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Opinión

No es país para hijos de guardias civiles

Archivo. Guardias Civiles frente al Instituto Can Vilumara de L'Hospitalet de Llobregat durante el 1-O.

Fiscalía ha denunciado a nueve profesores de un instituto en Sant Andreu de la Barca. El motivo es que, presuntamente, sometieron a humillaciones a algunos de sus alumnos, hijos de agentes de la Guardia Civil, con motivo de los hechos sucedidos el pasado 1 de octubre. Los dirigentes locales del PDeCAT han dicho que, si no les gusta la escuela catalana, lo que deben hacer es tener una para ellos. El proceso de las sonrisas.

"¿Estarás contento con lo que hizo tu padre ayer?"

Según fiscalía, lo sucedido en aquel instituto catalán podría ser constitutivo de delito al lesionar la dignidad de las personas. Niños, añadimos nosotros. ¿Motivos? Discriminación por nacionalidad, delito contra la integridad moral e injurias graves contra los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. A dicho centro acuden varios hijos de miembros de la Benemérita que, según el fiscal, tuvieron que soportar que sus profesores les dijeran barbaridades como “Los guardias civiles son unos animales y unos bestias que solo saben dar palos”, “Son unos perros rabiosos” o el ya citado de si estaban orgullosos de lo que habían hecho sus padres, a propósito de las actuaciones efectuadas por Guardia Civil y Policía Nacional a lo largo de la jornada del pseudo referéndum. Todo ante sus compañeros de clase.

Como agravante, en el informe del fiscal se cita un hecho particularmente grave: una profesora habría dicho a sus alumnos – unos treinta – que irían a una concentración en contra de la violencia policial, añadiendo una frase, como poco, amenazante: “Los que estén a favor de ella que se queden en clase, los que no, que bajen al patio”. Una alumna, hija de guardia civil, se negó a bajar aduciendo que no le interesaba hablar de política, y la respuesta que recibió fue “Pues esto es lo que hay, si no te gusta ahí tienes la puerta”. Amor puro, fraternidad, integración, libertad y, sobre todo, democracia.

Aparte de estigmatizar a esos críos, lo que ya es algo abominable, lo que roza el delirio totalitario es el hecho de pretender convertir un aula de docencia en instrumento de la ideología separatista, discriminando entre buenos y malos a los alumnos. Dichos profesores ya han acudido a declarar, en calidad de investigados, declarándose inocentes de los cargos. Se da el caso de que, en ese pueblo, Sant Andreu de la Barca, se halla un cuartel del Instituto Armado.

Si no les gusta la escuela catalana, que se hagan una para ellos”

Independientemente que estos tristísimos sucesos están en manos de la justicia, y ésta ya resolverá, no es ajeno a nadie que conozca ese municipio que para los separatistas es, y citamos textualmente, “Una pequeña Andalucía, donde el sentimiento españolista es muy fuerte, están envalentonados”. Lo decía Joan Gaspá, concejal del PDeCAT en el ayuntamiento de la localidad andreuenca, en declaraciones a La Vanguardia. “La mayoría de inmigrantes andaluces no hablan catalán, tenemos en el pueblo tres asociaciones andaluzas e incluso celebran la Feria de Abril”, añadía el concejal del partido neo convergente totalmente indignado. Fíjate, encima se asocian y pretenden celebrar sus cosas. Menudo descaro el de esos españolazos, debe pensar el hombre.

Es curioso que aquellos que se mostraron extremadamente indulgentes con la existencia de mezquitas salafistas – Artur Mas ordenó a los suyos no meterse con ellas de manera tajante – se muestren tan contrariados frente al hecho de que existan asociaciones andaluzas. El Corán sí, la Feria de Abril, no. Insistimos en lo dicho por el vicepresidente local del PDeCAT, Enric Gregori, que también recoge el rotativo barcelonés: “Si no les gusta la escuela catalana, que se hagan una para ellos”. Un gueto, vamos. Estos son los que van de adalides de la libertad. Cataluña es un país abierto para acoger refugiados, faltaría más, pero no lo es para los hijos de los guardias civiles. O tragan, o que se vayan a su casa. Sus padres, también. Fora les forces d’ocupació, dicen.

