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Entrevista a Manuel Vilas: "Me produce asombro la condena sin matices a Ana Obregón"

Manuel Vilas, escritor ganador del Premio Nadal, ha vencido al alcoholismo y a la depresión. Como él dice, ha mirado a los ojos a los "enemigos de la vida" y los ha retado: "El que nunca ha tenido un problema de salud mental es un psicópata"

Manuel Vilas habla para Vozpópuli sobre depresión, alcoholismo y salud mental / Europa Press.

Manuel Vilas ha mirado a los ojos a los enemigos de la vida y les ha retado. "Aquí estoy, no me vais a derrotar". Escritor, poeta, Premio Nadal, exalcohólico y exdepresivo. Atrás quedaron los días en que consumía a lingotazos los días y las noches, con el presuroso afán de envolverse en la nada y de sepultarse más y más en ella. A veces, Manuel Vilas fija su mirada en un punto reconocible solo para él. Mira hacia fuera, pero en realidad está mirando hacia dentro. Sabe que el fantasma de la depresión es el vecino con el que le ha tocado convivir, en un espacio de respeto mutuo.

Manuel Vilas huele a Guerlain y se le anticipan modos de sibarita. Viste una elegante americana blanca y rezuma elegancia a la par que dureza. Los momentos chungos que ha vivido han dejado una huella imborrable en su mirada, en su proceder, en su sonrisa. Sus gestos son de delicadeza y estrecha la mano con una suavidad extrema. Manuel Vilas ha retado a los enemigos de la vida, a la muerte, a la traición, al divorcio, y se sabe ganador.

Tras el brutal éxito de su novela autobiográfica 'Ordesa', donde rememora la vida de/con sus padres, le han seguido 'Alegría' (Finalista del Premio Planeta en 2019), 'Los besos' y 'Nosotros', que ha ganado el Premio Nadal este año. Vilas es la firma que inaugura LiterariaMENTE, el ciclo de encuentros con escritores organizado por la Fundación Manantial que profundiza en los problemas de salud mental a través de la literatura.

El encuentro tiene lugar en la Librería Alberti, un clásico de Madrid que lleva más de 40 años vendiendo libros. En la planta baja de la librería, rodeados de Freud, Herman Hesse y otros escritores malditos, Manuel Vilas atiende a Vozpópuli antes de que empiece el diálogo que mantendrá con Mercedes Navío, coordinadora de Salud Mental de la Comunidad de Madrid.

Este tuit lo escribió usted: "Ahora ya sabemos que la vida es comer con un amigo en una terraza, ir de librerías, tomar el sol, ver una película, perderte por una calle desconocida, coger un tren. Por eso, cuando la vida regrese, le pediremos menos cosas. Y tendrá sentido esto". ¿Cuánto queda de esto a día de hoy?

A día de hoy no queda mucho. Ya sabíamos que eso era uno utopía, que la vida más humilde y basada en los afectos más próximos desaparecería en cuanto marchara la pandemia. Sin embargo, sí hay un ambiente de desconfianza que se ha mantenido. No obstante, sí creo que las cosas pequeñas se han revalorizado. Es cierto que ahora hay otra escalada de consumismo y de volver a lo que había sido el mundo que yo tampoco condeno. Hay una cosa que a mí me produce gran incomodidad intelectual, que es la condena, condenar las cosas.

En la condena siempre hay una suerte de superioridad, el que condena siempre se siente superior. Por eso a mí la condena me incomoda porque me sitúa a mí desde la superioridad. Ahora, con lo del vientre subrogado de Ana Obregón, la condena ha sido trepidante, sin ningún tipo de vacilación. El tema es muy opinable, pero lo llamativo es la condena sin matices. Me produce asombro la condena sin matices a Ana Obregón.

Manuel Vilas en entrevista con Vozpópuli.

Tengo preparadas preguntas de carácter personal que me da cierto pudor hacerle porque es la primera vez que nos vemos. Sin embargo, son temas que usted ha hecho públicos y sobre los que ha escrito en sus libros. El hecho de que haya contado su alcoholismo y su depresión, ¿le sitúa en un ámbito de mayor fortaleza o de mayor vulnerabilidad?

