España

Margallo: "No veo un Gobierno del PP y Vox, son proyectos muy diferentes, sería posible una colaboración puntual"

Vozpópuli visita en su casa al exministro de Asuntos Exteriores, que acaba de publicar 'España, terra incognita' (Almuzara) con Fernando Eguidazu. "Hay que desenmascarar al PSC", insiste

Un cuadro del abuelo de José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) gobierna el piso del exministro de Asuntos Exteriores (2011-2016) desde la chimenea de su despacho. Se llamaba Mariano Marfil, fue una figura importante del Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo y era la máxima autoridad del Ministerio de la Gobernación el 14 de abril de 1931, día en que nació la Segunda República. Se trata de su mito fundacional, el hecho sobre el que blasona su identidad y que lo dota de un sentido de responsabilidad como el que tenía el teniente Dan de Forrest Gump por morir en el campo de batalla.

Ahora, a los 80 años, la carrera política de Margallo se acerca a su fin. Lo hará en plena forma: como eurodiputado activo hasta el último momento, publicando libros y participando en tertulias de radio y televisión. No repetirá como candidato en las elecciones europeas del próximo 9 de junio. Asegura que ya toca la retirada a Jávea con su mujer para cuidar del jardín. Antes, al menos, toca un tour de entrevistas y presentaciones de su último libro, España, terra incognita (Almuzara), una especie de recetario político que ha escrito al alimón junto al economista Fernando Eguidazu.

Es jueves y la resaca de satisfacción por haber presentado el libro junto a Alberto Núñez Feijóo el día anterior todavía dura. Nos sentamos a hablar de política. Sin más. Con El Gallo Margallo –así lo llamaban en el colegio, no fue Jiménez Losantos el primero en pensarlo– siempre se puede hablar de cualquier cosa.

Pregunta. Sostienen usted y Fernando Eguidazu que, una vez recuperado el control de su partido y tras su llegada a Moncloa, Sánchez ahondó en una metamorfosis del PSOE iniciada por Zapatero: la de un partido socialdemócrata clásico a un partido radical a la italiana. También escriben que ha ampliado su base social atrayendo a colectivos tradicionalmente marginados.

Respuesta. Los partidos socialdemócratas clásicos tienen dos ideales: la igualdad y la solidaridad. Ése es el alma de la socialdemocracia. Cuando Zapatero llega a la conclusión de que la lucha de clases ya no es el motor de la Historia y que los principios de igualdad y solidaridad no mueven a la ciudadanía en volúmenes suficientes para mover el poder, lo que hace es acaudillar colectivos que tradicionalmente se han sentido marginados. La gran lucha entre Irene Montero y Carmen Calvo es apoderarse del feminismo como un caladero de votos. La gran pelea con los verdes es apoderarse de la lucha contra el cambio climático para apoderarse de ese caladero de votos. La gran lucha con la mayoría social española es privilegiar, o mimar, a las religiones minoritarias frente a las religiones mayoritarias. Por supuesto, el gran esfuerzo es atraer al movimiento LGTBI y, lo que es más importante, entenderse con los nacionalistas periféricos, que es la causa de los males que estamos viviendo.

P. Y el primero que llegó a su conclusión, a su juicio, fue Zapatero.

R. Aquí Zapatero sería San Juan Bautista; y Sánchez, el Mesías. Llega a la conclusión de que para gobernar en Moncloa, para asegurarse el poder, debe llegar a un pacto con los partidos nacionalistas que les garantice a ellos el poder en las llamadas nacionalidades históricas a cambio de que esos partidos, sean de derecha o de izquierda, le apoyen a él en Moncloa. Eso es el Pacto del Tinell de 2003, cuando él es secretario general, donde empieza la ruptura del Régimen del 78. Ahí se compromete a aprobar cualquier propuesta que venga del Parlamento de Cataluña, sin molestarse en verificar si es coherente o no con la Constitución; y la segunda, que los firmantes (ERC, ICLV –comunistas– y el PSC) se comprometen a no hablar, no negociar, no llegar a ningún acuerdo con el PP ni en Cataluña ni fuera. 

