Opinión

Airtel o el halo de un gran pelotazo

Ignacio Sánchez Galán

“El segundo operador español de telefonía móvil, Airtel, se ha convertido en uno de los negocios del siglo que ahora termina”, escribía Baltasar Montaño, periodista que fue de esta casa, el domingo 18 de junio del 2000 en el diario El Mundo. “Las cifras cantan por sí solas. Los 150.000 millones de pesetas que invirtieron sus socios fundadores en 1995 para que la compañía empezase a operar en octubre de ese año se han convertido, casi cinco años después, en 4,7 billones de pesetas. Es decir, han multiplicado su inversión inicial por 31”. El negocio del siglo y, si me apuran, de varios siglos. Un pelotazo que hizo inmensamente ricas a varias familias españolas y a otras tantas entidades financieras. Airtel, que terminaría convertida en Vodafone España a cambio de 24.000 millones de euros, acaba de ser vendida a la gestora de capital riesgo británica Zegona por unos pobres 5.000 millones, en lo que supone una escandalosa destrucción de valor que el grupo de telecomunicaciones británico aún no ha cuantificado. Justo lo contrario de lo que significó la creación de Airtel bajo la presidencia de Eduardo Serra y la dirección ejecutiva de Ignacio Sánchez Galán, consejero delegado de la teleco desde su fundación hasta su venta.  

El negocio del siglo y, si me apuran, de varios siglos. Un pelotazo que hizo inmensamente ricas a varias familias españolas y a otras tantas entidades financieras

El proyecto, puesto en marcha en diciembre de 1994, nació con socios de tanto tronío como el Banco Santander de Emilio Botín, el BCH de José María Amusátegui, las cajas de ahorro Cajastur, Unicaja, Kutxa, BBK y Caixa Catalunya, las eléctricas Endesa y Fenosa, la compañía de móviles estadounidense Airtouch, la operadora británica BT, la familia Entrecanales (Acciona), la familia March (Corporación Alba) y Juan Abelló. Con algún que otro disgusto familiar cercano a la pelotera. Juan Entrecanales Azcárate se oponía a realizar una inversión que suponía endeudar a la familia en 10.000 millones de pesetas, en contra del criterio de su hermano José María, fundador de Acciona, que desde el principio intuyó las posibilidades de un negocio que implicaba romper el monopolio de Telefónica Móviles. 

-¡Esto es una locura! ¡Te has empeñado y vas a arruinar a la familia! –protestaba Juan, vicepresidente del grupo, casi a voz en grito, con y sin testigos delante. 

Y cuentan que los hermanos casi llegaron a las manos. Al final se impuso el criterio de José María, un tipo elegante, buen mozo, un “beautiful” de los pies a la cabeza, con instinto empresarial a flor de piel. También vieron la oportunidad los hermanos Carlos Y Juan March, herederos de la única gran fortuna española de siempre, la que creó Juan March Ordinas en la primera mitad del pasado siglo, la más discreta, la más misteriosa, lo mismo que un Juanito Abelló (Torreal) que para aquel entonces ya era un hombre muy rico tras el pelotazo de la venta de Antibióticos y su salida de Banesto antes de la gran quema de diciembre de 1993. 

El comportamiento del mercado (vulgares consumidores) con Airtel dejó pronto pequeñas todas las previsiones que se habían hecho sobre el negocio, en un momento dulce para las nuevas tecnologías de la comunicación. La operadora, que había cerrado 1996 con 600.000 clientes, alcanzó su primer millón en 1997 (año en que ya ofrecía cobertura al 96% de la población), cerró el ejercicio de 1999 con cinco millones, que ya eran 7 en el 2000 y en el momento de su venta. Todo un éxito de gestión si se tiene en cuenta que la proyección inicial aspiraba a alcanzar los 1,4 millones de clientes en el año 2000. Como suele ocurrir cuando se trata de dinero, pronto comenzaron a aparecer los cuchillos cachicuernos entre un accionariado muy variopinto, muy plagado de ambiciones dispares. Por fortuna, la británica Vodafone acababa de asaltar a la alemana Mannesmann con una OPA por unos increíbles 181.400 millones de euros, y entre sus planes figuraba también entrar con fuerza en el mercado de las telecos español.

Cuentan que los hermanos casi llegaron a las manos. Al final se impuso el criterio de José María, un tipo elegante, buen mozo, un “beautiful” de los pies a la cabeza, con instinto empresarial a flor de piel

Fue así como en marzo del 2000, Vodafone decidió hacer efectiva la compra de las participaciones del BSCH (30,46% del capital), la BBK (4,76%), la Kutxa (4,01%), Unicaja (2,18%) y Caja Asturias (2,18%). Sánchez Galán convenció en meses sucesivos al resto de los accionistas de la conveniencia de vender sus participaciones por una valoración de la compañía cercana a los 24.000 millones de euros. En mayo de 2001, el grupo británico controlaba ya el 100% de Airtel. “Entrar en Airtel nos ha costado unos 287.000 millones de pesetas y esto vale ahora 1,4 billones, con lo que nuestras plusvalías latentes superan los 1,1 billones”, aseguraba por aquel entonces un alto cargo del BSCH. En la misma línea se manifestaba Valentín Montoya, director de Control Económico de Acciona: “Invertimos 15.000 millones de pesetas por el 10,85% de Airtel, y ese paquete ahora vale unos 540.000 millones”, con la paradoja de que “nuestra participación en el operador supera en más de 100.000 millones a nuestra capitalización bursátil”. Las plusvalías de los March fueron igualmente astronómicas (en torno a los 124.000 millones), y otro tanto cabe decir de Juan Abelló, que convirtió los 4.965 millones invertidos por el 3,31% de la operadora en 155.570 millones de pesetas. Ni más ni menos.

Abelló volvió a demostrar ese instinto inversor que le ha permitido atesorar una vasta fortuna. Lo mismo que José María Entrecanales, que supo resistir las presiones de su hermano para recoger después unas plusvalías con las que fue capaz de dar un vuelco a Acciona, una compañía que pasó de ser una constructora más para convertirse en un grupo diversificado presente en la energía, el tratamiento de aguas o el urbanismo. Capacidad de gestión se llama eso. La misma que ha demostrado tener un Sánchez Galán que en mayo de 2001 abandonaba Airtel para convertirse en CEO de Iberdrola, hoy entre las tres compañías energéticas más grandes del mundo, la primera europea y la segunda por capitalización de la bolsa española (54.495 millones de valor creados entre el 2 de enero de 2000 y el 2 de noviembre de 2023). Un éxito solo superado por el gran Amancio Ortega, patrón de Inditex, que el 23 de mayo de 2001 debutaba en bolsa con una capitalización de 9.163 millones de euros y hoy vale la friolera de 105.000 millones. En momentos como estos, con el empresariado sometido a todas las tormentas, no está de más recordar a la buena gente capaz de “hacer empresa” y crear riqueza.