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Opinión

Los bebés de Ayuso

Su paquete de medidas supondrá, en general, un alivio diminuto dentro de la situación dramática que vivimos

Isabel Díaz Ayuso.

¿Cuántas e innumerables veces tendremos que ver indefectiblemente unido el apellido neoliberal a todo partido que quede a la derecha del PSOE? Se nos va a romper lo facha y lo neoliberal de tanto usarlo. Se nos han desdibujado por completo ambos conceptos, de modo que somos incapaces de detectar los sesgos autoritarios -amén de arbitrarios- de muchas de las medidas para pelear contra la pandemia con las que nos fustigan día sí, día también los iluminados que se supone que deben gobernarnos, no pastorearnos y apacentarnos.

Lo cierto es que -a grandes rasgos- en Europa todos los países son básicamente socialdemócratas en la práctica y la Comunidad de Madrid, con su presidenta a la cabeza, no es ninguna excepción. El nuevo paquete de medidas de ayudas a la maternidad que quiere tramitar se encuadra dentro de lo que conocemos como “Estado del bienestar”, y resulta una buena noticia para los tiempos que vivimos. Si tuviéramos que confiar en las bondades de un libre mercado que capaz de sortear al gobierno, sus desmanes, el covid y el desastre económico que nos acecha a la vuelta de la esquina, en muy poco tiempo quedarían desérticas las guarderías.

Para poder comer mañana, sin embargo, es necesario que desbrocemos el erial sociológico y económico que está causando el invierno demográfico que apenas atisbamos en este momento

El gobierno de Díaz Ayuso proporcionará 500€ al mes a las madres menores de 30 años, cuya renta sea inferior a 30.000€ anuales. Ampliará deducciones en el IRPF y las autónomas que se reincorporen después de la maternidad disfrutarán de tarifa plana. Habrá acceso prioritario al plan VIVE, facilidades para la Educación Infantil de 0 a 3 años, incentivos fiscales por adquisición o alquiler de vivienda y se promoverá la flexibilización de la jornada laboral. Respecto a la reproducción asistida, se ampliará la edad de solicitud hasta los 45 años y el número de intentos por solicitante.

Todas estas medidas son pan para hoy, hambre para mañana. Teniendo en cuenta que las familias que desean tener hijos ya están famélicas, el pan de Ayuso será recibido como agua de mayo. ¡Dame pan y llámame tonto! Para poder comer mañana, sin embargo, es necesario que desbrocemos el erial sociológico y económico que está causando el invierno demográfico que apenas atisbamos en este momento.

Llama poderosamente la atención que las medidas económicas más directas se centren en las menores de treinta años. Sumado a la insistencia en la reproducción asistida, resulta sencillo descubrir dónde radica el principal problema: las mujeres que se encuentran en la edad biológica más adecuada para engendrar y criar niños no pueden o no quieren ser madres.

La precariedad laboral y el paro juvenil son ya problemas endémicos españoles. No deja de ser irónico que las medidas excluyan a mujeres trabajadoras menores de 30 cuya renta supere los 30.000€ anuales. ¿Conocen muchas jóvenes que encajen en ese perfil? Es un requisito que tristemente se podrían haber ahorrado, pues la mayoría de futuras madres lo cumplen. Sin este requerimiento se agilizarían trámites burocráticos, que no es poco.

Este mecanismo encuentra un gran aliado en el feminismo que considera tener hijos como una esclavitud del heteropatriarcado, una más de sus alevosas e innumerables trampas

Si este es el horizonte al que se enfrenta nuestra juventud, no es de extrañar que tantos se sumen a la cruzada machacona contra la maternidad. Cuando se contempla, impotente, que algo queda fuera de tu alcance, lo natural es caer en esa autodefensa tan humana de la negación del deseo. Este mecanismo encuentra un gran aliado en el feminismo que considera tener hijos como una esclavitud del heteropatriarcado, una más de sus alevosas e innumerables trampas. Esto, sumado a la obsesión que tienen algunos medios de comunicación por sacar con periódica y excesiva frecuencia todas las inconveniencias y malestares que implica tener y cuidar a la prole, vuelve completamente comprensible que pocos se lancen a la aventura tan maravillosa como dura y complicada que representa la paternidad. Ni los medios económicos ni el entorno social invitan precisamente a dar el paso.

No es de extrañar entonces que parte del paquete de medidas se centre en la reproducción asistida. Cuando se puede tener hijos -al menos en un sentido biológico- todo conspira en contra de la idea. Cuando una empieza a animarse, porque la estabilidad laboral que se alcanza con la edad lo permite, descubre que en las clases de educación sexual del instituto se olvidaron de una serie de detalles sin importancia aparente. Quedó grabado a fuego que el preservativo evita las enfermedades de transmisión sexual aunque, ¿qué diablos? El SIDA se controla con retrovirales, los anticonceptivos resuelven todo y siempre nos quedará la píldora del día después.

¿A cuento de qué explicar a los adolescentes que tener tu primer hijo con 30 años implica un embarazo de riesgo en términos médicos?

La ya convencida aspirante a madre se queda perpleja: nadie le explicó los efectos secundarios de la medicación anticonceptiva, ni la bomba hormonal que supone la famosa píldora de emergencia. Ahí el feminismo guarda silencio, igual que lo hace con los efectos psicológicos y físicos del aborto. Si calla, pérfido, ante esto, ¿a cuento de qué explicar a los adolescentes que tener tu primer hijo con 30 años implica un embarazo de riesgo en términos médicos? ¿Para qué contar que a partir de los 35 años las posibilidades de embarazo van disminuyendo progresivamente cada año, en paralelo al aumento de peligro para la salud de la madre y para el feto?

Cada vez es más frecuente encontrarse con mujeres que tienen su primer hijo más allá de los 35 años. Resultaría muy engorroso para el gobierno tener que, ¿cómo se decía? ¡ah, sí, gobernar! Emplearse en averiguar cómo facilitar la vida laboral de los jóvenes -o al menos no torpedearla-, y plantear programas de educación sexual que vayan más allá de tratarlos como mascotas de las que no deseamos que se reproduzcan de forma descontrolada y a las que, en consecuencia, esterilizamos temporal o permanentemente.

Ayuso no tiene culpa de esta situación, que viene ya de largo. Su paquete de medidas supondrá, en general, un alivio diminuto dentro de la situación dramática que vivimos los que somos padres de niños pequeños o tenemos intención de serlo. Pero si queremos atajar el preocupante problema de la baja natalidad alguien debe atreverse a poner el cascabel al gato y decir, de una vez por todas, que el rey está desnudo y nuestra juventud y nuestro futuro bien jodidos.

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