Opinión

El undécimo: no pactarás (con Vox)

Ayuso puede contener, y absorber, el irrefrenable avance de Abascal porque muchos de sus votantes comparten sus postulados, su firmeza y sus banderas

El PP duplicaría el porcentaje de votos y podría gobernar en Madrid con Vox, según una encuesta
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso Europa Press

Si España le debe una por la renuncia de Iglesias, Madrid le debe otra por la dimisión de Aguado. Y hasta por la del falso Garrido. Isabel Díaz Ayuso va haciendo muescas en su revólver sin ni siquiera amartillar el tambor. Así, Ciudadanos, un engorro de socio, se diluye sin aspavientos, camino de la evaporación. También Podemos se licúa, en curiosa transubstanciación de movimiento popular a pandilla de holgazanes con nómina oficial. Similar camino se advierte en el Ejecutivo de Sánchez, que empieza a desteñir su aura de eterno e imbatible y ofrece ya una imagen incierta, titubeante. Iban a ser dos años a la bartola, sin elecciones a la vista, con los presupuestos bien sellados, las vacunas viento en popa y las ayudas de doña Úrsula rumbo al saco sin fondo de Nadia Calviño. Pues no.

Los planes de repente se han torcido. La cohesión del Gobierno se agrieta, afectada por la aluminosis morada. Iglesias bracea desesperado, con manotazos de ahogado. El engendro Frankenstein cobra un aspecto gelatinoso. Sus miembros periféricos, los nacionalistas del golpe y la chapela, ya no obedecen y amenazan fuga. Todo se ha tornado gaseoso y furtivo, una macedonia de confianzas rotas y futuros quebradizos.

La fallida operación murciana

Sánchez, ajeno a este estropicio, mantiene enhiesta su quijada rabinuda y se pasea campanudo por un presente confuso y emborronado. Se entretiene con Casado en las justas parlamentarias de entresemana. Repite una y otra vez los mismos reproches, idénticas bromas, se abrillanta las uñas, atiende aburrido al tedioso debate y desaparece con su séquito, sin despeinarse, rumbo a La Moncloa. Cincuenta mil muertos en cada ventanilla del coche. Nada le perturba, nada le afecta. Allí está su equipo de seiscientos noventa asesores, con Iván Redondo al frente, cotejando informes, escrutando datos. Tras la fallida operación murciana, que incluía réplicas en Madrid, la Vieja Castilla y quizás Andalucía , toca ahora centrarse en Ayuso, la pieza a abatir. Caza mayor. No se puede fallar.

Ayuso resulta inexpugnable por el flanco de la gestión. Madrid es la única comunidad que crece, tanto en PIB como en empleo, y en el terreno sanitario, ofrece un balance reseñable y hasta ejemplar

La primera fase hace tiempo que se puso en marcha. Desacreditar al objetivo en el terreno personal. Un empeño infecto y viscoso, como esos personajes hediondos de Lovecraft. Una vía muerta, porque no avanzan. Intentan luego el ataque a la gestión, otro esfuerzo estéril. Por ese flanco Ayuso resulta inexpugnable. Se inventan contagios y enlodan el Zendal. Madrid es la única comunidad que crece, tanto en PIB como en empleo, y en el terreno sanitario ofrece un balance encomiable y hasta ejemplar. La dosis de catastrofismo que se dispensa diariamente en algunos medios apenas deja más huella que en la credibilidad de sus autores, que chapotean con estrépito en el ridículo.

Toca, pues, volver a lo de siempre. La tediosa plaza de Colón, la palinodia de la ultraderecha y la letanía del fascismo redentor. Los ingenieros electorales de Sánchez no dan con la tecla, no encuentran la fórmula.. Lo intentan todo. La califican de 'ultraliberal'. Ignoran que es elogio. En un arrebato atribuible, sin duda, a la ingestión excesiva de cazalla, algún escribidor incluso la tachó de 'anarcolibertaria'. ¡Glups!

Llegado el caso, habrá que probar un diálogo por este costado ¿Es acaso pecado? ¿Lo prohíbe alguna ley? ¿Lo persigue la UDEF? ¿Están los dirigentes de Vox proscritos, imputados, procesados, condenados? ¿Cumplen penas de prisión por sedición?

Airean ya el espantajo de un pacto con Vox y lo esgrimen como la antesala del Apocalipsis. Un escenario, por cierto, quizás inevitable. La candidata del PP pretende gobernar sola, después de tantos meses de incomodidades naranja. Pero, llegado el caso, habrá que probar un diálogo por este costado ¿Es acaso pecado? ¿Lo prohíbe alguna ley? ¿Lo persigue la UDEF? ¿Están los dirigentes de Vox proscritos, imputados, procesados, condenados? Se trata de una formación democrática, más constitucionalista que Bildu, más respetuosa del Estado de derecho que ERC, con más predicamento ético que el PNV y más defensora de nuestras instituciones que el prófugo de Waterloo. Ayuso ha evitado siempre escupir sobre el partido de Abascal, lo que sí hizo Casado en aquel desconcertante discurso de la moción de censura. No hay mejor dieta para un político que sus propias palabras. Que aproveche, Pablo.

Luego de salvar el atolondrado gobierno de aquel señor de Murcia, donde han funcionado los acuerdos con Vox, el líder del PP anunció, si no el nacimiento de 'una gran amistad', sí el 'principio de la reunificación del centroderecha'. De la necesidad, virtud. No será la izquierda quien derrote a lo que dicen la ultraderecha, como bien explicó Tomás Cuesta en lo de FJL. Será la derecha quien lo haga, como Sarkozy con Le Pen antes de que el presidente de la grandeur se quedara judicialmente tan canijo. O como ha hecho Sánchez con Podemos, que los invitó a compartir unos sillones en el Consejo y ha terminado por guillotinarlos en la puerta del Sol.

Comunismo o libertad

Ayuso puede contener el irrefrenable ascenso de Vox porque muchos de sus votantes comparten sus postulados, sus batallas, su firmeza y, sobre todo, su declarada guerra a muerte contra el bolchevique Iglesias. Sabido es, "comunismo o libertad". Llegado el momento, que es ya, algo parecido le corresponderá intentar a Casado. Con inteligencia y con tiento, porque la jugada tiene sus riesgos. Desde su mayestática centralidad tendrá que desprenderse de barones, complejos y melindres, de feijós y mañuecos, de los restos del recalcitrante sorayismo que por ahí pulula y enarbolar un proyecto propio, convincente, patriota y vencedor.

Lo que ocurra en Madrid quizás no sea extrapolable punto por punto al resto de esta España, tan pesada como un cementerio. Eso sí, señala un camino. Es un certero barómetro del nivel de hartazgo de una sociedad cabreada. Madrid, además de la cursilada del 'rompeolas' de don Antonio, es también un cabalístico Aleph donde todo se concentra y, seguramente, desde donde todo se expanda. El 4-M puede ser la última página del calendario.

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