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Política

Casado resucita al PP al recuperar poder municipal y distanciar más a Ciudadanos

Pablo Casado sale vivo y hasta triunfante de la antesala de su infierno. El líder del PP, contra todo pronóstico y frente a los espantosos augurios, consigue dos de sus principales objetivos: Le arranca a Carmena la Alcaldía de Madrid, siempre si Cs y Vox lo apoyan, y mantiene el liderazgo del centro derecha, al no producirse el sorpaso de Rivera. Casado logra, de esta forma, logra un triunfo doble. Reafirma su autoridad interna, muy baqueteada por las conspiraciones internas y envía a Ciudadanos a su papel de segundón de la derecha, de eterna "bisagrita" como decía Rajoy.

Vox le ha devuelto el 40 por ciento de los votos de hace un mes. Ciudadanos se ha quedado sin aliento, no ha logrado hacerse con el gobierno de alguna comunidad o ayuntamiento de relevancia. Otro fiasco de los naranja. Casado no sólo salva el terrible trance, que se adivinaba fatal, sino que este lunes se reúne con su Ejecutiva para sacar pecho, hacer piña, apretar las filas y lanzarse a la inevitable reconstrucción del partido. Las heridas de las generales no desaparecen súbitamente. Pero estos comicios han actuado como el requerido bálsamo.

Las encuestas anunciaban una espeluznante tormenta. Casi cataclismo. No hubo tal, pese a que el PP ha perdido escaños en casi todas las zonas. ero 'la fórmula andaluza' le salvará de la quema. Y hasta le permite aparecer como el triunfador de la noche. Hasta Pedro Sanchez protagonizó una aparición algo mustia en la noche electoral.

El avance del triple escrutinio, sin embargo, empezaba a despejar algunos temores. Poco a poco, la batalla de Madrid empezó a adquirir perfiles de esperanza. Y otros zonas como Castilla y León, Navarra, Murcia, Logroño, Zaragoza, Córdoba, Málaga, quizás Granada, Alicante, Zaragoza, incluso el Ejido (Almería), territorio donde Vox parecía imbatible continuaron o pasaron a manos del PP. En la inhóspita Barcelona, contra todo pronóstico, Josep Bou conseguía dos escaños para su candidatura.

El gran cambio de Madrid

Cuando casi todo parecía perdido, el lento goteo de resultados animaba paulatinamente a la séptima planta de Génova, donde Pablo Casado, junto a su número dos Teodoro García Egea, y el resto de su comité de Dirección, seguía con angustia la evolución de la tarde. La gran alegría estalló en Madrid, donde la imbatible Manuela Carmena se quedaba sin posibilidades de formar gobierno ante el flojo resultado de los socialistas que abría las puertas a una coalición del centro derecha. 

A las once de la noche, en la primera planta de la sede nacional, se empezaban a escuchar gritos de 'alcalde, alcalde', en homenaje a Martínez Almeida. El escrutinio acababa de arrancarle un escaño a Carmena y colocaba al PP con las posibilidades de conseguir la alcaldía, con apoyo de Cs y de Vox. Al tiempo se conocía que Leopoldo López, padre del héroe venezolano y apuesta muy personal de Casado, conseguí escaño en la Cámara europea.

Tras la debacle de las elecciones generales, Casado impulsó una finta estratégica, forzado por las críticas de algunos barones, con Núñez Feijóo al frente. Cesó a Javier Maroto como jefe de campaña, emprendió un viraje hacia el centro, abandonó algunos de sus postulados más radicales, alejó a Azar y recuperó a Rajoy. 

El abatimiento en las filas populares fue una constante durante estas dos semanas previas a las urnas. La militancia se mostraba atenazada por el desánimo, los barones temían la derrota en sus demarcaciones y las voces del 'viejo PP' calentaban intramuros la necesidad de cambios si se consumaba el estropicio.

Madrid era la clave. Conservar la Comunidad o recuperar la alcaldía iba a ser el barómetro que mediría el resultado electoral. La idoneidad en la elección de la candidata, Isabel Diaz Ayuso, fue objeto de debate en las sedes de la formación. José Luis Martínez Almeida, el aspirante al Consistorio, llevo a cabo na campaña agresiva, seria, muy profesional, venció en el debate televisivo clave, pero arrastraba el inconveniente de escaso conocimiento social. 

Una apuesta personal de Casado, en la que pocos confiaban y que finalmente consiguió un resultado inesperado, una baza triunfadora, el símbolo de estas elecciones, el trampolín en el que ha basado el presidente del PP su resurrección. 

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