Era más una necesidad literaria, tenía una historia y creía que había que contarla. Este país, para las exposiciones de la propia persona, es un poco peligroso. Ahora se puede hacer, hay muchos escritores que cuentan lo que ha pasado en sus vidas y lo vienen haciendo de 15 o 20 años para acá. De modo que hemos dado un paso en la idea de libertad. Pero, con todo, decir que te han pasado cosas de esta naturaleza es convertirte en una persona más vulnerable. Tienen argumentos contra ti. Aunque, de momento, no me han hecho nada.

¿Qué fue primero, la depresión o el alcoholismo?

A mí me vino todo junto. Yo pienso que lo normal en esta vida es tener crisis de angustia, depresiones, ataques de pánico… porque si nunca tienes algo de esto, en realidad, eres un psicópata. Si una persona te dice que nunca ha tenido una depresión moderada o una melancolía persistente o un ataque de pánico es que es un psicópata, por tanto el que tienes delante sí que es un loco (risas).

Si una persona te dice que nunca ha tenido una depresión moderada o melancolía, es un psicópataManuel Vilas, escritor

Con el tiempo, ¿ha podido detectar la causa de su depresión? ¿Está ahí latente? ¿Cómo consiguió superarla?

No creo que haya dos depresiones iguales porque no hay dos mentes iguales, de modo que cada uno lo va a vivir de una manera diferente. A mí me parece que la depresión en muchas personas es su manera de ver el mundo, es su inteligencia aplicada sobre el mundo. En cualquier caso, también es una intensa sensibilidad, porque reciben el mundo de manera muy intensa. La depresión también es una dislocación del cerebro, porque sus conexiones no van bien, y eso te permite conocer otras partes de la realidad. La gente depresiva, lo que hace con el tiempo, es aprender a convivir con su depresión, como dice el cantante Bruce Springsteen. Llegan a un acuerdo con la depresión y conviven con ella en una especie de pacto de no agresión. Tú sabes que ella está allí, y ella sabe que tú eres capaz de luchar contra ella. Yo reivindico la depresión como una forma especial de la inteligencia. Sé que hay excepciones, pero en muchos casos es así. Es una empatía.

La gente depresiva, con el tiempo, aprende a convivir con su depresiónManuel Vilas, escritor

Sabemos que Dios no existe, lo sabe hasta el Papa; sabemos que la vida no tiene sentido; sabemos que estamos aquí un tiempo y nos vamos sin una finalidad testada y acreditada. Ante todo eso, una inteligencia no mediocre va a convulsionar. Si convulsiona es que esa inteligencia va bien. Quien no convulsiona es como que carece de esa inteligencia. Los perros que conviven con humanos se deprimen, pero un perro salvaje no. Todo animal que convive con un ser humano se deprime porque hereda la carga existencial de su amo. La depresión es una forma de estar vivo. Me refiero a las depresiones con las que se puede convivir, las exógenas, las que se basan en la lucha con la vida. Una depresión endógena es una enfermedad muy dura que se me escapa. Tampoco soy psiquiatra…

Pero su experiencia le avala para hablar de estos temas…

Digamos que conozco a los psiquiatras. He visto a muchos psiquiatras deprimidos. Un psiquiatra de la Seguridad Social tiene tantos pacientes y tantos enfermos que atender que está peor que los que están fuera esperando que él los cure.

Usted dice que la utopía es el sentido de la vida para los jóvenes, pero que cuando uno se hace mayor la utopía es sustituida por la búsqueda de placer. ¿Cree que la búsqueda de placer solivianta el vacío existencial?

Lo afirmo. El placer en un sentido amplio, no frívolo. La palabra placer está asociada a frivolidad y no hay manera de quitarle ese estigma, cuando el placer lo es todo. Desde Freud ya sabemos que es lo que rige los comportamientos humanos y es por lo que la gente se mueve. El placer ayuda, si no a resolver el conflicto de la existencia, al menos a estar entretenido. Yo llamo placer a ver a un amigo, a dar un paseo, a ir a un restaurante y comer un plato excelente. No llamo placer a tener un yate o caballos. Hay gente con la habilidad de encontrar el placer en las pequeñas cosas. Mi padre encontraba placer en las cosas más ordinarias. Ir a tomar el vermú con un amigo era un placer inmenso. Quizá la gente debería pensar que los placeres humildes son también grandes placeres.