P. Lo que se llama un cordón sanitario.

R. Es la ruptura del consenso básico de la Transición, que se cifraba en que todos los partidos del sistema aceptaban lo que Cánovas llamaba las verdades madre: la unidad de España, el Estado de derecho, la economía social de mercado y el europeísmo. A lo que se añadía que, en el resto de las cosas que no pudiesen ser bien resueltas por un partido, se llegarían a acuerdos de Estado. En materia de agua, de Educación, de Sanidad y sobre todo, en política exterior y de Defensa. Todo eso se rompe. Se instala el muro, la separación entre las dos Españas, por eso la obsesión de Zapatero es buscar su legitimidad no en la Constitución, sino en la Segunda República. Exactamente lo que hace Sánchez.

"Si Sánchez necesitase los votos de los nacionalistas y los nacionalistas exigiesen para eso que sacrificase a Illa, lo sacrificaría" José Manuel García-Margallo

P. Sin embargo, esa complicidad del PSOE con los partidos nacionalistas ha provocado que acaben por carcomer su electorado. Lo hemos visto en Galicia [con el BNG] y también se atisba en el País Vasco el auge definitivo de Bildu con un PSE que se mantendrá a duras penas. 

R. En la visión de Zapatero estaba presente en que el PSOE se convirtiese en la muleta de los partidos nacionalistas. 

P. ¿Y eso no es renunciar a ser un partido de mayorías?

R. Pero es que en Galicia el candidato de Sánchez no ha sido Besteiro, ha sido la candidata del BNG [Ana Pontón]. El PSOE sabe que en Euskadi va a jugar un papel extraordinariamente limitado y que su relevancia va a depender de si pueden ser ellos los que decidan quién va a ser el lehendakari, salvo que los nacionalistas decidan hacer un gobierno claramente nacionalista. En Cataluña es exactamente lo mismo. Estoy convencido de que aunque ganase Salvador Illa, cosa que no es evidente, si necesitase los votos de los nacionalistas y los nacionalistas exigiesen para eso que sacrificase a Illa, lo sacrificaría. Lo haría embajador de algún sitio, porque él considera que las embajadas son un puesto de retiro.

P. Hemos hablado de Zapatero, pero no de Pablo Iglesias, una figura capital para entender al actual Pedro Sánchez. La visión de España que pone encima de la mesa Iglesias cuando irrumpe en 2014 es la que, parece, ha comprado Sánchez.

R. Sánchez no ha tenido nunca una visión estratégica coherente. Puede decir una cosa y otra. Le vimos en campaña decir que no habría jamás indultos, que iba a reestablecer el delito de convocatoria de referéndums ilegales, que no habría amnistía, que él se moriría de vergüenza de indultar a corruptos... Todo eso y su contrario. Su objetivo único es permanecer en Moncloa. Su plan no pasa del cuarto de hora siguiente. Pablo Iglesias fue el primero en establecer que el modelo al que nos debemos dirigir es una república plurinacional, con derecho de autodeterminación de cada uno de los territorios, organizada de forma confederal asimétrica y con una economía claramente intervenida. Pablo Iglesias, Errejón –con una tesis muy parecida– y Zapatero no miran nunca hacia Europa. Es siempre un fenómeno de importación de Iberoamérica. Sánchez podemiza el PSOE, le arrebata gran parte de sus banderas y monta un movimiento alternativo que es Sumar, que encomienda a Yolanda para amortizar a Podemos. Una vez que eso lo ha conseguido, Yolanda Díaz está amortizada.

P. ¿Hay retorno ideológico posible del PSOE?

R. El PSOE no va a cambiar hasta que Sánchez desaparezca. Tiene el control absoluto de su partido. En aquel peregrinaje por España en el Peugeot, que iba toda la inteligencia crítica de este país –de conductor Koldo, de copiloto Ábalos y detrás Sánchez con Santos Cerdán– en lo que coinciden todos es que a ellos no los vuelven a echar. Y, a partir de ahí, se queda con un control absoluto del partido, desaparecen todos los equilibrios internos que habían caracterizado al PSOE y eso es un bloque inamovible. Es la mayoría de la que hablaba Ortega y Gasset en Rectificación de la República. El problema es cuando desaparezca Sánchez.

