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Opinión

El ascensor social está averiado

Si alguien se declara experto o experta en patriarcado, estudios de género o relaciones entre pornografía y violencia, ya tiene medio camino hecho

La ministra de Educación, Pilar Alegría
La ministra de Educación, Pilar Alegría

-Oye, que se ha vuelto a averiar.

-¿El Tesla?

-No, no, el ascensor. El ascensor social.

-No te puedo creer. ¿Otra vez?

-Como lo oyes. Habrá que volver a activar el montacargas.

-Con lo lento que va y lo agobiante que es… Menos mal que nosotros nos arreglamos con una casita de sólo dos plantas en las afueras.

-¿Pero y la gente humilde qué va a hacer?

-Tendremos que juntarnos en el ático y pensar una solución.

-Pensar, eso siempre está bien. A lo mejor escribir algo, ya que estamos.

-Eso por descontado. Y publicarlo, que si no seguro que sale alguien a decir que todo esto no sirve para nada.

-Creo que la semana pasada ya sacaron un estudio sobre el tema.

-Y la anterior. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que hay que hablar de estas cosas.

-Y el mes pasado hubo tribuna también en el periódico.

-Sí, porque si no hablan.

-Y hace un par de meses el especial en la tele. ¿Te llamaron, no?

-Sí, pero lo que te decía, tenemos que publicar algo porque si no nadie habla de ello.

-Nadie habla de ello, eso es así. No interesa. Igual me estoy viniendo muy arriba, pero ¿y si aprovechamos el esfuerzo y montamos un observatorio? En plan académico, con nombre en inglés y todo eso.

-¿Un think tank?

-Exacto. Tengo el nombre perfecto: Prospective Guidelines Research Room.

-Maravilloso. Venga, llama a los de siempre que esto tiene que salir cuanto antes.

-¿A papá?

-No, hombre. Esto tiene que ser nuestro de verdad. Levantado con nuestro esfuerzo y nuestro talento. Que se note que hemos estudiado. 

-¿A los amigos del doctorado?

-Claro. Quedamos y le damos forma. Llama también a los de la tele, que seguro que les interesa.

-Ok, ok. ¿Y con el ascensor qué hacemos?

-Pues no lo sé… habrá que llamar a un técnico.

El técnico no sabe lo que es la meritocracia ni el ascensor social, pero sobre todo no sabe la suerte que tiene. Qué sería de él si no hubiera personas con el suficiente tiempo libre y la suficiente vocación para explicar qué es la meritocracia… a gente que también se declara experta en meritocracia, movilidad social y otras cuestiones propias de la élite. Se lo van explicando unos a otros en informes, estudios, artículos de opinión, tribunas y apariciones en programas especiales. Cada semana aparece una nueva publicación -incluso un nuevo observatorio- para repetir lo mismo: la meritocracia no existe. Es un mito. Como apuntaba Manuel Toscano por aquí hace unos días, en muchas de estas publicaciones no sabemos si lamentan que no se aplique el criterio del mérito para activar el ascensor o si pretenden sustituir este criterio por otro.

Nuestras posibilidades de conseguir un buen trabajo dependen no sólo del mérito, sino de tres loterías: el origen socio familiar, la genética y el reconocimiento social de nuestras habilidades

En un informe reciente publicado por un nuevo think-tank, Future Policy Lab, se asume que el ascensor funciona mal porque nuestras posibilidades de conseguir un buen trabajo dependen no sólo del mérito, sino de tres loterías: el origen socio familiar, la genética y el reconocimiento social de nuestras habilidades. Esta última es muy interesante.

Se reconocen socialmente cosas muy extrañas. Por ejemplo, tener un doctorado. O una larga lista de publicaciones. O declararse experto en alguna cuestión de moda, aunque no exista fuera del mundo académico. Una de las destrezas más útiles que se aprenden en la carrera es saber de qué hay que hablar y de qué hay que callar para conseguir los aplausos de los pares. Si alguien se declara experto o experta en patriarcado, estudios de género o relaciones entre pornografía y violencia, ya tiene medio camino hecho. También se reconoce socialmente ser experto en educación, pero hay que aclarar que el experto no es el que se ha pasado las últimas tres décadas dando clase sin hacer ruido, sino el que lleva tres años definiendo qué significa la educación y cómo deberían enseñar los profesores. Así que sí, es una lotería esto del reconocimiento social de las habilidades, pero es bastante fácil saber qué boletos son los que dan más premios.

