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Opinión

Romería en Lledoners

Iglesias visita a Junqueras en la cárcel.

Este viernes había cola para entrar en la cárcel. Además de Pablo Iglesias, por Lledoners han desfilado Joan Tardà, Xavier Trías y hasta diecisiete personas más, entre ellas Elsa Artadi. Manda más Oriol Junqueras desde su celda que Torra y Puigdemont desde Palau o Waterloo.

¿Un tripartito a la vista en Cataluña?

Junqueras, como historiador, debe conocer la cita de Publio Sirio que dice “Mientras pensamos decidir, se escapa la ocasión”. Y, si no la conoce, al menos parece ser la estrategia que ha decidido adoptar en estos tiempos de turbulencias, vedetismos y falsas apariencias. Lo que parece indiscutible es el tanto que se ha marcado recibiendo a Pablo Iglesias, flanqueado por Lucía Martín, diputada de En Comú Podem al congreso, y Jaume Asens, persona de máxima confianza de Ada Colau en el ayuntamiento de Barcelona.

El líder de Esquerra ha optado por un alejamiento del radicalismo de boquilla y gesticulación exasperante que sostiene el fugado de Waterloo. Seguramente debió prestar atención al consejo que le dio un amigo suyo cuando, al visitarlo en la cárcel, le dijo “Estos de Puigdemont son la Convergencia de toda la vida, la derecha pujolista, así que no te fíes, porque siempre te dejarán con el culo al aire”. Y así ha sido, desde la famosa fuga del ex presidente hasta ahora que, un año después, el huido no se ha dignado descolgar el teléfono, ya no para llamarlo, sino para hacerlo con la mujer del encarcelado.

Junqueras planea darle la vuelta a la tortilla de la política catalana, eliminando de la ecuación al sector hiperventilado de la ex Convergencia para ocupar su lugar. No deja de ser curioso que el responsable de la ruina económica en Cataluña, con miles de empresas que se han ido para posiblemente no volver jamás, del que presionó a Puigdemont para que no convocase elecciones y el que exigía que la república debía implementarse al precio que fuese, se haya convertido ahora en moderador de la situación. La política tiene estos imprevistos, estos giros, que hacen muy difícil el oficio de sibila en asuntos públicos.

De Rossell a Pepe Álvarez, no hay quien pinte o quiera pintar algo en la Cataluña que se avecina que no haya acudido a entrevistarse con Junqueras, y esto no es algo que pase porque sí

Lo que es constatable es que todo el establishment da por buena la carta de Junqueras, desde los sindicatos a la patronal, pasando por los partidos de lo que se denomina el espectro de izquierda. De Rossell a Pepe Álvarez, no hay quien pinte o quiera pintar algo en la Cataluña que se avecina que no haya acudido a entrevistarse con Junqueras, y esto no es algo que pase porque sí. Las élites políticas, empresariales, sociales, saben que se está cociendo un guiso que, sin ser diferente en sus planteamientos ideológicos, tiene un sabor y una praxis totalmente diferente a lo vivido en los últimos años. Que los titulares destaquen la negativa de Esquerra a aprobar los presupuestos si no existen contrapartidas con los presos es, en el fondo, superficial, porque lo que se está discutiendo no tiene nada que ver con esto. Son aguas más profundas, de mayor calado, ya que Iglesias a lo que ha ido – y a lo que han ido todos – es a explorar la creación de un tripartito en Cataluña. PSC, Esquerra y los podemitas no sumarían, claro, pero ¿y si se añadiera a esta cifra una buena parte del PDECAT, que está más que harta de tanto oleaje y busca una salida airosa al lío que se promovió desde sus propias filas? Ese es el motivo por el que tanta gente ha acudido este viernes a Lledoners.

