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Opinión

Analizando el flanco débil del gobierno Sánchez

Nadia Calviño recibe la cartera de Economía de manos de Román Escolano.

Tras triunfar la moción de censura, Pedro Sánchez nos ha sorprendido, al menos a mí, con la formación de un gobierno potente, formado por hombres y mujeres muy capaces. Basta echar una hojeada al currículo de la mayoría de quienes lo componen y compararlo con los dos últimos. No hay color. Sin embargo, presenta un flanco débil que debería ser atendido, de manera sagaz y sutil, por aquellas fuerzas políticas que discrepan de la visión ortodoxa dominante en materia económica.

Se está confundiendo a la ciudadanía, de manera torticera, al identificar europeísmo con un seguidismo sectario de una serie de reglas ad-hoc de política económica que han demostrado ser meros juicios de valor. En este sentido, uno puede y debe manifestarse contra una serie de políticas económicas forzadas desde la Troika, sin ser acusado de antieuropeo, cuando uno considera que son ineficaces y perjudican ostensiblemente a la ciudadanía europea en general, y, muy en particular, a la española. La evidencia empírica reciente invalida los mantras económicos que emanan de Bruselas. Recuerden las conclusiones del nuevo documento de trabajo del Banco Central Europeo, “On the sources of business cycles: implications for DSGE models”, que analizamos en el blog anterior. La importancia de esta investigación es que los modelos convencionales -neoclásicos, neokeynesianos o monetaristas- que estudian los ciclos económicos enfatizan las motivaciones del lado de la oferta y afirman que los shocks de demanda son temporales en el mejor de los casos. Esto es crucial porque si eso fuera cierto, entonces la afirmación de que la política fiscal no puede alterar permanentemente el curso de una economía sería válida. Pero el documento del BCE refuta esta creencia general.

Se está confundiendo a la ciudadanía, de manera torticera, al identificar europeísmo con un seguidismo sectario de una serie de reglas ad-hoc de política económica

Por lo tanto, desde mi análisis, el Euro tal como está no soportará la siguiente oleada de crisis financiera, lo que en su momento bautizamos como la Segunda Fase de la Gran Recesión. Ello nos lleva irremediablemente a la necesidad de plantear una serie de reformas de la moneda única, y es ahí donde España debe jugar un papel relevante porque nos jugamos mucho. En este sentido era absolutamente inconcebible el seguidismo del gobierno Rajoy de las propuestas y políticas del gobierno alemán (recuerden el análisis geoestratégico que en su momento hicimos de la llegada de Luis de Guindos al Banco Central Europeo). A nuestro país solo le queda una opción, apoyar sin fisuras las propuestas de Emmanuel Macron sobre la reforma del euro, que, a diferencia de Alemania, no deben ser interpretadas como un máximo, sino todo lo contrario, representan un mínimo. Pero vayamos por partes.

Primero: la Unión Monetaria es un sistema defectuoso desde sus orígenes

Desde estas líneas hemos explicado como la Unión Monetaria Europea (UME) es un sistema defectuoso desde sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner, 1970; MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia fiscal federal y de los peligros de dejar todo en manos de un Banco Central, como una parte no constituyente del gobierno, y de establecer, en este contexto, unos tipos de cambio fijos entre los estados miembros. Simplemente se satisfizo la visión alemana del Euro. Las consecuencias ya las conocemos todos, pero permítanme refrescarles la memoria.

En junio de 2014, el informe del FMI sobre Alemania, concluía que su posición externa era sustancialmente más fuerte de lo que implicaban los fundamentos de medio plazo y los ajustes de políticas globales deseados. Los enormes superávits externos de Alemania no eran fáciles de entender y reflejaban en realidad una infravaloración de su tipo de cambio efectivo real. El hecho de que Alemania continuara violando el Procedimiento de Desequilibrio Macroeconómico, incorporado en los cambios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento -que restringía los superávits en cuenta corriente al 6 por ciento del PIB-, fue porque su tipo de cambio efectivo real era demasiado bajo. Si la Zona Euro se desintegrara, la nueva moneda teutona se apreciaría entre un 15%-30% para reflejar su fortaleza comercial y permitir así posiciones más competitivas para sus socios europeos.

