Opinión

Abascal se equivoca

Feíjóo hará sangre con el pacto de Sánchez con Bildu en Pamplona para reivindicar las "líneas rojas" del PP con Vox
Santiago Abascal, presidente de Vox, y Alberto Núñez Feijóo, líder del PP / Europa Press.

¡Ah, cuánta gente estará de acuerdo con el título que encabeza estas líneas! Y, lo que es más divertido, la confluencia de opiniones respecto del aserto tendrá motivos radicalmente distintos. Para muchos, ya lo saben, no es que se equivoque: Don Santiago es el mal encarnado, el fascismo hecho vasco un siglo después. Él sí merece acabar colgado por los pies, su mera existencia expele fascisticina, una sustancia mortal y virulenta que ha resucitado de sus fosas comunes a todos los franquistas abatidos (merecido lo tenían) durante la guerra. Por culpa de Abascal, un apocalipsis zombie criptofascista amenaza España. Perdón, a este país. Sánchez, con lo del muro, se queda corto. Nuestro presidente, ante tamaño peligro, ha decidido calcar estructuras verbales de Milei y lanzar un “a Abascal y a su ejército de nazis de mierda no se le debe dar ni un milímetro” encubierto a través de Patxi López: “queremos que caiga sobre Abascal y sobre Vox todo el peso de la ley y del Código Penal”. Que haya escupido esto poco antes de que PSOE y Bildu anuncien una moción de censura que expulsará a UPN de la alcaldía de Pamplona no deja de tener su gracia. Se han olvidado también, por lo visto, de cómo dirigentes del PSOE “guillotinaron” a Rajoy en un acto de las Juventudes Socialistas en 2015.

Al PP y todo su corifeo mediático les ha faltado tiempo para desmarcarse, temerosos, de las famosas declaraciones del presidente de Vox al diario Clarín en Argentina (“Llegará un momento en que el pueblo querrá colgar a Sánchez por los pies”). Aprovecharon de paso para señalar algo cierto, a saber, que el PSOE intenta hacer una cortina de humo con el asunto, para desviar la mirada de lo grave y mollar: el ataque perpetrado a España esta semana en la sede misma de la institución que, en teoría, representa la voluntad popular. Sí, la amnistía y esas cositas. Eso que debemos pasar por encima según muchos políticos y sus votantes pues, ¿en qué nos ha de afectar? Los ciudadanos deberíamos preocuparnos por el día a día, el precio de los alimentos, de la gasolina, de la calefacción…Hagamos como Franco, no nos metamos en política, gocemos simplemente de sus frutos, de nuestra economía boyante y demás bendiciones que nos ha traído cinco años de gobierno socialista.

No comprenden que muchos percibimos al PP como un PSOE que camina con cinco años de retraso. Pero no, el problema es Abascal. Abascal se equivoca. Desaparezca, señor Abascal.

¡Qué bien le ha venido al PSOE la expresioncita de Abascal!, señalan sesudamente algunos analistas. Todos aquellos que reducen su actividad a examinar la política como un tablero de ajedrez o de Risk, donde lo importante es contemplar las estrategias, anticiparlas y explicarnos cómo las llevan a cabo los distintos partidos en términos de comunicación. De relato, que gusta decir ahora. El relato es que Vox es una fábrica de votantes del PSOE. Mejor un mentiroso recalcitrante, un traidor a la patria, que un peligroso fascista. (Por cierto, habría que preguntar a muchos hooligans de la izquierda qué opinan sobre el fin de Mussolini, si les escandaliza o si creen que en algunas ocasiones es natural -que no justificable- que acaben así las cosas).

El PP, temeroso de que sus alianzas autonómicas y municipales con Vox – su inevitable pareja de baile en las próximas generales- les pasen factura, se apresura a seguir pidiendo perdón por existir. Por lo visto ignoran que ni aun suicidándose la progredumbre estaría satisfecha. Sobre su tumba escupirían, exclamando: debisteis hacerlo mucho antes, fachas de mierda. Igual que la rojambre anhela la desaparición del PP, éste sigue, erre que erre, sentado sobre la idea de que la existencia misma de Vox es una gran equivocación: sin la división de la derecha en dos partidos el problema quedaría resuelto: mayoría absoluta para los populares. En lo que no quieren reparar estos es en el porqué de la escisión. No comprenden que muchos percibimos al PP como un PSOE que camina con cinco años de retraso. Pero no, el problema es Abascal. Abascal se equivoca. Desaparezca, señor Abascal.

Las escasas personas que saben de las trampas del maldito relato se han tomado la molestia de escuchar la famosa frase en el contexto de la entrevista. Y, naturalmente, si uno lo conoce y es una persona razonable, no le cabe más que señalar que Abascal no sólo no se equivoca, sino que canta verdades como puños. Al plantear la periodista al líder de Vox la habilidad de Sánchez como político, éste respondió:

Quizá en España estamos tan intoxicados de relato que acaba resultando natural que Sánchez siga en el poder y que Feijóo siga empeñándose inútilmente en hacerse perdonar

“Pedro Sánchez no es astuto y hábil como la gente piensa. Un político que no tiene escrúpulos, que no tiene principios tiene una ventaja competitiva sobre los políticos honrados y que tienen escrúpulos porque nos ponemos límites. Yo tengo unos límites morales y principios que no puedo venderlos. Sánchez no tiene ninguno, entonces si no tiene principios puede engañar al pueblo como ya ha hecho en dos elecciones. Puede pisar las leyes, poner en riesgo la unidad nacional, puede indultar a criminales, puede hacer una ley que acaba provocando que 150 violadores salgan a las calles. Es un político que no tiene límite moral, no es inteligencia. Habrá un momento dado en el que el pueblo querrá colgarlo de los pies, pero hasta ahora eso le ha valido.”

Hechos. Todo hechos. Hechos gravísimos. Pero nos hemos quedado con el recordatorio final sobre cómo acaban los gobernantes déspotas. Quizá Abascal sí se equivoca. Quizá en España estamos tan intoxicados de relato que acaba resultando natural que Sánchez siga en el poder y que Feijóo siga empeñándose inútilmente en hacerse perdonar. Quiero pensar que no, que Abascal no yerra al cantar las verdades del barquero, aunque sólo sea porque el principio de realidad acaba siendo más fuerte que la persuasión más elaborada y cínica. La pregunta es cuánto le costará a España abrir los ojos, esperemos que no sea demasiado tarde para entonces.