P. ¿Qué pasará entonces?

R. Para el PSOE sólo se abrirán tres horizontes. La desaparición, que es lo que ha pasado con el Partido Socialista Francés, diluido en un movimiento de ultraizquierda que es Mélenchon, que es la segunda opción, diluirse en una especie de frente amplio como es el Partido Demócrata Italiano. La otra opción pasar por una regeneración volviendo a ser una socialdemocracia, la gran apuesta que hace Felipe González en 1980, cuando podían elegir entre un socialismo radical como el de Miterrand, que tenía comunistas en el Gobierno; o por el modelo alemán o sueco. Lo que hace Felipe.

P. ¿Y se atreve a vaticinar cuál será el camino que tome el PSOE?

R. Yo creo que cuando Sánchez desaparezca, lo hará del todo. Él y todo el bloque que lo ha apoyado, porque dentro del PSOE hay una enorme marejada.

P. Se abre ahora un ciclo electoral intenso: en abril, País Vasco; en mayo, Cataluña; y en junio, Europa. En el libro abordan la cuestión catalana ampliamente, con un capítulo que se llama precisamente así. Hablan de la paz que supuso la Transición en Cataluña y que, en algún momento, se rompió por culpa del nacionalismo.

R. Esa paz inestable quien la rompe son los socialistas, por eso son estas elecciones tan importantes. Hay que desenmascarar al PSC. El que da el salto es Maragall, que en 2003, cuando nadie le había pedido una reforma del Estatuto, hace una reforma del Estatuto, que dice todas aquellas cosas que están en el acuerdo de Bruselas. Dice: Cataluña deja de ser nacionalidad para pasar a ser nación. Que para afirmar este hecho singular nacional, la lengua catalana tiene que ser la preferente. Que todas las competencias de la Administración central deben pasar a la Generalitat. Que las relaciones entre las dos administraciones, la nacional y la catalana, las diferencias se resolverán desde la bilateralidad, es decir, como si estuviésemos hablando de estados soberanos. Y que quiere una Agencia Tributaria propia y un CGPJ propio.

"La unidad entre el PNV y Bildu es muy problemática. No es la tradición del País Vasco, parten de filosofías totalmente distintas" José Manuel García-Margallo

P. Un Estado.

R. Claro, lo que están reclamando es un Estado. Maragall venía del sector burgués de la alta Cataluña, más nacionalista; entonces cambian a Montilla, que es de Iznájar, sector obrerista. Parece que quieren entrar en una fase de rebajar el suflé. Cuando se produce la sentencia en contra del Estatut, Montilla se pasea detrás de una pancarta que dice "Som una nació. Nosaltres decidim". Y después dice, por si no se había entendido, que el Tribunal Constitucional no tiene legitimidad para anular una decisión del pueblo catalán. Por eso es tan importante recordar esto ahora: porque Sánchez depende más de lo que dependía Rodríguez Zapatero de los votos de Cataluña. Porque ha perdido Andalucía. Por tanto, hay que estar muy atento a lo que diga el PSC, porque eso va a marcar el destino del PSOE.

P. ¿Y qué retorteros puede coger la política en el País Vasco después del 21 de abril? Fue Borja Sémper, portavoz nacional de su partido, quien ya habló de la posibilidad de "un 'procés' a la vasca".
R. La unidad entre el PNV y Bildu... es muy problemática...

P. Ortuzar no se atreve a descartarlo.

R. No es la tradición del País Vasco. Esa coalición es muy complicada, parten de filosofías radicalmente diferentes. El PNV fue, hasta que fue expulsado, un partido que estaba en la Internacional Demócrata Cristiana. Es un partido de origen burgués creado por la burguesía vizcaína. Bildu es un movimiento revolucionario y antisistema. Es muy difícil ponerlos de acuerdo. Yo creo que va a haber un empate, y creo que el gobierno será del PNV con el apoyo del PSE. Bildu, a diferencia del PNV, tiene un concepto mucho más oriental del tiempo; no tiene prisa. El PNV tiene mucha prisa, porque una derrota del PNV supone la salida de miles y miles de cargos. Para Bildu no.

P. ¿Y si no suman el PSE y el PNV?

R. Eso no puede ser. Es que el sistema electoral es confederal, es decir, son 25-25-25 [en cada una de las tres provincias vascas]. Podría no sumar en Guipúzcoa, pero me parece muy difícil, muy difícil, que no sume. En Cataluña el horizonte es mucho más complicado.