La solución pasa por una verdadera federación política y económica, un presupuesto federal, un programa de inversión pública paneuropeo y un mercado de eurobonos

Alemania jugó con sus socios europeos antes de la creación de la Unión Monetaria (a través de la manipulación del tipo de cambio) y siguió haciéndolo después de la introducción del euro. Una vez establecida la Unión Monetaria, Alemania, al darse cuenta de que ya no podía manipular el tipo de cambio, se esforzó por mejorar su competitividad mediante una devaluación interna controlada. Mientras que atornillaba a los trabajadores alemanes, también colocaba a sus socios en una posición difícil. Alemania violó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en 2003, forzando un cambio de normas, y luego ha estado violando sistemáticamente, desde 2011, los límites de excedente externo, quedando absolutamente impune. Por el contrario no para de exigir austeridad y devaluación salarial al resto de países, empobreciéndolos de manera sistemática, cuando si estuvieran fuera del euro el mecanismo de ajuste menos traumático sería una depreciación de sus divisas.

Segundo, los tres errores que han empobrecido a los españoles

Si echamos la vista atrás, el origen de gran parte de nuestros problemas actuales se remonta a mediados de los 80, justo con la entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, cuando las élites patrias cedieron antes las del norte y centro de Europa. Asumieron sin más una reconversión industrial y una liberalización y apertura de nuestros mercados de bienes y servicios, que unidos a la libre movilidad de capitales, acabó siendo absolutamente nefasto para nuestro devenir futuro. El papel que nos “asignaron” implicaba una desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una bancarización excesiva.

El problema se agudizó cuando el Banco Central Europeo, allá por 2002, implementó una política monetaria excesivamente expansiva, con el objetivo último estimular la economía teutona para que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Ello aceleró e infló hasta límites insospechados la burbuja inmobiliaria patria. Pero no contentos con tanto dislate, en plena Gran Recesión, nos dieron doble ración de cicuta, ya que los pasivos bancarios garantizados se acabaron convirtiendo en deuda pública, impidiendo una restructuración privada de la deuda a costa de acreedores, básicamente foráneos.

Tercero, la necesidad de reforma del Euro

La solución pasa forzosamente, por el establecimiento de una verdadera federación política y económica, que implique un presupuesto federal, un programa de inversión pública paneuropeo, y un mercado de eurobonos. Son las propuestas de Emmanuel Macron que España debe apoyar sin reservas. Pero deberíamos ser más ambiciosos, y proponer y presionar que el BCE pudiera utilizar su capacidad de emisión de moneda para financiar los déficits fiscales de los Estados miembros con el fin de fomentar el crecimiento y el empleo en sus economías nacionales, sin encontrarse con las restricciones que los mercados de bonos privados ejercen en sus gastos.

Conclusión: advertencia a Pedro Sánchez

Si nada cambia y solo se plantean meros cambios cosméticos, nuestro país no soportará la Segunda Fase de la Gran Recesión. Y al gobierno Sánchez le pasará como a Zapatero en mayo del 2010. En aquella época, además de entrar en una recesión de balances, intensificada por no hacer lo correcto, y que destrozó a miles familias españolas, la brutal generación de deuda privada alrededor de puro humo se acabo transformando en deuda soberana en un truco de magia que ni el gran Houdini. En la Segunda Fase de la Gran Recesión, si nada cambia, España no podrá financiar el monto de deuda soberana que se ha ido apilando desde 2011 hasta la fecha, la herencia de “Rajoy el austero”. Entonces deberemos mirar lo ocurrido en Grecia.

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