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El amargo reencuentro de la 'policía política' en el juzgado

El amargo reencuentro de la policía política en el juzgado

A la brigada policial que comandó el comisario Eugenio Pino solo le faltó tener un nombre interno de esos que se ponen las cuadrillas de amigotes. Reinaron durante años en la Policía Nacional bajo el Gobierno de Mariano Rajoy y el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz (2012-2016). Varios de ellos comenzaron mucho antes a imaginarse en despachos de poder y a visitar la calle Génova cuando el zapaterismo tocaba a su fin. Luego Pino hasta le cambió las divisas al uniforme de los 64.000 miembros del Cuerpo para imponer un diseño más solemne, a su gusto. El ex director adjunto operativo llegó este martes a la sede de los Juzgados de la Audiencia Provincial de Madrid como acusado de un delito de descubrimiento de secretos, estafa procesal y falso testimonio.

Son muchos los personajes dibujados en el cine que evocan al comisario Pino, quien siempre se ha visto como el Nicholson de ‘Algunos hombres buenos’ gritándole a un abogado bisoño que no está preparado para conocer la verdad. Aunque la realidad es que su apariencia desde fuera encajaría más en el personaje de Fernando Guillén en ‘El Caso Almería’ al que un tribunal obligó a despojarse del uniforme. “Aquí no juzgamos a una institución”. Junto a Pino se sentó en el banquillo de los acusados Bonifacio Díaz, uno de esos perfectos secundarios que dan sentido a la trama. “Mi función era de apoyo para todo al director”’ le dijo al tribunal.

Servicios para Fernández Díaz

Lo cierto es que Fernández Díaz (“la Fiscalía te lo afina”) les necesitó para proteger su valla. Hubo informes elaborados ad hoc con fines políticos, trasiego de fondos reservados, reparto de embajadas, medallas y condecoraciones pensionadas y muchas palmaditas en la espalda. Eran los tiempos en los que acercarte a ellos aseguraba una carrera meteórica y plantarles cara era el camino más corto a un destino incómodo.

En su declaración, Pino dice cosas como que él estaba al frente de “una especie de Estado Mayor” con mil funcionarios. Que propuso el cese de un comisario porque “en momento determinado no fue leal” o que era capaz de mandar a un encargo a Nueva York a un mando de una unidad que no dependía de él. Recordó que cuando tuvo que declarar en la Audiencia Nacional estuvo a punto de levantarse e irse porque se dirigieron a él “a voces”.

Este primer juicio contra lo que se denominó la policía patriótica del PP será el primero de muchos. Tiene que ver con el hallazgo repentino de un pendrive en un cajón de la UDEF con información sobre la familia Pujol de origen ilícito. Casi resultaría una minucia comparado con todo lo que se ha sabido después de no ser porque pudo haber anulado toda la causa contra el clan del expresidente catalán, esta semana de 90 cumpleaños. De aquellos informes apócrifos construidos a base de recortes, estos lodos.

Sobre el pendrive, Pino solo recuerda que se lo dieron entre 2012 y 2013 y que no lo llegó a abrir porque tenía mucho trabajo. En lugar de eso se lo entregó a Bonifacio Díaz para que lo llevase a la UDEF. Sobre el origen, solo supo decir que venía de Barcelona, probablemente de la agencia de detectives Método 3 con la que habitualmente colaboraban. Cuando la Audiencia Nacional preguntó de dónde salían esos datos, causalmente la memoria electrónica apareció en un cajón.

Reencuentro de viejos amigos

Un vistazo a la lista de testigos ofrece la foto de una época en la Policía, incluidos detectives privados y el omnipresente Villarejo, uno de los protegidos bajo el paraguas de aquella dirección adjunta operativa. “Ha prestado relevantes servicios”, dejó dicho Fernández Díaz el día que afloró en la prensa la fortuna amasada por el mando policial. Su declaración como testigo está prevista para este miércoles por videoconferencia desde la cárcel de Estremera, donde se encuentra desde 2017. Se le acusa de un carrusel de delitos que van desde el cohecho hasta la organización criminal.

El juicio en la Audiencia Provincial de Madrid es el reencuentro años después de viejos amigos, hoy peleados entre sí, jubilados, enfermos o en la cárcel. Lo que en su día fueron comidas con largas sobremesas y mariscadas, ahora es una fría sala de vistas. Este grupo se disolvió en cuanto sus escándalos saltaron a la prensa y después a los tribunales. Esta es la policía patriótica que azuzó Pedro Sánchez la semana pasada en el Congreso, aunque así, ya desactivada y desperdigada, se la encontró él cuando llegó a La Moncloa.

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