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La gestación subrogada en una Ucrania en guerra: "Temimos por la vida de nuestro hijo"

Una mujer que utilizó este mecanismo para tener a su hijo cuenta que el proceso cuesta entre 50.000 y 70.000 euros, además de los numerosos requisitos que deben cumplir las familias

Una mujer embarazada que fue herida en el bombardeo a la maternidad de Mariúpol ha perdido la vida, junto a su bebé. AP Photo / Evgeniy Maloletka
Una mujer embarazada que fue herida en el bombardeo a la maternidad de Mariúpol ha perdido la vida, junto a su bebé. AP Photo / Evgeniy Maloletka.

Marta (seudónimo) es una española que por una enfermedad crónica no puede tener hijos, pero siempre tuvo la ilusión de ser madre. Ella encontró la gestación subrogada en Ucrania -uno de los pocos países europeos donde es legal- para poder cumplir un sueño que desde hace casi un año puede disfrutar en plenitud. Su hijo ahora vive con la tranquilidad propia de una ciudad en España, pero fue gestado entre bombardeos del ejército ruso.

La historia de Yulia, que fue la madre gestante del hijo de Marta, es la de una de las únicas cuatro mujeres que gestaron hijos de otras familias en territorio ucraniano ocupado por Rusia. En su caso, ella estaba en Jerson y pese a la desgracia que vivió, fue una afortunada: otra de estas mujeres fue secuestrada por los rusos en Mariúpol y fue trasladada a Crimea, desde donde logró escapar por Georgia para finalmente instalarse en República Checa. Fue ahí donde pudo tener al pequeño.

Marta nos explica cómo es el proceso de tener un hijo a través de una gestación subrogada en Ucrania. Cuenta que el país exige una serie de requisitos para catalogar como 'aptos' a la pareja que quiere tener un hijo. Primero, es necesario que la pareja esté casada y que sea un matrimonio heterosexual. Además, la mujer debe demostrar con papeles médicos en el país de origen -España en su caso- que no puede gestar un hijo. "No puede ir quien quiera", cuenta a Vozpópuli. Además, hay que pasar una entrevista con un psicólogo y depositar el material genético en Ucrania -en su caso, en Kiev-, ya que el país exige que sea una clínica nacional quien lleve a cabo el proceso. Es decir, que las agencias españolas -en su caso, Interfertility- tan solo sirven de intermediarias.

Otro punto importante es que no está permitido utilizar los propios óvulos de la mujer gestante: siempre deben ser de la madre que no puede gestar o, en caso de que sus óvulos no sean válidos, de una donante. Además, también se exige que el semen utilizado sea el del marido de la mujer que no puede gestar. Para la madre gestante también hay requisitos: debe haber sido madre ya y para repetir, tienen que pasar por pruebas psicológicas. "La gestante no quiere ser madre de ese niño", cuenta Marta, algo de lo que se cercioran los psicólogos de las clínicas antes de considerarlas aptas como gestantes.

Cuenta a Vozpópuli que el precio de una gestación subrogada en Ucrania se sitúa entre los 50.000 y los 70.000 euros. "Las que ofrecen hacerlo por menos no son de fiar", argumenta. De esa cantidad, la madre gestante se lleva entre 15.000 y 20.000 euros. La variación del precio depende de múltiples factores: si la gestante necesita una cesárea o si es necesario repetir el proceso varias veces porque falla, el coste final crece.

En el laboratorio, se fecunda 'in vitro' y se escoge al embrión de mejor calidad. Después, se busca a una gestante. "No hay un catálogo, no se elige: simplemente ellos buscan a alguien compatible". En su caso, tuvo que esperar tres meses. En agosto de 2021, por fin dieron con Yulia, con quien tuvieron una entrevista. "Fue por videollamada por la pandemia y ahí teníamos que comprobar si nos gustábamos. Al fin y al cabo, ella va a gestar un bebé para una familia, por lo que si no le gustas, ella tiene el derecho a negarse. En ese punto no hay ningún contrato firmado".

Marta desvela que si un niño viene con una malformación y la familia decide no tenerlo, tampoco se exige a la gestante a abortar. Lo que no sabe decirnos es qué sucede con ese niño, ya que quien gesta al niño también firma un documento en el que reconoce que ella no es la madre de ese bebé. Yulia se quedó embarazada a la primera, algo que "no es habitual".

Nos cuenta que cuando ella y su marido iban a viajar a Ucrania para ver qué tal estaba Yulia, Marta se contagió de covid y cuando se recuperó de la neumonía que le produjo, estalló la guerra.

Yulia era madre de dos hijos en un matrimonio en el que ambos trabajaban... hasta que llegaron los rusos

Marta quiere recalcar que las agencias -al menos, desde su experiencia- no se aprovechan de mujeres pobres para utilizarlas como madres gestantes. Para muestra, un botón: "Yulia está casada, tiene dos hijos (de 12 y 6 años). Antes de la guerra era una familia como las de aquí: ella era peluquera y él instalador de fibra óptica. Además, ha ido de forma voluntaria a una agencia". Afirma que aunque "por supuesto ha cobrado un dinero", el objetivo de esta mujer ucraniana "era ayudar".

Su situación fue algo que preocupó a Marta, porque no querían aprovecharse de una persona pobre o en exclusión social. "Tener un hijo no es un derecho, ni está por encima de todo", cuenta a este diario. De hecho, las agencias dan absoluta libertad para que los padres y la mujer gestante tengan una relación fluida sin que ellos estén de intermediarios. La única que no lo permite es BioTexCom, investigada por tráfico de menores, de órganos y delito fiscal. "Esta clínica le ha dado su mala fama a todas las demás".

Cuenta que Yulia y su familia "pasaron de todo durante la ocupación". Su marido "perdió a sus padres" y ellos casi se quedan sin uno de sus hijos "porque no había medicamentos" en Jersón. Es por este motivo que Marta les ha ayudado económicamente. "Les hemos sentido como a nuestra propia familia. Les hemos ayudado en todo porque pasaron de tener una economía normal a perder casi todo por la guerra. Nuestros familiares y amigos también se han volcado en mandarles ayuda".

Jerson estaba ocupada y Yulia seguía allí. "No sabíamos si íbamos a poder tener a nuestro niño con nosotros", relata, ya que los rusos trataron de engañarla para llevársela a Crimea junto a uno de sus hijos. Consiguieron salir gracias a que encontraron a un conductor de Nikolaev que se desplazó hasta Jerson para sacarles de allí a territorio libre. "Les ofrecimos venir a España, pero no quisieron. También les ofrecimos Polonia, pero querían estar lo más cerca posible de Ucrania".

Para el nacimiento, Marta y su marido se desplazaron a Kiev. "Estuvimos ocho días, nos conocimos en persona y lloramos mucho, nos abrazamos mucho", cuenta la madre. Asegura que habla con Yulia todos los días y que entre ambos matrimonios se ha creado una unión muy profunda. "Somos la única familia que les queda porque perdieron a casi todo el mundo por el camino. Por suerte, ellos pudieron salir".

Cuenta que aunque la historia que han vivido les ha unido mucho, es común que las familias se relacionen con las madres gestantes y que esta perdure en el tiempo. "De las personas que conocimos en la agencia y han sido padres, todos tienen relación con ella", asegura. Es por este motivo que ella defiende esta fórmula de reproducción: para ella, las mujeres que acceden lo hacen por voluntad propia y con el deseo de ayudar, además de seguir un proceso transparente que en todo momento está custodiado por los médicos.

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