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Opinión

Soraya Sáenz de Santamaría tiene una oferta de Ana Botín

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

La semana no empezó muy bien para esta menina posmoderna que aspira a gobernarnos. Porque cuando, en puertas del congreso extraordinario donde debe jugarse el trono a una carta, esperaba el concurso de las viejas glorias del PP respaldando su oronda figura, resulta que quien sale a apoyarla es ni más ni menos que José Luis Rodríguez Zapatero, un gafe integral y un tipo con enorme prestigio dentro de las filas del PP y alrededores, como todo el mundo sabe. Alguien ha querido hilar fino tratando de explicar lo inexplicable, encontrarle una razón a semejante boutade, sin éxito alguno: sencillamente Zapatero es ansí, que decía el clásico, inclasificable. El genio de ZP ha dicho lo que piensa, que en realidad es lo que piensa toda la izquierda española: que la señora es una bicoca para esa parte de la bancada, porque sencillamente se trata de la otra cara de la moneda que compone con Pedro Sánchez, el presidente por accidente: la devaluada moneda del bipartidismo, la del sistema del turno, la de una Transición que ha llegado muerta de puro corrupta.

De modo que Soraya va ganando apoyos. Antes que Zapatero se había pronunciado Sánchez Camacho, un puntal en el camino hacia el Olimpo de la doña, y en las próximas horas se espera el de Pepiño Blanco e incluso el de Llamazares, mientras Echenique se lo piensa. La verdad es que Sáenz de Santamaría no los necesita. “Su victoria es segura”, sostienen sus fieles, no obstante lo cual María González Pico, la todopoderosa, montó este lunes un buen pollo a la gente de Nueva Economía por haber dado a Pablo Casado la oportunidad de expresarse en uno de esos aburridos desayunos que siguen celebrándose en Madrid sin que nadie sepa muy bien por qué. Pero a la tropa de Soraya le supo mal, la verdad, aunque no necesitamos más apoyos, no señor, que vamos  sobrados, “ganamos claramente”, insisten, “el tema está cerrado”, de modo que no sé qué hace el pobre Casado que no enarbola bandera blanca y negocia un carguillo en el estado mayor de la generala triunfadora.

Y todos esperando a Núñez Feijóo, mirando sin pestañear el color del humo que despide la chimenea azul gaviota de la estufa en la que el gallego impasible quema las fotos con el narco Marcial Dorado que la ilustre puso un día en circulación para acabar con su carrera política. Ello, lo del color del humo del fogón vaticano de Feijóo, en la creencia de que aquel a quien él bendiga saldrá triunfador de la singular pelea que protagonizan las tropas en retirada de un partido extraviado en el laberinto del vacío ideológico y la inanidad política. El movimiento del fiel de la balanza de Feijóo resultará, dicen, definitivo, aunque el astuto gallego seguramente no dirá ni mu hasta el día después, legionario, cuando haya pasado el peligro.

Algún día tendrá este cobarde que explicar 'el misterio Mariano', o el porqué de ese interés suyo en investir como presidenta de los despojos del PP a quien algunos días antes pudo dejar convertida en presidenta del Gobierno de España"

El nuevo vecino de Santa Pola sigue moviéndose activamente en la sombra tratando de asegurar el cetro de su patrocinada, dicen que nervioso y cabreado ante la eventualidad de un triunfo de Casado que vendría a rubricar el fracaso de una vida, enterrándole para la historia de España y la del PP bajo una losa de piedra de 2.500 kilos similar a la que hoy guarda la momia de Franco en el Valle de los Caídos, esa que ahora un tal Sánchez quiere levantar para utilizar como talismán con el que seguir distrayendo la atención de un gentío que ya empieza a estar mosqueado por tanto globo sonda. Pablo celebra hoy mismo un encuentro con ex ministros del PP a quienes Rajoy ha llamado personalmente para que no acudan. Hasta ahí llega la marea negra. Parece que no ha sido muy persuasivo. Algún día tendrá este cobarde que explicar “el misterio Mariano”, o el porqué de ese interés suyo en investir como presidenta de los despojos del PP a quien algunos días antes pudo dejar convertida en presidenta del Gobierno de España, cerrando el paso a un aventurero sin más idea de gobernar que su propia desmedida ambición y una total disposición a hacer añicos los consensos que, mal que bien, han hecho avanzar en paz a este país durante los últimos cuarenta y tantos años.

El milagro y la derrota

¿Quién se llevará el gato al agua? Es la pregunta que hoy domina todas las conversaciones. Una respuesta es segura: aquel a quien menos engañen los tres mil y pico compromisarios, esos señores que en número creciente han prometido su voto a ambos candidatos al tiempo. Soraya ofrece a Casado “consensuar todos los cargos de la dirección” que encabezaría ella misma, claro está, al tiempo que le exige que explique “los apoyos de Faes, de Aznar, de Cifuentes o de Esperanza Aguirre”, siendo así que debería ser ella quien tratara de explicar lo inexplicable: cómo alguien que ha trabajado codo con codo como mano derecha del hombre que ha sido capaz de reducir a escombros un partido que llegó a tener casi 11 millones de votos no ha mucho tiempo, puede ahora presentarse como solución de futuro para lo que queda de ese partido. Casado, mientras tanto, sigue sumando adeptos a su causa, apoyos que tienen la zona de sombra de diluir en concesiones a unos y otros los buenos propósitos de limpieza radical enunciados al inicio por su candidatura. Es lo que hay: con Casado sería posible el milagro; con Soraya, la derrota es segura.

  

Yo creo que gana claramente Soraya”, repite, convencida, su gente. Ella no lo debe tener tan claro cuando insiste ante Casado en esa “lista única”

El vacío de poder provocado por la espantada del miserable Rajoy no puede ser más pavoroso, y por él acaba de colarse, como por el portalón en ruinas de una Bastilla asediada, las turbas del populismo y el separatismo que al alimón intentan romper los diques de contención del Estado sin que enfrente haya autoridad o liderazgo alguno capaz de imponer la mínima sensatez exigible cuando se juega con las cosas de comer. ¿Qué hacemos con Juan Carlos I? ¿Lo sentamos en un banquillo? ¿Lo metemos en la cárcel? ¿Y qué tipo de parapeto o muralla china establecemos para que las olas de la gran tormenta no se lleven por delante a Felipe VI, que es de lo que se trata, lo que tratan de derribar los enemigos de la paz y la libertad, dos valores asentados desde hace más de 40 años en la unidad y la igualdad entre españoles? Y a todo esto, ¿qué tiene que decir Soraya? ¿Cómo piensa ella sacar al país de este embrollo? “Yo creo que gana claramente Soraya”, repite, convencida, su gente. Ella no lo debe tener tan claro cuando insiste ante Casado en esa “lista única” capaz de instalar en el PP la paz de los cementerios, y cuando ha decidido escuchar la oferta que le ha formulado el Santander de Ana Botín, lo femenino al poder, el banco donde trabaja Jaime Pérez Renovales, entre 2011 y 2015 en Moncloa como subsecretario de la Presidencia, y actual Secretario General y del Consejo del banco en cuestión. ¿La retirada?

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