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Una novela negra del País Vasco reivindica el papel de ertzainas y escoltas contra ETA

'Tierra de furtivos', escrita por el periodista Óscar Beltrán de Otálora, combina el tráfico de marihuana, la caza prohibida y la disidencia etarra. Una historia donde la banda terrorista no está pero lo impregna todo

Un coche en llamas es una de las claves de 'Tierra de furtivos'.

"Ambos discutían de vez en cuando sobre cómo se había producido el fin de ETA. Durante un tiempo, Mikel había defendido que no se había producido una derrota, que la entrega de las armas había sido una cortina de humo y que en cualquier momento podían regresar. Ernesto y el paso del tiempo le convencieron de que estaba equivocado. El antiguo profesor aseguraba que tener que dejar las armas, desenterrándolas para dárselas a la policía francesa, era una humillación tremenda para un grupo que en su día había prometido conseguir la independencia de Euskadi".

Reflexiones como la anterior riegan las páginas de Tierra de furtivos (Destino), una novela negra escrita por Óscar Beltrán de Otálora, periodista de El Correo y director de Desarrollo Editorial del Grupo Vocento en Madrid, que se sumerge en la ficción con la mirada que conoce la realidad. No solo la realidad del terrorismo y sus consecuencias incesantes, sino también la del crimen organizado, el tráfico de marihuana o la caza furtiva.

La novela bebe de esa particular universo de los bajos fondos que está ahí para quien lo quiera ver aunque muchos prefieran no mirarlo por comodidad. Los protagonistas son, entre otros, un ex escolta reconvertido en guarda forestal, una ex traficante que pasó por un centro de menores, un ambicioso agente de la Ertzaintza y un ex preso de ETA que quiere reactivar el terrorismo junto a sus imberbes seguidores. La aparición de un coche calcinado con dos cuerpos dentro en un pantano próximo a Vitoria desata una acción de ritmo trepidante y sorpresas varias.

ETA no es el núcleo de la novela, pero lo impregna todo. La banda terrorista es algo así como el leitmotiv de la obra, porque está sin estar, como de hecho ocurre en la sociedad vasca. No solo porque algunos de sus personajes estén relacionados con el terrorismo, sino también como paisaje inevitable. De repente un cartel con fotos de presos a las puertas del colegio. O un monumento a las víctimas del terror. O los recuerdos divergentes de los protagonistas que conocen lo que pasó. Recuerdos que, por cierto, contrastan con la visión de los que carecen de cualquier conocimiento al respecto.

"Sin ETA no sería fiel a la realidad"

En conversación con Vozpópuli, el autor explica que "yo quería hacer una novela negra con todos los elementos del género, que me apasiona, pero ambientarla en el País Vasco sin meter a ETA no tenía sentido, porque no habría sido fiel a la realidad". Uno de los asuntos que más destaca de su obra es que presenta "las distintas formas de ver el terrorismo, ya que algún personaje cuenta algún atentado y otros tienen que mirarlo en internet porque lo desconocen". Como la vida misma.

Quizás la cuestión relacionada con el terrorismo más importante de la novela sea la de los disidentes que preferirían que todavía hubiera atentados. "Me interesaba mucho esa figura de la gente que cree que ETA hizo mal en dejar las armas, porque pese a la derrota de la banda hay gente que tiene ese punto de vista fanático que no cree que fueran derrotados y que sigue reivindicando su necesidad". En la obra un personaje reflexiona así al respecto: "Les estuvieron diciendo durante tanto tiempo que matar era necesario que ahora que se ha acabado ETA no saben qué pensar".

-En el libro usted escribe que cuando ETA dejó de matar, "cientos de escoltas ingresaron en las filas del paro sin que nadie les agradeciera su trabajo". ¿La sociedad ha sido injusta con los escoltas?

Sí, totalmente. Porque fueron claves para que la democracia continuase en el País Vasco. Fue en ese momento en que todos los que eran de partidos constitucionalistas tenían que ir con escolta porque los mataban. Apenas ha habido reconocimientos. El único que yo recuerdo es uno que hace poco -en enero- organizó la asociación de ertzainas Mila Esker por Juan María Quintana, escolta de Manuel Zamarreño cuando ETA lo asesinó.

-Otros personajes del libro son ertzainas. ¿Con el libro quiere homenajear de alguna manera a este cuerpo policial que ahora cumple 40 años?

La Ertzaintza tenía que estar porque es la policía del País Vasco, que nació para ser una policía desarmada, parecida a los bobby's británicos, pero que no fue así porque ETA los puso en la diana. Es un cuerpo donde hay fuertes contradicciones. Hay que tener en cuenta que en la primera promoción hubo infiltrados de ETA, que es algo que no ha pasado en ningún otro cuerpo. Además, ha pagado un altísimo precio de sangre. Y la lucha contra los terroristas ha marcado a muchos de sus miembros.

-Otro elemento clave de Tierra de furtivos es el tráfico de marihuana, que es algo a lo que no suele darse mucha importancia.

Así es. Se considera algo hippie y buenista. Euskadi es uno de los lugares donde más se consume, el otro día leía que se empieza con 14 años. Hay una especie de fenómeno de no querer ver el lado violento que tiene. En realidad, hay asesinatos, hay palizas y hay organizaciones criminales cada vez más fuertes relacionadas con el tráfico de marihuana.

La obra aborda ese lado oscuro del crimen y el tráfico de drogas pero, como se ha dicho, con el terrorismo como inevitable telón de fondo. Sus páginas demuestran que en el País Vasco quedan muchas heridas abiertas. ¿Cómo se podrán sanar? El autor responde: "El error sería el olvido".

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