Tenemos un problema serio en las aulas. O dos

Lo que ha pasado no es, ni mucho menos, un caso aislado. A pesar de que se intenta tapar, en Cataluña se yuxtaponen varios elementos que acabarán por estallarnos a todos en la cara. Por una parte, un sentimiento separatista mayoritario en la comunidad educativa; por otro, la extrema tolerancia con culturas que no aceptan integrarse ni las reglas de juego que rigen en nuestra sociedad occidental. Si sumamos las dos, sale como resultado un modelo de escuela en el que tu puedes hacer valer que tu hija vaya a la piscina a nadar sola y con velo, que en las reuniones con los tutores está presente un intérprete - lo he visto: padres de origen chino con más de diez años de residencia aquí, negándose a hablar en nada más que no fuese su cantonés de origen – o que se tenga que cambiar todo el menú de un comedor escolar por incluir cerdo. Todo se acepta por esos profesores de lacito amarillo y consigna educativa. Pero si el alumno pide escolarización en castellano o lleva en su mochila una bandera de España, las cosas cambian como de la noche al día.

No serán tan solo sus condiscípulos los que lo someterán a acoso y derribo. Algunos profesores también tomarán cartas en el asunto, afeándole la conducta y recordándole que en Cataluña solo se habla catalán, que la bandera catalana es la señera, que lo que hace llevando la rojigualda es dividir a la clase, crear conflictos, provocar a la gente y, en fin, actuar de manera desleal e incluso facha. Facha. Ese es el detente bala que utiliza la caballería separatista del gremio de la pizarra y la manualidad absurda. Porque todo lo que no sea comulgar con su ideario es facha. Todos han de ser independentistas, del Barça, hablar catalán y no cuestionar nada de lo que le digan los líderes separatistas. Heil.

Cuando alguien analice en el futuro el rol desempeñado por los socialistas a lo largo de los años de plomo pujolistas, a más de uno se le va a caer la cara de vergüenza, si es que le queda algún asomo de ella"

Ahora bien, no hemos llegado a esta situación sin la colaboración y aún la complicidad de muchas personas. Pujol tenía claro que la escuela y la televisión eran sus mejores armas de cara al tremendo proceso de ingeniería social que deseaba llevar a cabo. Ahí fue entusiásticamente secundado por un PSC dirigido por nacionalistas con mala conciencia de no militar en Convergencia, que se apuntaron como un solo hombre a la inmersión lingüística y lo que hiciera falta con tal de no ser tildados de malos catalanes. Cuando alguien analice en el futuro el rol desempeñado por los socialistas a lo largo de los años de plomo pujolistas, a más de uno se le va a caer la cara de vergüenza, si es que le queda algún asomo de ella.

Resolver el drama que supone un sistema educativo fundamentado en el imaginario separatista ni es fácil ni será cosa de hoy para mañana, máxime cuando el estado se inhibe a la hora de tomar cartas en el asunto. Que en los comedores de algunas universidades existen dos bandos a la hora de sentarse, a saber, profesores independentistas y profesores que no lo son, es más que cierto. Que en pueblos como Sant Andreu de la Barca, con alcalde socialista hace más de dos décadas, lo anormal es ser español, también.

Cuando uno ve por televisión al ministro Zoido cantar las alabanzas de la Benemérita, está tentado de pedirle que venga a Sant Andreu y hable con los agentes destinados allí, y que le cuenten como está el patio en la Cataluña del 155"

Esta es la Cataluña real, la que no aparece en los medios ni de la que habla la mayoría de políticos, esa Cataluña en la que Rajoy no tiene coraje de entrar porque, para hacerlo, serían precisos un valor y un sentido del estado de los que adolece. Cuando uno ve por televisión al ministro Zoido cantar las alabanzas de la Benemérita, está tentado de pedirle que venga a Sant Andreu y hable con los agentes destinados allí, y que le cuenten como está el patio en la Cataluña del 155, tan alabado por los del PP.

Los no separatistas se sienten desamparados en mi tierra. Viendo las caras de esos alumnos y de sus padres, no puedo por menos que preguntarme qué coño estamos haciendo y cuál sería la forma más eficaz para arrancar la ponzoñosa mata del odio. Se me ocurren algunas ideas, pero ningún político en activo las secundaría públicamente, aunque algunos en privado digan que están totalmente de acuerdo. Les pasa como a Aznar, que hablaba catalán en la intimidad; en esa misma intimidad, todos son muy constitucionalistas y arrojados, pero, en público, se cagan en los pantalones. La cuestión es, a los hijos de los agentes de la ley que se juegan la vida por todos, ¿quién los defiende entre todos vosotros? ¿Tendréis el coraje de decirles que Cataluña no es país para hijos de guardia civiles?

Miquel Giménez

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