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Opinión

Arralde on my mind (los peligros de la ficción)

La ficción que pretende "contar lo que pasó" es una de las formas más puras de manipulación

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, en una manifestación
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, en una manifestación Fernando Gómez / Europa Press

Fenómenos televisivos y literarios como Patria nos hacen pensar que por fin los creadores se han decidido a llevar la historia de terror de ETA al gran público, pero hay que tener cuidado con estas cosas. La ficción es peligrosa. 

Existen dos riesgos principales en el matrimonio entre ficción y memoria. Uno suele verse como un gran mal, aunque en el fondo es inocuo. Otro suele despreciarse porque exige algo más que el arrebato automático, pero es el que presenta un peligro real.

El primero de ellos es muy conocido, y ha dado lugar a protestas de todo tipo en los últimos años: el peligro de que la ficción “humanice” al terrorista. Cuando se percibe esa supuesta humanización como un peligro partimos de un error lingüístico, psicológico y antropológico. En realidad se trata de un único error: la predisposición a buscar consuelo en una inexistente inhumanidad absoluta del malvado, algo que recogió Lifton mejor que nadie en la introducción de ‘The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of Genocide’. Hablando con un amigo superviviente de Auschwitz, éste pregunta a Lifton, que había entrevistado a numerosos médicos del nazismo, si eran bestias cuando hicieron lo que hicieron o si por el contrario seguían siendo humanos. La respuesta de Lifton es sencilla y probablemente insatisfactoria: ni brillantes ni estúpidos, ni inherentemente malvados, no eran en ningún caso esas figuras demoníacas -sádicos, fanáticos, con una irrefrenable pulsión homicida- que la gente suele imaginar. La respuesta del amigo refleja perfectamente el estado en el que nos quedamos cuando se evapora la hipótesis de la maldad absoluta: “But it is demonic that they were not demonic”. Lo demoníaco es que no fueran demoníacos. Que no hubiera una clara separación ontológica entre ellos y nosotros.

Probablemente eso que llamamos maldad no es más que el nombre genérico que le damos a enfermedades sobre las que aún no sabemos lo suficiente

El terrorista no se puede humanizar porque nunca ha dejado de ser humano. El peligro es justo el contrario, demonizarlo, porque con ello se alimenta la idea de que sólo aquellos que manifiestan una maldad clara y evidente son capaces de cometer grandes crímenes. El terrorista muchas veces es un tipo desquiciado, inútil, frustrado. Otras veces es, efectivamente, malvado. Aunque probablemente eso que llamamos maldad no es más que el nombre genérico que le damos a enfermedades sobre las que aún no sabemos lo suficiente. Si un terrorista o un simpatizante de una banda terrorista aparece en una serie contando chistes malos, cuidando de sus hijos, preocupándose por su vecino o disfrutando con algo que también nos gusta a nosotros no se puede culpar al creador de la serie por presentar una imagen falsa. La realidad es, muchas veces, tan simple y terrible como ésa. El peligro no está en el tipo de imagen se proyecta, sino en el mismo hecho de proyectar una imagen ficticia.

Éste es precisamente el segundo peligro del que hablábamos. El peligro de que la ficción sustituya a la realidad. De que todos los casos reales, que suelen ser más mediocres, más sucios, menos icónicos, pierdan fuerza ante el caso de la ficción convertido en paradigma. Y el peligro está además en que la ficción puede convertirse en una especie de memoria colectiva, casi oficial. Si un terrorista muestra compasión y arrepentimiento, para mucha gente todos los terroristas serán ese terrorista. Si una viuda se funde en un abrazo con el asesino de su marido, o con la mujer del asesino, entonces ésa pasará a ser la medida de la virtud cívica.