P. Entonces, ¿descartas que el PSE pudiera hacer lehendakari al candidato de Bildu, Pello Otxandiano?
R. Ahí también hay escuelas de pensamiento. Me cuentan, pero eso no te lo puedo verificar, que eso es probablemente lo que le gustaría a Rodríguez Zapatero, pero no necesariamente lo que le gusta a Pedro Sánchez.



P. Pero ese eventual pacto haría imposible la gobernabilidad en Madrid, tendría sus réplicas del PNV. Los resultados y los equilibrios trascienden a los parlamentos autonómicos por cómo están tejidas las alianzas.

R. Esta geometría es suficientemente complicada. Yo no creo que pueda haber una moción de censura, si estas pensando que el PNV podía moverse en ese sentido...

P. Lo ha cogido rápido.

R. Yo no imagino una moción de censura que esté apoyada al mismo tiempo por Vox y por el PNV. Otra cosa es que, eso sí que creo que va a pasar con el País Vasco y con Cataluña, esto va a ser absolutamente ingobernable. Aunque eso pasa ya. Y el problema principal está en el seno del Gobierno, donde, por ejemplo, en cada decisión de política exterior se muestran las dos almas. Sánchez hace unos equilibrios que están siempre determinados por una necesidad interna. Poner encima de la mesa ahora el acuerdos sobre Palestina sirve, probablemente, para que ahora no se hable de Koldo y para convertir a Sánchez en el líder de la izquierda europea y latinoamericana, que es lo que se le ha ocurrido ahora.
P. Un Gobierno de coalición del PP y Vox, ¿tendría dos almas también?
R. Yo no veo un gobierno de PP y Vox, francamente no lo he visto nunca, insisto en que son proyectos tan diferenciados que sería posible una colaboración puntual en los temas, y si hubiese que llegar a un Gobierno de ese tipo, desde luego, tendría que ser un gobierno a la alemana, entendiendo un gobierno a la alemana como un pacto de 300 folios donde esté acordado absolutamente todo lo que se puede hacer.

" Intentar volver al soberanismo es completamente absurdo" José Manuel García-Margallo

P. Una fórmula parecida a la asumida en Baleares.

R. Sí, pero mucho más amplia, claro. El PP jamás va a aceptar que no hay que luchar contra la violencia de género; que no hay que luchar contra el cambio climático; no vamos a aceptar jamás el volver a un Estado centralista, porque España es plural y diversa; o un modelo económico que sea el viva la libertad carajo, porque creemos en la economía social de mercado. Es decir, un mercado que funcione y compensación social para que no se produzcan concentraciones de poder económico que acaben con la competencia. Un mercado sin regulación es el anarcoliberalismo, y eso es Trump y es Milei y nosotros no estamos ahí. [...]. Porque aquí hay una cosa importante: intentar volver al soberanismo es completamente absurdo.

P. Con un enemigo localizado: la Agenda 2030.

R. Todo este discurso que hacen –que a mí me atacan mucho– contra la agenda 2030 es muy sintomático de su visión del mundo. Ellos hablan del globalismo, de unas élites muy oscuras y de una serie de funcionarios que nadie sabe quiénes son y que gobiernan el mundo. Mire usted: si hay globalización y si hay libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales tiene que haber unas reglas. Si no hay unas reglas nos pasa lo que ellos denuncian: que Marruecos nos podría poner aquí tomates que no cumplen ningún control. Por tanto, alguien tiene que establecer esas reglas, y esas reglas son los organismos internacionales.


En un debate con ellos se lo pregunté: "¿Cuál es el problema vuestro con la Agenda 2030?". Y me dicen: "Que limita soberanía". No es verdad, son orientaciones no vinculantes y la han firmado 193 países con realidades muy diferentes. Si queréis hablar del cambio climático, que desde luego que es una realidad, tendréis que hablar del daño a la agricultura del plan estratégico del Gobierno, que está aplicando normas europeas que
todavía no han sido aprobadas, y que las que han sido aprobadas las aplica con una interpretación más restrictiva. "¿Cuál es vuestro problema con la Agenda 2030 entonces", les volví a decir. "Que no la hemos votado aquí". Pero, oiga, ¿hay alguna resolución de Naciones Unidas que se vote aquí? Es que en Naciones Unidas son los Estados los que están allí. A nadie se le ocurre que una resolución de la ONU la tienen que votar en Chirivella (Valencia). El mensaje es que la Agenda 2030 era el programa del Anticristo.

