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Personajes

20 años de relojes (III)

Edson Elguer, comprar el reloj que te guste

Con motivo del 20 aniversario de la revista Gentleman, cuatro personajes diseccionan estas dos décadas de relojería. En esta entrega, un amante de la alta relojería encuentra en la formación la mejor manera de transmitir su pasión.

Edson Elguer, fotografiado para el número de celebración del 20 Aniversario de GENTLEMAN.

Para analizar estos 20 años en el sector, hemos elegido a Edson Elguer, uno de esos amantes de la relojería al que le gusta hablar y compartir sus experiencias. Pero, sobre todo, que vive con pasión una afición, además de ser un excelente ejemplo de la formación que tienen los auténticos seguidores de la alta relojería.

¿Qué ha cambiado en la relojería, en estos 20 años, desde el punto de vista del comprador de relojes?
Como en casi todos los ámbitos, el mayor cambio ha venido propiciado por internet. Respecto a la relojería en sí misma, los principales cambios provienen de los materiales. La introducción de aleaciones más propias de la industria aeronáutica o de la F1 ha contribuido a dotar a algo tan arraigado como un reloj del nexo con esta época tan tecnológica. Sin embargo, en paralelo, se observa una creciente nostalgia de los diseños icónicos, que las marcas reeditan y actualizan. Además, ha habido muchos avances técnicos en los procesos de fabricación y en los propios componentes. Pero, más allá de eso, un reloj de hoy en día es tremendamente parecido a aquel que Louis Cartier creó en 1904 para su amigo Alberto Santos-Dumont.

¿Y qué sería lo más destacable?

Aunque no es lo que más me guste, creo que la popularización del concepto de ‘inversión en relojes’. A través de las redes sociales se ha viralizado la percepción de que determinados modelos son activos financieros de los que obtener rentabilidad en poco tiempo. Esto ha llevado a una sobredemanda que ha dificultado el acceso a estas piezas a muchos aficionados. Pero también ha servido para que más gente se acerque al mundo de la relojería. Esta afición, una vez se prueba, es muy difícil de abandonar.

¿En qué tiene que cambiar este negocio, según su experiencia?

Les pediría a las marcas que sean más eficientes en sus esfuerzos creativos. Me refiero a que vivimos una saturación de modelos y ediciones limitadas o especiales, en la que hasta los coleccionistas se pierden.

El acto de compra ya no es como antes. ¿Qué se requiere ahora?

Indudablemente. Ahora mismo comprar un reloj de cierto nivel puede requerir horas de relaciones públicas con el concesionario. También ha variado la facilidad de comprar en cualquier parte del mundo. Pero el requisito ineludible no ha cambiado: tienes que comprar el reloj que te guste, no el que esté de moda, ni el que te digan que se va a revalorizar. Si no te gusta, el arrepentimiento está asegurado. No creo en la compra por pura especulación.

¿Cómo es el perfil de los amantes de la relojería?

Variadísimo. Coincido con gente con la que me unen pocas cosas, pero que sienten la misma pasión que yo. Y es un mundo muy respetuoso con los gustos de cada uno. Hay gente que solo tiene ojos para los relojes de buceo o para los cronógrafos; otros que coleccionan grandes complicaciones, o algo tan aparentemente sencillo como un Swatch, etc. Lo que engancha es que podemos estar todos maravillados con un calendario perpetuo con sonería y, acto seguido, asombrarnos por relojes militares de la II Guerra Mundial.

¿Es cierta la afirmación de que la relojería se ha convertido en un valor de futuro para el comprador o solo lo es en unas pocas marcas?

Los relojes son para usarlos, para regalarlos, para disfrutarlos y, llegado el momento, dejarlos en herencia. Hablamos de relojes que están en producción. El hecho de que las manufacturas opten por producir cantidades concretas de un modelo no garantiza que eso no cambie y mañana dupliquen su producción. ¿Será igual de atractivo si es la mitad de difícil conseguirlo? Por eso, hay que comprar el reloj que te guste.

¿Y está de acuerdo con otra afirmación que dice que el cliente actual es mucho más exigente, y también que tiene más conocimiento?

No creo que sea más exigente, pero sí más impaciente. Porque lo que uno quiere no está disponible y hay que esperar. Esperar a enseñarlo en Instagram, por ejemplo. Es lo que provoca que haya gente dispuesta a pagar una prima cuantiosa sobre el precio oficial. Por otro lado, la velocidad a la que se presentan nuevos relojes e internet, de nuevo, ofrecen mucha más información de la que teníamos hace 20 años.

¿Se está produciendo el relevo generacional? ¿Los jóvenes están interesados en la relojería?

Ese es el gran reto de las marcas. He visto adolescentes salir maravillados de una masterclass en la que han podido desmontar y volver a montar un volante y un par de puentes en el movimiento de un reloj. Si las marcas son capaces de transmitir lo que hay detrás, por qué existe un diferencial en el precio respecto a un reloj digital y, además, se añade el componente de durabilidad o sostenibilidad, los jóvenes seguirán llevando reloj durante muchos años.

¿Cómo es la comunión marca-punto de venta-comprador? ¿En qué tiene que mejorar?

Es un tema peliagudo. El punto de venta entendido como una relojería especializada añade valor a la ecuación. Por otro lado, en los últimos años hemos visto cómo las marcas se han lanzado a por su trozo del pastel y se han abierto boutiques monomarca. Es una apuesta arriesgada, por lo que supone de inversión y por la complejidad que añade para los que son nuevos en este mundo. ¿Tiene sentido pensar que va a ir a la boutique de una marca concreta si no tiene las ideas claras de lo que quiere?

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