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Opinión

De Roures a Pilatos

Uno de los momentos de un programa de La Sexta

Día 25 de marzo, Domingo de Ramos. A eso de las cinco de la tarde. En mi hospital. Me despierta de la leve siesta no el dolor de la pata rota, que va cada vez mejor, sino las voces que está dando una chica en la tele. Tengo puesta La Sexta, propiedad de don Jaume Roures, ese abnegado adalid de la justicia y la libertad a quien Dios guarde muchos años. La periodista, a quien no vemos la cara, usa el tono de voz y las expresiones apocalípticas de quien pudiera estar retransmitiendo una invasión de extraterrestres, pero la verdad es que en la pantalla se ve poca cosa: en un cruce de calles de Barcelona hay unas furgonetas policiales con las luces giratorias encendidas, unos cuantos guardias con el casco puesto y unas pocas decenas de manifestantes que, obviamente, quieren pasar por donde los guardias (Mossos d’Esquadra) no quieren que los otros pasen. Debo aclarar que esa mañana han capturado en Alemania al sr. Puigdemont, que llevaba exactamente 155 días fugado de la Justicia (es curioso esto, ¿verdad?).

Cambio de canal con un leve toque de tecla. Es Telemadrid, cadena de titularidad pública. La chica que habla, a quien no vemos la cara, usa el tono de voz y las expresiones sobrecogidas de quien está a punto de relatar al mundo, en directo, la aparición de la Virgen María en la Asamblea de Madrid llevando en su regazo el trabajo de fin de máster de doña Cristina Cifuentes. Todo es fervor, todo es gozo y amor de los amores. La imagen es la puerta de una iglesia: la basílica de San Miguel, uno de los baluartes del Opus Dei en Madrid, y dice la muchacha que por allí mismito está a punto de salir la procesión de los Estudiantes, en el marco (incomparable) de la Semana Santa madrileña. Se ve poca gente. La procesión no sale pero no hay más que escuchar a la periodista, cada vez más arrebolada, para concluir que el milagro está a punto de materializarse.

Gracias a la profesionalidad de ‘La Secta’, que lleva dos horas retransmitiendo lo mismo, un número muy elevado de ciudadanos se entera de que se está perdiendo una divertida protesta callejera"

Cambio de canal. En La Sexta (propiedad de don Jaume Roures, luz de donde el sol la toma) la periodista sigue anunciando la inmediatez del Apocalipsis. Se ve más gente. Tampoco tanta. Los manifestantes empujan a los guardias. Los guardias no se dejan empujar o por lo menos no se mueven del sitio. El sonido es muy malo y además está la chica del micrófono, a la que se han unido otras voces también alarmadísimas que no dejan de repetir (¿a quién?), a grito herido, que los manifestantes están tratando de llegar a la Delegación del Gobierno en Barcelona, que está allí mismo, a dos calles, por si alguien no lo sabía o sentía curiosidad. Empiezo a preguntarme dónde está la noticia, por qué estamos viendo todo el rato la misma imagen. O mejor dicho: qué esperan los de la cadena que ocurra. Porque llevamos como tres cuartos de hora esperando a que pase algo; quizá los de La Sexta sepan qué es.

Cambio de canal. En Telemadrid, de titularidad pública, el asunto está más o menos igual que antes pero con más gente, eso sí. Sotanas, túnicas, caperuzos, uniformes, gente que entra y sale de la Basílica de San Miguel. El sonido es un galimatías no exento de cornetazos y redobles; y además está la chica del micrófono, a la que se han unido otras voces igualmente alborozadas y angelicales que no dejan de anunciar la buena nueva: que la procesión está a punto de salir. Pero no sale. Me pregunto a qué estamos esperando y por qué no conectan con la basílica del Opus cuando efectivamente salgan los pasos. Porque llevamos como tres cuartos de hora.

