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Opinión

Palabras y consecuencias

El presidente de EEUU, Donald Trump

A los políticos se les debe prestar atención cuando hablan, porque acostumbran a decir lo que realmente piensan. Esto puede parecer un tanto chocante, pero es cierto. La mayoría de los políticos, a todos los niveles, son gente que están preocupados por mejorar la vida de la gente y creen sinceramente lo que dicen. Dicen la verdad porque están convencidos de que sus ideas son buenas y convincentes, y cuando llegan al poder intentan llevarlas a cabo. A veces lo consiguen, porque sus propuestas eran realistas, a veces fracasan, porque ser sincero no quiere decir que no puedas ser también un poco iluso. Pero están hablando claro, y se preocupan por su trabajo y por su país.

Obviamente. hay excepciones. Todos estamos pensando en alguna, y estoy bastante segura de que nadie está pensando en alguien de su partido favorito. Pero eso es para otro día.

Más allá de conocer sus planes, sin embargo, es importante escuchar a los políticos porque la gente, especialmente los militantes de su partido, les creen.

En España, más que en ningún otro lugar, deberíamos prestar atención a este detalle. Cuando Artur Mas decide dejar de pactar presupuestos con el PP y abrazar el derecho a la autodeterminación su cambio de opinión no es una maniobra táctica buscando responder a la opinión pública, sino algo que hará que muchos votantes cambien de parecer. Cuando los partidos independentistas hablaban sin cesar sobre opresión sin fin y decían que iban a separar Cataluña de España y todo sería maravilloso, no sólo sus votantes se lo creían, sino que ellos mismos estaban convencidos de ello.

Cuando un político está prometiendo algo estúpido, es probablemente porque quiere hacerlo. Y por muy poco convincentes que suenen sus argumentos a ti, sesudo lector de artículos de opinión en prensa, esa retórica seguramente estará cambiando las prioridades de sus seguidores. Sabiendo, además, lo intensa que es la identificación partidista y fervor ideológico que todos tenemos, debemos ser muy conscientes de que toma mucho tiempo antes de que alguien pierda la fe y deje creer lo que dicen los suyos.

Durante la campaña presidencial del 2016, a muchos que de los hablábamos de Trump como un irresponsable con tendencias autoritarias, un nulo aprecio a las instituciones y poca disposición a aceptar los resultados electorales se nos llamó exagerados. A Trump, nos decían, uno debía tomárselo seriamente, pero no literalmente, siguiendo el hoy infame comentario de Peter Thiel. Era una político que podía ganar, pero nada de lo que decía debía ser entendido como real o sólido. Era teatro.

Donald Trump Llegó a acusar al padre de Ted Cruz, senador por Texas y entonces adversario, hoy defensor del presidente, de haber participado en el asesinato de Kennedy

Sus rivales en las primarias, sin embargo, parecían entender que Trump no estaba bromeando. Rick Perry, exgobernador de Texas y futuro secretario de energía en la administración Trump, así lo dijo en un discurso durante las primarias. En él, Perry recordó una historia de una oscura facción del periodo de pre-guerra, los Know-Nothing (literalmente, los “saben-nada”) que descendieron sobre Washington en 1854 para destruir piezas destinadas al monumento a George Washington. Estaban convencidos que había una conspiración papal para tomar el control del gobierno. Perry comparó al entonces candidato Trump con los Know-Nothing, un grupo que sólo se dedicó a buscar culpables y sembrar odios, pero no construir nada.

Trump ganó esas elecciones, sembrando odios y conspiraciones. Llegó a acusar al padre de Ted Cruz, senador por Texas y entonces adversario, hoy defensor del presidente, de haber participado en el asesinato de Kennedy. Repitió multitud de historias ficticias sobre Hillary Clinton. Incluso después de ganar las elecciones, insistió durante meses que el resultado había sido manipulado, millones de inmigrantes indocumentados habían votado, y de hecho él había ganado el voto popular.

Bromas, dijeron muchos. Retórica. Trump no se cree estas cosas; está mintiendo por mentir, para irritar a la prensa. Está troleando. Es un genio. Que gran comunicador.

Aceptar el resultado electoral

Estos días hemos visto que ese no era el caso. Trump realmente cree en las conspiraciones de las que habla. Es alguien que realmente tiene nulo aprecio y respeto por las normas e instituciones de la democracia americana. Y es alguien que realmente no iba a aceptar el resultado de las elecciones, porque realmente está convencido que el mundo entero conspira contra él.

De forma más preocupante, el día de Reyes vimos de primera mano como sus seguidores le creían. Tras meses denunciando conspiraciones grotescas sobre fraude electoral e insinuando de que sería necesario actuar directamente contra el congreso, Trump se dirigió a los manifestantes y les pidió poco menos que marcharan a tomar las Cámaras. Los manifestantes le hicieron caso, y por primera vez en más de 200 años una turba enfurecida forzaba la entrada en el congreso, paralizando la votación que iba a proclamar al rival de Trump como presidente.

Las palabras de Trump no eran sólo bravuconadas, conspiraciones, y retórica. Las palabras de Trump tenían consecuencias, cinco muertos, un traspaso de poderes marcado por la violencia, una fractura social descarnada, y un daño quizás irreparable a la imagen de Estados Unidos a nivel internacional.

Lo que dicen los políticos importa. Sus palabras anticipan lo que va a venir, y también tienen un impacto directo en lo que sus votantes van a creer. Debemos escuchar lo que dicen los partidos y sus líderes, y estos a su vez deben ser muy, muy conscientes de que cuando hablan lo que dicen no se pierde en el vacío. Aquellos que crispan, que odian, que hablan de enemigos, opresores y demás están jugando con fuego – y más vale que sean conscientes de qué pueden provocar.

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