Al comienzo del episodio se ve a unos buitres que sobrevuelan el pueblo. El padre de uno de los condenados remata la imagen con una línea de diálogo: “cuando no tienen nada que comer se acercan a ver si encuentran algo”

La ficción que pretende “contar lo que pasó” es una de las formas más puras de manipulación. Lo que pasó se cuenta en periódicos, documentos oficiales, entrevistas, documentales, libros de historia. No siempre se cuenta bien, pero ahí está la cuestión: contarlo bien es, en ese ámbito, ceñirse a la realidad. Contarlo bien en una serie es contarlo de tal modo que emocione, que no aburra, que genere empatía en el espectador. Por eso la ficción es una herramienta mucho más poderosa que el documento histórico. Y por eso se elaboran productos como Altsasu, la serie que emitió ETB hace menos de dos años. No haré un resumen, pero sí me parece interesante referirme a dos elementos que aparecen ya en el primer episodio. En primer lugar, la agresión. No se ve en ningún momento. Y por lo tanto no existe. O existe a gusto del espectador. En segundo lugar, la metáfora. Al comienzo del episodio se ve a unos buitres que sobrevuelan el pueblo. El padre de uno de los condenados remata la imagen con una línea de diálogo: “cuando no tienen nada que comer se acercan a ver si encuentran algo”. Y ya está. Sobre esos dos elementos -una agresión que no se muestra y unos buitres metafóricos- se construye todo el relato posterior y se refuerzan las tertulias, las informaciones y las noticias que se habían emitido sobre la pelea de bar -ya ni siquiera eso- desde el comienzo.

Hace una semana veíamos en Twitter un ejemplo concreto del poder de la ficción para desfigurar la realidad, especialmente cuando el medio empleado es el humor (por eso precisamente existe algo como El Jueves). Un tuitero escribió que “el ayuntamiento de Arralde (Bildu) nombra hijo predilecto al etarra que disparó a Miguel Ángel Blanco”, y pidió que se compartiera el tweet “para que se conozca esta vergüenza”. Muchos cuando lo vimos pasar ya sabíamos de qué se trataba, porque conocíamos la cuenta que lo había escrito. Otros no sabían quién era el autor, y compartieron sin comprobarlo. Bastaba con poner en Google Arralde o ‘hijo predilecto etarra’ para darse cuenta de que no se trataba de una noticia, y bastaba con entrar en el perfil para darse cuenta de que ese tipo de gente nunca denunciaría un caso similar. Pero el caso es que muchos no lo hicieron, y el tuitero vio cumplido su objetivo. 

En realidad el objetivo era hacer creer que todas las noticias que muestran lo que la izquierda abertzale hace con normalidad en el País Vasco y Navarra son falsas. Inventadas

A la noticia se la ha catalogado como broma, pero no es exactamente eso. Tiene una función mucho más específica que hacer reír. El objetivo de la broma era “llamar la atención sobre la desinformación”, decían la semana pasada en uno de esos portales que se dedican a sexar noticias. En realidad el objetivo era hacer creer que todas las noticias que muestran lo que la izquierda abertzale hace con normalidad en el País Vasco y Navarra son falsas. Inventadas. Porque “la gente, los fachas, se creen cualquier cosa”. Ése es el objetivo, del mismo modo que los informes sobre torturas que patrocina el Gobierno vasco no sirven para aclarar los casos en los que sí se produjeron torturas o abusos, sino para alimentar la idea, tan cara a la izquierda abertzale, de que todos los presos de ETA fueron torturados (y por tanto sus confesiones y condenas…). 

El artilugio tuitero sobre un alcalde ficticio de Bildu se publicó el 8 de agosto y corrió como la pólvora. Un día antes, el domingo, se publicó otro tuit que tuvo mucha menos repercusión. En respuesta a un mensaje por el aniversario de los cuatro etarras fallecidos en Bolueta cuando transportaban explosivos, el autor decía lo siguiente: Agur eta ohore. Adiós y honor, honor y gloria, como queramos traducirlo. La fórmula con la que la izquierda abertzale despide a sus héroes caídos. El autor de este mensaje no era el alcalde ficticio de un pueblo ficticio, sino un concejal de EH Bildu en Sestao. 

La exposición de la obra artística del asesino de Tomás y Valiente, el recibimiento con cohetes y aplausos al asesino de Fabio Moreno o la carrera popular en la que un alcalde de Bildu desfiló sonriente delante de las fotos de, entre otros, “el etarra que disparó a Miguel Ángel Blanco”, tampoco ocurrieron en una localidad vasca de ficción. Ocurrieron en Galdácano. Ocurren habitualmente en Hernani, en Echarri-Aranaz, en Rentería. Pero da igual. La ficción siempre se impone, y todas esas localidades pertenecen al mismo ámbito que Arralde. Lo que no existe.

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  • K
    Karl

    http://especial.elcorreo.com/2018/muertos-eta/por-ano.php?edtn=bizkaia