Cambio de canal. En La Secta, propiedad de don Jaume Roures (el clemente, el misericordioso) se va poniendo el sol al fondo de la calle mientras el número de manifestantes va aumentando poco a poco y su agresividad también. Gritan cosas que no se entienden. Pero la periodista de la cadena, que es todo diligencia y fervor, les pone la alcachofa para que todos escuchemos que el ripio es “Prensa española, manipuladora” y luego diversas rimas, consonantes, asonantes o libres, sobre los “presos políticos” y sobre el capturado sr. Puigdemont. Luego suena, algo desafinado, Els segadors. Gracias a la cadena, que lleva dos horas retransmitiendo lo mismo, un número presumiblemente elevado de ciudadanos está enterándose de todos los detalles (incluidos los métricos o lingüísticos; es decir, como si estuvieran allí) de una manifestación callejera que, al menos de momento, es un soberano coñazo porque en realidad no está pasando nada.

Cambio de canal. En Telemadrid, cadena de titularidad pública, las locutoras no caben en sí de fervor místico porque por fin ha salido el primero de los dos pasos que integran la procesión. Esperábamos más pero es lo que hay. Otrosí, las calles son pequeñas y la gente se aprieta, rebulle y zarandea de tal modo que las periodistas no son capaces de discernir si lo que ha salido es un cristo crucificado o una Mater dolorosa; pero da igual porque algo ha salido, eso es seguro, y ellas están muy contentas. Ha sonado, algo desafinado, el himno nacional. Gracias a la cadena, que lleva casi dos horas retransmitiendo lo mismo, un número muy elevado de ciudadanos está enterándose como si estuviesen allí de que (habla alguien que parece un cura) semejante dispendio y despliegue informativo es un derecho de los católicos, aunque el latazo sea notable porque apenas se ve nada.

La reportera de Telemadrid habla sobrecogida, como si estuviera relatando la aparición de la Virgen María en la Asamblea de Madrid llevando en la mano el trabajo de fin de máster de doña Cristina Cifuentes"

Cambio de canal. En La Sexta, propiedad de don Jaume Roures (Salvator della Patria, que se dice en la ópera Aida), la chica que habla por el micrófono se equivoca al menos tres veces y dice que aquella gente cada vez más numerosa y agresiva está allí, sobre poco más o menos, “por la libertad de los presos polític… Huy, perdón, quería decir de los políticos que están presos”. Llevamos así como tres horas.

Cambio de canal. En Telemadrid, cadena de titularidad pública, un cura (es obvio que se trata de un cura) asegura una y otra vez que la fe es lo que nos mantiene juntos en Cristo. A todos, obviamente. Luego da detalles: que primero empieza de manera digamos individual, ¿no?, pero que luego ya como que se expande, se generaliza, se viraliza (interpreto yo) y eso explica que la procesión sea emitida por la cadena pública, cuando hay cadenas privadas y episcopales que puede ver todo el mundo si le da la gana. No parece que el 'padrecito' tenga los conceptos muy claros pero está claro que lo intenta. Llevamos así como tres horas.

A todo esto, en Facebook, Juan Pablo Benito dice (lo pesco de milagro, pero es que me aburro ya bastante yendo de Roures a Pilatos): “Las manifestaciones se retransmiten en directo porque, como saben todos los expertos en manipulación de masas, eso tiene un alto poder de efecto llamada. Hace que muchas personas –casi siempre jóvenes– que no pensaban acudir, acudan; y se va marcando el ritmo de las manifestaciones, como por dónde van, cuándo arrancan, dónde terminan, de qué manera…”.  Añado, de mi capote: ¿y las procesiones no?

A las once de la noche, Telemadrid (cadena de titularidad pública) ya no emite la procesión… porque esta se ha recogido, no por otro motivo. Pero la Secta (propiedad de don Jaume Roures, prócer señero de la ecuanimidad informativa) sigue con la retransmisión de la manifestación de Barcelona, que por fin se ha transformado en una verdadera gresca. Quod erat demonstrandum.

Las manifestaciones de La Sexta acabaron con alrededor de un centenar de heridos, con numerosos detenidos y con el cuento infantil del “pacifismo” independentista, porque varias decenas de los heridos eran policías.

La procesión de Telemadrid acabará, presumiblemente, con la resurrección de Nuestro Señor y su posterior ascensión a los cielos. A ver si le ponen un dron para que podamos verlo, caramba.

El patriotismo y la fe son, lo mismo que el enamoramiento y el miedo, dos sentimientos humanos de los que absolutamente nadie está libre. Nadie. Tenga la edad, la formación o el carácter que tenga.

Te rogamos, óyenos.

 

 

 

 

 

 

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