Opinión

Argentina, Colombia, Ecuador: ¿otoño negro para la izquierda populista en América Latina?

Javier Milei EP

América Latina afronta en las próximas semanas tres importantes citas con las urnas y en las tres va camino de consumarse un duro revés para la izquierda populista, que en este ciclo electoral estaba viviendo un momento mejor que dulce. No en vano, se ha hecho con el poder en la práctica totalidad del territorio, incluyendo sus cinco potencias económicas principales (Brasil, México, Chile, Argentina y Colombia) y contaba cada elección como un éxito. Una tendencia que puede estar empezando a cambiar, como va camino de manifestarse este mismo mes de octubre en las urnas de Argentina, Colombia y Ecuador.

Estos tres países viven desde hace meses inmersos en una intensísima campaña electoral, que está trascendiendo sus fronteras y en algún caso convulsionando a la sociedad. Su desenlace en este otoño será seguido en todo el mundo y condicionará el futuro más inmediato no solo de esas naciones, sino del conjunto de América Latina.

Ecuador

El primer país en votar será Ecuador, que este domingo día 15 celebra la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La primera, celebrada en agosto, estuvo marcada por el trágico asesinato a la salida de un mitin de Fernando Villavicencio, aspirante enfrentado al correísmo y enemigo declarado del crimen organizado que atenaza al país. La violencia causa estragos en Ecuador como consecuencia de la actividad de los cárteles mexicanos y albaneses que, en alianza con bandas locales, tratan de imponer su ley para explotar a sus anchas puertos como los de Guayaquil o Esmeraldas desde los que enviar al exterior la droga que manejan procedente de plantaciones colombianas, peruanas y bolivianas.

En medio de ese clima, las urnas del 20 de agosto dejaron como contendientes finales a la candidata del correísmo, Luisa González, y al joven empresario Daniel Noboa, hijo del cinco veces aspirante a presidente de Ecuador, Álvaro Noboa. González, candidata títere de un Rafael Correa prófugo que reside en Bélgica para no responder de sus causas pendientes con la Justicia ecuatoriana, aspira a recuperar para ese espacio de izquierda populista radical el gobierno del país más densamente poblado de América del Sur.

Pero todo apunta a que fracasará en el intento. Su 33’5% de la primera vuelta se antoja escaso para poder imponerse a un Noboa que está logrando amalgamar el apoyo electoral de todas las sensibilidades opuestas al correísmo y al que las encuestas presentan como ganador, si bien por un margen todavía no definitivo. De lograrlo, tendrá por delante el descomunal desafío de estabilizar a un país asfixiado por la violencia y envuelto en una excepcional crisis política, social e institucional que llevó al actual presidente, Guillermo Lasso, a convocar estas elecciones de forma extraordinaria para eludir un juicio político en contra, dar un paso al lado y propiciar que un nuevo mandatario concluya el periodo constitucional 2021-2025. En menos de dos años, pues, Ecuador tendrá que volver a las urnas para elegir presidente.

Argentina

Una semana después de las elecciones ecuatorianas, el mundo entero estará pendiente de lo que ocurra en Argentina. La primera vuelta de las presidenciales medirá el tamaño real del fenómeno Javier Milei, pondrá números al hundimiento del peronismo y reflejará cuál es la fuerza actual del centroderecha institucional heredero de Macri.

La crisis sistémica, enquistada, profunda y total que lastra a la economía argentina desde hace décadas (con su PIB estancado, la inflación desbocada y un 40% de la población ya viviendo por debajo del umbral de la pobreza) ha aflorado electoralmente con el mayor batacazo de la historia del peronismo, que en las primarias de agosto apenas alcanzó el 27% del voto, quedando en tercer lugar y viéndose barrido por las fuerzas de la oposición. En especial por el outsider Milei, el economista libertario que ha pateado el tablero con su discurso contra la clase política de ambos espectros –“la de los buenos y la de los malos modales”, como repite- y una propuesta de viraje radical en la gestión, donde destaca la apuesta por dolarizar la economía y efectuar un drástico recorte del gasto público.

Una semana después de las elecciones ecuatorianas, el mundo entero estará pendiente de lo que ocurra en Argentina. La primera vuelta de las presidenciales medirá el tamaño real del fenómeno Javier Milei

Un mensaje que está entrando como cuchillo en mantequilla. En agosto ya fueron un 30% los argentinos que votaron por él, diez puntos más de lo que vaticinaban las encuestas, siendo el candidato con más apoyos. Con toda seguridad, será uno de los dos que pasen a la segunda vuelta a celebrarse el 10 de diciembre -y ello sin que pueda descartarse del todo una nueva sorpresa y una victoria ya en primera vuelta, para lo cual necesita superar el 40% y sacar 10 puntos al segundo, o bien rebasar la cota del 45%- y la principal duda de estos comicios del 22 de octubre es quién será su rival en la pugna final.

