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Este loft en Ámsterdam es el reflejo del amor por el arte de sus propietarios

Hans Dietvorst y Jochen Runkel aterrizaron en el diseño de interiores tras 30 años en el mundo de la moda. Su apartamento en la ciudad neerlandesa se mueve entre la vanguardia y el estilo 'vintage'.

La fotografía en blanco y negro es protagonista del loft. Las obras se disponen despreocupadas en el suelo, para transmitir la energía de un estudio de diseño.

Lo primero que hicieron Hans Dietvorst y Jochen Runkel al tomarse un año sabático de la industria de la moda, en la que llevaban tres décadas trabajando para marcas como Calvin Klein y Tommy Hilfiger, fue reacondicionar su segunda casa en el sur de Francia. A partir de entonces, el diseño de interiores se convirtió en su trabajo diario. Esta condición pareció marcar su destino, pues tres años más tarde comenzaron de cero como consultores en su propio estudio de diseño afincado en Ámsterdam. Allí viven en este loft de 235 metros cuadrados especial por su amplitud, la altura de sus techos –de 4.5 metros– y una cierta rigidez industrial. Cuenta con una terraza en la azotea diseñada para su antiguo propietario por el neerlandés Bastiaan Jongerius. “Blanco, elegante y fuera de lo común en lo que respecta a los lofts tradicionales. Su arquitectura tiene un factor de modestia, semejante a la del Tate Modern de Londres, uno de nuestros museos preferidos”, cuentan los actuales propietarios.

Los diseñadores Dietvorst y Runkel conservaron el patio, que favorece la sensación de intimidad al dividir el espacio en tres áreas más pequeñas: sala de estar, de unos 85 m2, cocina y comedor. Al fondo, conjunto de comedor de palisandro del diseñador danés Erik Wørts.

Con un espacio así, uno podría caer en la tentación de ocupar los ambientes con todo tipo de mobiliario. Sin embargo, Dietvorst y Runkel optaron por una distribución limpia, que reflejara a la vez pragmatismo y una notable inspiración en el mundo del arte, en especial la fotografía, que viste las paredes junto a pósters impresos en alta calidad y algo de arte abstracto.

Imagen de las escaleras que conducen a la zona de dormitorios y oficina. En el centro, un aparador de palisandro de los años 60, del diseñador danés Arne Vodder, comprado en la galería de arte vintage Morentz; silla The Wood Chair, de Marc Newson; y lámpara Callimaco, del diseñador italiano Ettore Sottsass.

La vivienda también juega con la idea de ‘dejar espacio’, por ejemplo, en la zona de escaleras que dirigen a los dormitorios, donde impera la geometría y la mezcla de materiales. O en el patio, que proporciona transparencia y una sensación interior/exterior. “Lo importante de un ambiente no es lo que es, si no lo que puede llegar a ser. Quisimos realzar la personalidad de cada objeto sobre las paredes blancas, que además acentúan la calidez de los diferentes tipos de madera”.

La sensación de unidad también se aplica en la planta superior, que alberga el dormitorio y la oficina.
Tanto la habitación principal como el lugar de trabajo están decoradas con obras de artistas como Bruce Weber, Steven Meisel o Michael Dweck, y también con fotografías hechas por el propio Dietvorst.

Referenciar los estímulos artísticos que educaron el ojo de estos dos hombres es una de las premisas dominantes en la vivienda. El secreto lo encuentran, pues, en conseguir un equilibrio entre inmensidad e intimidad. “Todos los detalles se unen en el interior; los muebles y las obras de arte tienen la misma línea gráfica, se conectan entre sí y se vuelven visualmente uno solo. Son espacios atemporales”.

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