¿Cómo que del Anticristo? La Santa Sede no la votó, porque no es miembro, pero hay un discurso del Papa Francisco en el que dice que es un rayo de esperanza y hay una encíclica que se llama Laudato si'. ¿Cuál es el problema de Vox? ¿De los 17 objetivos cuál es el que no les gusta? ¿Acabar con el hambre?, ¿con la pobreza extrema?, ¿procurar la igualdad de la mujer? Es una reacción nacionalista en contra de la nacionalización: es volver a los estados de Westfalia, y eso no existe en el mundo.

P. Es un discurso que está haciendo fortuna en Europa. Abascal está convencido de que la ideología de Vox, la que defienden los partidos adscritos a ECR e ID en el Parlamento Europeo, es la ideología que defiende los supuestos problemas del futuro.

R. (sonríe) Sí, pero es que los españoles te piden presentes para llegar a fin de mes. Es que confiar en el futuro.

P. La inmigración, por ejemplo. El Partido Popular Europeo (PPE) en su último congreso en Bucarest viró a la derecha, precisamente, en dos asuntos: inmigración y cambio climático, argumentado que fue para favorecer la agricultura y abanderar la lucha del campo... pero, ¿está influyendo Vox en la ideología del PP?
R. Yo creo que no. Vamos a ver: negar que ha habido cambio climático es muy antiguo. Yo me acuerdo en la época de Bush Jr. que hubo un debate en el Congreso de los Estados Unidos y los republicanos acusaban a los demócratas de ocuparse más de plantas e insectos que de los terroristas yihadistas. La demócrata dijo que esto no era un problema de plantas e insectos, sino más bien del futuro del planeta. Inmediatamente después se produjo el Katrina, y Bush hizo un giro espectacular. Los negacionistas siempre han tenido trincheras, de las que se va replegando. Otra cosa es que los esfuerzos de la UE para el cambio climático deben ser paralelos y similares a los otros emisores, porque si eres tú el único que reduce las emisiones no se consigue nada. No hay que matar la gallina que da las huevos.

"Yo creo que esta legislatura va a durar cuatro años, otra cosa es que sea una no-legislatura" José Manuel García-Margallo

El problema no es la Agenda 2030, que no es normativa, será el Pacto Verde Europeo o las directrices y reglamentos que se aprueben. Por otro lado, en un furor de dogmatismo climático, también por buscar ese grupo identitario, insisto, el Gobierno de Sánchez ha aplicado normas que todavía no están aprobadas, cuando la había ha buscado la interpretación más estricta, y donde ha habido opción se han ido por la opción más dura. ¿El ejemplo clásico? Para una transición ecológica ordenada, no dañina, hay que apoyarse en el gas y en la energía nuclear. Y también se oponen.

P. ¿Cuál es su posición con Vox entonces? ¿Cree que es un país de extrema derecha? Decías antes que no veías las coaliciones, pero si el 23-J hubieran dado los números, Abascal, probablemente, sería vicepresidente
R. Hay una evidencia historia. España como cualquier otro país es un carro que necesita dos ruedas, una de centro derecha y otra de centro izquierda. Y siempre que alguna de esas ruedas ha fallado hemos tenido problemas. ¿Cuándo ha habido estabilidad? En dos momentos: en la Restauración de Cánovas y Sagasta, que supera, incluso, el 98 y que se rompe después de la Semana Trágica cuando los liberales no apoyan a Maura; y en la Transición. Y la Transición es muy fácil de entender. Uno: el protagonismo lo tuvieron dos partidos de centro, UCD y el PSOE. Dos: el respeto de tres reglas: la legalidad –cosa que no se ha hecho en Cataluña–, el consenso y la prudencia de no poner encima de la mesa aquellas cosas que no pueden ser aceptadas por la otra parte. En cuanto hemos roto esos principios y hemos ido a la confrontación, es imposible.

P. ¿Será Alberto Núñez Feijóo presidente?

R. Yo no tengo la menor duda.

P. ¿Cuándo?

R. Yo creo que esta legislatura va a durar cuatro años, otra cosa es que sea una no-legislatura, como los no-cumpleaños de Alicia en el país de las maravillas, porque aquí no se va a regular nada y no va a haber manera de sacar nada adelante con este guirigay que tienen.