Esas tres loterías son sin duda relevantes, pero hay otra de lo que no habla el informe y que condiciona enormemente el éxito de los jóvenes. Por suerte, la ministra de Educación ya la definió hace unos meses en una entrevista: 

P: ¿Pero qué mensaje recibe el alumno que se ha esforzado cuando ve que el que no lo ha hecho pasa igual y obtiene su mismo título?

R: El mensaje que se lanza es que el fin de la educación obligatoria es conseguir que todo el alumnado alcance la máxima formación posible. Para ello hay que adoptar las medidas para que el alumno con más capacidades aprenda y, a la vez, establecer refuerzos para el que tiene más dificultades adquiera lo imprescindible para vivir en la sociedad actual.

El alumno con más capacidades -económicas- podrá estudiar en una escuela seria, que se dedique a enseñar, que prime el esfuerzo y no considere imbéciles a los alumnos. Una escuela meritocrática, podríamos decir. El alumno con más dificultades -económicas- tendrá que conformarse con “aprender lo imprescindible para vivir en la sociedad actual”. Basta con fijarse en los colegios en los que han estudiado los hijos de la élite para darse cuenta de que aquí sí hay una brecha.

Unos estudian en una lengua que comprenden, otros no pueden estudiar en lengua común de los españoles y tienen que hacerlo en la “lengua propia” de su tierra, aunque no la dominen

En España, estudiar bajo las condiciones que permiten un aprendizaje real es algo que no está al alcance de todos los alumnos. Unos estudian en clases tranquilas, otros en clases que son guarderías hasta los 18 años. Unos estudian en una lengua que comprenden, otros no pueden estudiar en lengua común de los españoles y tienen que hacerlo en la “lengua propia” de su tierra, aunque no la dominen.

El informe no se ocupa de esto, pero sí de la educación de 0 a 3 años, que es una cuestión mucho más cómoda. Tiene que ser gratis para todos. Hay que invertir más. En la mentalidad de los que han venido a este mundo con boletos para todas las tómbolas, el dinero lo arregla todo. Es comprensible, porque es algo que se ha experimentado de primera mano. Por eso no se analizan los fallos en el sistema educativo ni las consecuencias para quienes no pueden permitirse una educación privada, sino que se propone una “herencia universal” para compensar la lotería familiar. 120.000 euros al cumplir la mayoría de edad; es decir, después de haber terminado la educación obligatoria. Monta una empresa de electrónica, mozo, y déjanos a nosotros hablar de las cosas importantes.

Joven estudiante, hijo de la clase media: la meritocracia es un mito. Nunca llegarás a nada, porque los poderosos quieren que sea así

El mozo será uno de esos chavales de barrio tan simpáticos y resueltos que podrían haber aprendido algo en secundaria pero tuvieron que conformarse con clases ruidosas, sin exigencia y en las que el mal comportamiento era la norma. Tal vez el chaval era bueno en Lengua o en Matemáticas, pero en lugar de clásicos se le ofreció la estafa paternalista del aprobado inmerecido, y en lugar de ecuaciones se le ofreció un enfoque socioafectivo. A lo mejor habría podido llegar no al ático, pero sí a una quinta o sexta planta. Qué le vamos a hacer.

El mensaje para ellos es claro. Joven estudiante, hijo de la clase media: la meritocracia es un mito. Nunca llegarás a nada, porque los poderosos quieren que sea así. No confíes en tu mérito, no sueñes con lo que podrías llegar a hacer si existiera una educación universal y si te evaluaran de acuerdo a tu esfuerzo y tu talento; haz como nosotros: nace en una buena familia. ¿No puedes? Acércate a una. Ya te buscaremos algo.

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  • W
    Wesly

    A la izquierda sectaria no le interesa en absoluto que el ascensor social, la educación, la formación racional y de calidad, libre de ideología y de sectarismo, funcione.

    La izquierda sectaria prefiere un rebaño de ignorantes dependientes de las ayudas del Estado, dispuesto a venderles su voto indefinidamente para así poder seguir viviendo tan ricamente a costa de los demás, a costa del decreciente colectivo de trabajadores y empresarios sujetos a la competencia. Lo cual es del todo injusto e insostenible.