hacer de la política española.

Hoy, una legión de parásitos vampíricos lucha con los dos grandes parásitos vampíricos tradicionales por acceso (o ventosa aspiradora) al cofre del tesoro

Tengo una mirada pictórica y cuando miro la política española lo que veo es el enorme cofre del tesoro de los contribuyentes y, conectados a él, una legión de insaciables parásitos vampíricos que luchan desesperadamente por espacios donde acoplar sus ventosas al cofre del tesoro de los contribuyentes.

Hasta hace poco, dos grandes parásitos vampíricos colonizaban los espacios de enchufe de ventosas al cofre del tesoro. Y usaban este poder para medrar y colonizar otros territorios siempre con el objetivo de conservar sus privilegios de acceso al cofre del tesoro del que emana, quien diga otra cosa miente. Los dos gigantescos parásitos vampíricos aparentaban a ojos del ciudadano promedio, entre lobotomizado e iluso, ser adversarios. Pero era sólo una táctica de camuflaje que optimizaba (como se dice ahora) el enchufe al cofre del tesoro. Esto ha cambiado, como he dicho, y hoy una legión de parásitos vampíricos lucha con los dos grandes parásitos vampíricos tradicionales por acceso (o ventosa aspiradora) al cofre del tesoro. Lo que ha convertido la llamada política española en una película de terror.    

Pero abandonemos el mundo metafórico y regresemos a la llamada realidad.

La izquierda española es una fuerza reaccionaria, indecente, corrupta, inescrupulosa y violenta; mientras que la derecha es mayormente una recua de ganado ya domado y marcado (y orgullosa de la marca que la hace parte del rebaño socialdemócrata) que se conforma con que le pongan, gratis, por favor, comida en el pesebre. Y que le pasen la mano por el lomo. Y sentirse buenos. No ser buenos, sentirse buenos. Les explico la diferencia. Ser bueno es llevarte a casa alguno de esos niños negros que llegan a las costas españolas. Sentirte bueno es ir a una manifestación para pedir que vengan los niños negros y otros se ocupen de ellos y después ir a comerte una langosta. ¿Queda claro?

La Constitución se viola a diario en España. Cada día que un nacionalista vasco o catalán exige, y se le concede un privilegio, o reafirma y se le admite, su superioridad respecto a otro español

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Me pregunto a veces. Y siempre termino mirando la Constitución. Ella ha permitido, amparado y financiado el ascenso traidor de las tribus vasca y catalana, y la entronización de la España parcelada. Hay que decirlo, todos los miramientos con las tribus regionales y sus jerigonzas, son y eran desde la redacción misma de la Constitución, traiciones a la España de ciudadanos libres e iguales. Esa Constitución nos ha traído hasta aquí.

¡Respeto a la Constitución! Se oye por todas partes. Pero la Constitución se viola a diario en España. Cada día que un nacionalista vasco o catalán exige, y se le concede, un privilegio, o reafirma, y se le admite, su superioridad respecto a otro español, se viola la Constitución española. ¿No es el propósito natural y supremo de la Constitución la defensa de una España libre e igual?

La famosa Constitución (¡que incluye un mecanismo, la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución Española, que permite a los nacionalistas antiespañoles racistas vascos, tragarse Navarra!) no es más que una bomba de tiempo tribal cuyo propósito es destruir la libertad y la igualdad que supuestamente asegura y defiende. Un artefacto constituyente sin resortes de defensa efectivos no es más que un noble aunque ingenuo proyecto condenado al descrédito, la humillación y el fracaso.

Para comprender la España al borde del abismo en la que nos encontramos, sólo hay que formular una pregunta. ¿Permitió y propició la Constitución española el ascenso de las tribus regionales antiespañolas, la desespañolización de España, y la práctica extinción de los ciudadanos libres e iguales? Si la respuesta es sí, como resulta evidente, entonces la famosa y aclamada Constitución Española es una bomba de relojería. Una bomba de relojería que ha desespañolizado España hasta extremos tan grotescos que hace posible que los ciudadanos españoles (los únicos ciudadanos que hay en España) contemplen indolentes la destrucción de su país. 

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