Si lo logrará el representante del peronismo-kirchnerismo, el ministro de Economía Sergio Massa, o la sucesora de Macri al frente de la coalición Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich. Los sondeos reflejan un empate técnico entre ambos, con un Massa abrazando el discurso nacionalista para tratar de recuperar terreno –“Milei quiere poner una bandera extranjera en la sede del Banco Central”, llegó a decir en el debate de hace unos días- y una Bullrich tratando de erigirse en la representante del ‘cambio sensato’ para que Milei no se haga con todo el pastel del descontento ciudadano.

Si Massa, que a los muchos hándicaps de su candidatura (escándalos del kirchnerismo, gestión gubernamental de nefastos resultados) suma el de no tener detrás ni el apoyo de todo su espacio político -empezando por el de Cristina Kirchner-, ni siquiera logra forzar una segunda vuelta ante Milei o se ve superado por Bullrich protagonizará una derrota total y absoluta del peronismo, hegemónico en Argentina desde hace décadas. El muy negativo balance de su gestión, unida a la decepción que también supusieron paréntesis como el de Macri para mucha gente ha llevado a un volumen muy grande de argentinos a preferir el salto al vacío de Milei a cualquier otra experiencia de la mano de partidos y candidatos tradicionales. Al fin y al cabo, piensan, ¿qué puede empeorar?

Colombia

Y el 29 de octubre, por último, acudirá a las urnas el pueblo colombiano para elegir gobernadores, alcaldes, concejos y asambleas a lo largo y ancho de todo el país. Unas elecciones regionales más nacionales que nunca, que van a leerse en clave plebiscitaria sobre el desempeño de Gustavo Petro tras un año en la presidencia del país.

Su expectativa no puede ser más negra, con su popularidad desplomándose hasta el 33%, según Invamer, su agenda de gobierno prácticamente paralizada, sus continuos cambios en el equipo ministerial y los escándalos acorralándole. Hace apenas dos meses su hijo Nicolás confesó ante la Fiscalía del país que su padre era conocedor de la financiación ilegal de su campaña presidencial con dinero proveniente del narcotráfico.

Así las cosas, todo apunta a que la izquierda va a perder el control de la alcaldía de Bogotá y a que igualmente va a quedar relegada en Medellín, Barranquilla, Cartagena o Santa Marta. De las ciudades más pobladas del país, solo en Cali parecen ser competitivos candidatos afines al petrismo. E igualmente aparecen sin posibilidades en la pelea por la gobernación de los principales departamentos. Sus aspiraciones a día de hoy pasan por que surja un milagro en Bogotá -el izquierdista Gustavo Bolívar ni siquiera tiene garantizado pasar a la segunda vuelta, contemplada únicamente para la capital del país, y está a 20 puntos del favorito, el liberal Carlos Fernando Galán- y por conseguir una penetración suficiente en concejos y asambleas (más de 12.000 actas de concejal y más de 400 de diputado se ponen en juego).

De modo que Petro, el primer presidente de la historia de Colombia con pasado guerrillero a sus espaldas -formó parte hasta su disolución del M-19, autor de acciones como la toma del Palacio de Justicia en 1985, que acabó con un centenar de muertos- afronta unos comicios que pueden debilitarle enormemente y convertir los tres años que restan hasta las presidenciales en un calvario.

El tercer país más poblado de América Latina y el cuarto de mayor PIB estaría dando así el primer paso para finiquitar la experiencia populista y volver a un gobierno de centroderecha. Y es que al hundimiento del petrismo le está acompañando una recuperación de integrantes de la coalición de derechas que fracasó en las presidenciales de 2022. Tres de sus principales impulsores van camino de hacerse con la gobernación del Valle del Cauca (Dilian Francisca Toro), la alcaldía de Medellín (Federico Gutiérrez) y la alcaldía de Barranquilla (Álex Char). Un éxito al que habría que sumar el de toda una legión de aspirantes a gobernaciones y alcaldías, unos de corte más liberal y otros más conservadores, que tienen prácticamente ganada la elección a sus rivales. Aires de cambio y aires de apartarse del populismo radical de izquierda, en Colombia como en Argentina y como en Ecuador.