Los edulcorantes que usamos para evitar el consumo de azúcar están provocando el efecto contrario al buscado, según un equipo internacional de investigadores. Consumir estas sustancias, aseguran, altera el equilibrio bacteriano de nuestros intestinos y predispone a sufrir intolerancia a la glucosa (un paso previo a la diabetes). Y no se quedan ahí: creen que este efecto explicaría las crecientes tasas de obesidad en el mundo occidental.
Si alguien quería soltar una bomba informativa en materia de alimentación, el trabajo publicado este miércoles en la revista Nature ha dado en plena diana. El estudio, liderado por Eran Elinav, del Instituto Weizmann (Israel), se basa en experimentos realizados con ratones y una muestra muy pequeña de humanos, lo que le ha valido duras críticas de otros científicos, quienes creen que las conclusiones son erróneas y provocan un alarmismo injustificado.
Los ratones que tomaban sacarina presentaron una marcada intolerancia a la glucosa.
El trabajo de Elinav y su equipo comenzó probando el efecto de edulcorantes artificiales no calóricos, en este caso la sacarina, en ratones de laboratorio. En el experimento, los ratones se dividían en tres grupos: los que tomaban agua sola, los que tomaban agua con azúcar y los que tomaban agua con sacarina. Después de un tiempo, aseguran los autores del trabajo, los ratones que tomaban sacarina presentaron una marcada intolerancia a la glucosa en comparación con los otros debido al efecto de esa sustancia sobre las bacterias intestinales de los animales y su metabolismo.
Para estudiar el efecto en humanos, relatan, los científicos analizaron los datos de un estudio ya en marcha con 381 pacientes no diabéticos y observaron una correlación entre el consumo de edulcorantes y la intolerancia a la glucosa. Para asegurarse, reclutaron un grupo de 7 personas (cinco hombres y dos mujeres) y les suministraron dosis altas de sacarina durante una semana, lo que provocó cambios similares- dicen - en el metabolismo de la glucosa.
Los edulcorantes podrían aumentar, en lugar de prevenir, los desórdenes como la diabetes, aseguran.
Todos estos datos llevan a los autores del estudio a presentar algunas conclusiones preocupantes. Este tipo de edulcorantes, recuerdan, son de uso común en comidas y bebidas que se anuncian como 'light' o bajos en calorías y "estos resultados indican que los edulcorantes no calóricos podrían aumentar, en lugar de prevenir, los desórdenes metabólicos como la intolerancia a la glucosa y la diabetes". De hecho, apuntan, "el aumento del consumo de estas sustancias coincide con el aumento espectacular de la obesidad y la diabetes" y sugieren que "pueden estar contribuyendo a aumentar la epidemia que pretenden combatir".
Conclusiones infundadas
El estudio ha provocado duras reacciones antes incluso de su publicación. Algunos científicos especialistas en el tema apuntan a serios problemas en el método y las conclusiones, y hay quien considera que es indigno que una revista tan prestigiosa como Nature dé pábulo a este tipo de trabajos. El primer problema del estudio aparece desde el mismo título de la publicación, que apunta a los edulcorantes artificiales en general cuando el trabajo se centra principalmente en la sacarina. "Aparte de aportar dulzor", asegura el profesor de Nutrición Brian Ratcliffe, de la Universidad Robert Gordon, "la sacarina, la sucralosa y el aspartamo tienen muy poco en común químicamente. El trabajo debería haberse limitado a la sacarina en lugar de atribuir los efectos a todos los edulcorantes". Por otro lado, apunta, la mayoría de bebidas bajas en calorías a las que apunta el estudio no se elaboran con sacarina, por lo que algunos de los temores del equipo de Elinav no tienen sentido.
La muestra, con siete individuos, es claramente insuficiente.
El segundo problema grave del trabajo es la extrapolación de los resultados en ratones, que no siempre tiene correspondencia con nuestro metabolismo, y la ridícula muestra en la prueba con humanos de apenas siete individuos. "La muestra es insuficiente para ser categórico y establecer afirmaciones firmes", asegura Gaynor Bussell, experto en nutrición pública. "El estudio en humanos es tan pequeño que es difícil de interpretar", insiste Stephen O'Rahilly, profesor de bioquímica de la Universidad de Cambridge. Respecto al cruce de datos con el estudio en 381 personas, O'Rahilly recuerda que un trabajo más reciente con más de 300.000 personas no mostraba ninguna correlación entre el consumo de bebidas edulcoradas artificialmente y la aparición de diabetes. "En resumen", asegura, "este nuevo trabajo debe tomarse con mucha precaución".
En el mismo sentido se manifiesta José Manuel López Nicolás, profesor titular de Bioquímica de la Universidad de Murcia y autor del conocido blog Scientia. "Los resultados obtenidos no justifican las conclusiones a las que llega el estudio", indica, "ni el título que han elegido los científicos responsables del trabajo.” El estudio con humanos, además, presenta un problema de diseño. "Se les suministraron dosis muy altas de sacarina por encima del límite aceptable de consumo diario, el equivalente a 40 latas al día de una bebida edulcorada típica", apunta Nita Forouhi, de la Universidad de Cambridge. A López de Nicolás le recuerda al famoso trabajo que condujo a la prohibición de un colorante para refrescos en California. "Se había visto que en ratas producía cáncer", explica López de Nicolás. "Y sí, lo producía, ¡pero un humano tendría que tomarse miles de latas diarias para alcanzar esas concentraciones!".
Un trabajo más reciente con más de 300.000 personas no mostraba ninguna correlación.
El asunto de fondo es cómo encajan estos resultados con lo que ya sabemos y si tiene sentido desde una perspectiva más amplia. "Los datos epidemiológicos en humanos no muestran ninguna relación significativa entre las bebidas dietéticas y el riesgo de diabetes", apunta Naveed Sattar, profesor de medicina metabólica de la Universidad de Glasgow. Por otro lado, recuerda O'Rahilly lo que sí está demostrado por numerosos trabajos es que el consumo de bebidas azucaradas contribuye sensiblemente a aumentar los casos de obesidad. "Estudios recientes con ensayos en niños han mostrado que sustituir las bebidas azucaradas por las edulcoradas artificialmente reduce el riesgo de sobrepeso", insiste. "Este es el contexto de fondo contra el que debemos situar este estudio". "El trabajo llama la atención sobre los edulcorantes, que podrían no ser la 'solución mágica' contra la diabetes y la obesidad", añade Forouhi, "pero no aporta suficientes pruebas para cambiar las prácticas clínicas y de salud pública".
Referencia: Artificial sweeteners induce glucose intolerance by altering the gut microbiota (Nature) doi:10.1038/nature13793 | Imagen: Steve Snodgrass (Flickr, CC)