Cataluña como campo de pruebas

Mientras el vicepresidente de la Generalitat Pere Aragonés y la ministra Calviño se reunían para tratar asuntos económicos, en sintonía con otros encuentros que van manteniendo distintos Consellers – el más reciente, el del ministro de cultura Guirao con la consellera Borrás, en el que se acordaron no pocas cosas en materia de inversiones – el líder republicano iba impartiendo doctrina a sus visitantes. Sus hombres de confianza, Junqueras dixit, son Aragonés y Tardà; no habrá pacto sin contrapartidas; hay que abrir un nuevo tiempo en política. Esa es la biblia a la que se ciñe y que, al menos hasta ahora, le está dando buenos resultados. Auxiliado por el presidente del Parlament, Roger Torrent, que ha cumplido fielmente la orden de no traspasar ni un milímetro la línea de la legalidad, Junqueras ha tenido el acierto de no pedir nada para él, solo la libertad para sus compañeros. Un bofetón que ha resonado en Waterloo de manera mayúscula.

Según nos indican personas cercanas al preso de Lledoners, la posibilidad de concurrir con un acuerdo entre socialistas, comunes y Esquerra es más que posible. Saben que las CUP pueden tirarse de la moto en cualquier momento, abandonando sus escaños y la vía parlamentaria, por entender que el PDECAT ha traicionado a la república, limitándose a hacer política autonomista, lo que dejaría a Torra sin otra opción que convocar elecciones. Y quieren estar preparados ante este más que posible escenario.

No es momento para falsas cortinas de humo, como la que pretenden vendernos los socialistas, fingiendo que no ven con buenos ojos la visita del líder de Podemos, porque es evidente, nos consta, que Sánchez está detrás de la operación

Del concurso de buena parte del PDECAT habrán hablado, sin duda alguna, Artadi y Trías, un elemento que hasta ahora no había aparecido. El ex alcalde de Barcelona tiene suficiente autoridad moral para ayudar a reconducir la postura maximalista que Puigdemont y su núcleo duro pretende mantener contra viento y marea en el seno de la neoconvergencia. Trías posee, además, experiencia más que suficiente como hombre negociador, de pacto, dialogante. Siempre he defendido que, sin la cuestión del separatismo, Trías podría haber continuado como alcalde mucho más.

No es momento para falsas cortinas de humo, como la que pretenden vendernos los socialistas, fingiendo que no ven con buenos ojos la visita del líder de Podemos, porque es evidente, nos consta, que Sánchez está detrás de la operación. Su finalidad no es otra que intentar un acuerdo a varias bandas en Cataluña para luego, en unas elecciones generales, presentarse en una especie de Frente Popular redivivo aliado con Iglesias, los de Esquerra y esa parte del PDECAT que tendrá que decidir un día u otro qué quiere ser de mayor. Carles Campuzano, portavoz de los neoconvergentes en el congreso, ha hablado mucho de esto con Tardà. Enfrentado a muerte con Nogueras, la persona que Puigdemont ha hecho valer como su enforcer en el grupo parlamentario, no ha dejado de decir en petit comité lo que otros decimos públicamente: que con Puigdemont no se va a ningún sitio como no sea a la cárcel.

Si el experimento en Cataluña llegase a buen puerto, supondría un giro copernicano en lo vivido hasta ahora siendo, además, la puerta para una confluencia nunca vista hasta ahora en España en el campo de la izquierda. Todo esto le coge con el pie cambiado a la derecha, dividida hasta la extenuación. Deberán Casado y Rivera – y también Abascal, claro – sentarse algún día y ver de qué manera se articula ese terreno ideológico, si es que quieren hacer algo y no verse engullidos por la marea socialista y podemita.

De momento, a Lledoners van ciento y la madre a intentar su experimento, legítimo en democracia. Sería menester que en la otra parte se intentara lo propio, aunque mucho nos tememos que ahí están más ocupados en ver quién exhibe la rojigualda más grande. Así que, de momento, de una nueva CEDA, nada de nada. Veremos.

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