La gente debería pensar que los placeres humildes son también grandes placeresManuel Vilas, escritor

Cuando se habla de Salud Mental se cae en ciertos clichés que simplifican el problema. Parece evidente que hace falta más financiación en la psiquiatría pública, pero lo cierto es que hay varios factores subyacentes a la propia vida que provocan malestar en la población.

Es cierto, pero lo que ha pasado en España es positivo. Que se haya abierto esta discusión pública me parece un avance. Todo esto estaba debajo de la alfombra. Abrir las ventanas a este tema me parece maravilloso, una de las buenas cosas que le ha pasado a este país. En España hay un montón de ciudadanos con problemas psiquiátricos y psicológicos, gente que sufre mucho. Hablar del sufrimiento psíquico ya es un avance porque a lo largo de la historia la gente se lo ha comido con patatas y en soledad. Es un sufrimiento que explica los suicidios, los psiquiátricos, los manicomios, la violencia, el crimen, las cárceles...

Entonces no cree que ahora haya más problemas de Salud Mental, sino que el foco mediático es mayor.

Es fruto de avances en el terreno de la libertad. Antes la gente no lo podía decir. En el pasado no se decía porque la gente pensaba que encima de tener una depresión iba a tener que aguantar el estigma y la vergüenza, por lo que su malestar se iba a multiplicar por diez. Creo que todo ciudadano, en algún momento de su vida, va a tener un problema mental porque si no, es un psicópata. A lo mejor una persona que viva en el campo alejado de cualquier forma de estrés, un Adán, pueda pasar por la vida sin un problema de ansiedad, angustia y depresión. Pero esto no es lo normal, la gente vive en ciudades con problemas laborales, económicos, miedos, terrores, medios de comunicación, guerras… Es normal que eso repercuta en angustia y dolor.

¿Cree que el desarrollo material, capitalista, el estilo urbanita que tenemos nos hace acabar como Travis Bickle en ‘Taxi driver’? Es decir, que tenemos todo pero a la vez soportamos un gran vacío existencial.

Es mucho mejor tener que no tener, sin duda. Pero la abundancia material te puede volver loco. Hay gente que no sabe qué zapatos ponerse porque tiene 20 pares. La pobreza extrema también vuelve loca a la gente. Se trata de tener una capacidad para poder gestionar todo eso. Ya sabíamos que la pobreza te puede hacer enloquecer, porque lo habíamos visto históricamente, lo que no sabíamos es que la abundancia también. Esta quizá sea la novedad, que la abundancia sin un sentido de finalidad humana te derrota… A mí me pasa en los restaurantes cuando la gente se deja comida en el plato. Cuando veo que alguien deja medio solomillo sin comer me entra una angustia brutal porque pienso en la vaca donde estaba ese solomillo y me pregunto que para qué ese sacrificio. Si se ha sacrificado a la vaca es para que tú tengas ese solomillo, te lo comas, su carne pase a la tuya y te quedes con su energía. Eso tiene un sentido. Pero cuando la abundancia no tiene sentido y se convierte en despilfarro te puede hacer enloquecer. La acumulación de riqueza es una adicción mala.

Declaración de Manuel Vilas contra los "enemigos de la vida"

En un momento del acto en la Librería Alberti, el escritor Manuel Vilas pronunció las siguientes palabras:

"Hay que mirar a los ojos a las dificultades de la vida, una vez que las has visto, sabes nombrarlas: tú eres la muerte de mi padre, tú, la muerte de mi madre, tú, mi hijo, tú eres el amigo que me traicionó, tú, mi divorcio, tú eres la muerte que me dice que moriré y que se olvidarán de mí y mi vida desaparecerá y no habrá sido nada… Hay que nombrar de manera catártica cada una de las cosas terribles que hay en la vida y mirarles a los ojos y decirles que mi vida es maravillosa, que mi vida es un prodigio, que vivir es un misterio enorme y voy a ser feliz y voy a estar alegre porque ya os he visto, enemigos de la vida. Enemigos de la vida, ya os conozco  y os voy a ganar la partida".

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