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España

La noche en la que se cabreó Rajoy: "Hasta aquí hemos llegado"

El presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy

Rajoy salió pausado, casi a la defensiva, sin inmutarse, sin mover una ceja ni siquiera en una de las casi decenas de veces que Pedro Sánchez le mentó a Rato. No iba el candidato del PP a darle cuerda al asunto de la corrupción. Lo dejó pasar como el torero a un bicho que no le interesa, al que no le va a cortar orejas. Pero toda esa sofrosina, esa actitud casi inerme, se evaporó cuando Sánchez sacó de nuevo a Bárcenas, ya después del descanso, y esta vez sin anestesia. E incurrió en la gran machada, el gran error. Acusó al líder del PP de "no ser una persona decente". Rajoy se enfadó. De verdad. Rajoy se enfureció como nunca se le había visto hasta ahora. "Hasta aquí hemos llegado". Y empezó el contraataque, feroz y sin aliento: "Yo soy un político honrado, con mis declaraciones de la renta a disposición de todo el mundo, no me dedico a la política para ganar dinero. Mire usted, yo soy honesto y no le acepto que ponga en cuestión mi honorabilidad. Mire, usted va a perder y eso no es grave, tanto González como Aznar y yo mismo hemos perdido dos veces. No pasa nada. Pero esa afirmación le perseguirá toda su vida porque es una afirmación ruin, miserable y mezquina. No he cobrado sobresueldos y si tuviera cuajo y personalidad habrían presentado una moción de censura, pero está desesperado". Rajoy repitió lo de "ruin y miserable" media docena de veces. Al líder del PP, quedó bien claro, al presidente no se le toca la honorabilidad, ni con Bárcenas ni con Gürtel de por medio. Al menos, en ese tono.

Y el debate bajó de nivel, si es que ello fuera posible. Se embarró, se embroncó, se convirtió en un rifirrafe de acusaciones, ataques personales, reproches. Hasta llegó Sánchez, muy agresivo, a airear lo que cobra y deja de cobrar, los sueldos, que resultó al final que percibe, como líder de la oposición, por cierto, una mayor soldada que el propio presidente. Sánchez, como un defensa central sin freno, se lanzó a por el tobillo del contrincante, no sólo para lesionarlo, sino para retirarlo de la circulación para siempre. Rajoy se mostró, en este trance, demasiado humano. Le funciona mejor su tono templado y distante. En la refriega es duro, implacable, pero se le olvida su mejor arma: la ironía sarcástica, la displicencia corrososiva... Fue ese el momento crucial de la noche y, a partir de enotonces, el tono sería abrupto, más centrado por Sánchez en desacreditar al adversario que en plantear soluciones o problemas. Y Rajoy, a la defensiva, pero sin dejar pasar ni una. "Usted miente", "usted falta a la verdad", "está diciendo falsedades". El respeto inicial se había evaporado. Y el espíritu constructivo, más aún. El pulso se tabernizó. Ese era el terreno que buscaba el aspirante, lejos de quien aspira a ganarse la imagen de hombre de Estado. 

Rajoy reclamaba a Sánchez que dijera la verdad y éste respondía con el latiguillo de recortes, como un tertuliano mal enseñado

El diálogo luego, sobre Cataluña y otras cuestiones de importancia, como la reforma constitucional, la integración europea o el problema de los refugiados se prolongó como si fuera un trámite. Sánchez seguía insistiendo en que Rajoy 'miente', latiguillo rubalcabiano donde los haya. Y Rajoy le abofeteaba con algún dato, alguna ley, algún pellizco de realidad y muchos argumentos razonables. Rajoy colocaba una y otra vez en su sitio a Sánchez: el representante del partido que a punto estuvo de arruinar a España. Y el líder del PSOE insistía en la desacreditación y hasta la ofensa, aferrado a latiguillos ("usted está a las órdenes de Merkel", "usted no quería refugiados"...) y otras afirmaciones imposibles.

Antes del momento del gran choque, diversas 'afirmaciones curiosas' de Sánchez sobre el 'Estado del bienestar' habían sido respondidas por Rajoy con más datos, sobre dependencia, pensiones... "¿Cómo habla de pobreza energética si ustedes aumentaron el 76 por ciento el precio de la luz? Mantuvimos el pago a pensionistas, desempleados, ayuda a los menos favorecidos... aquí había 16.000 millones de impagos a la sanidad que dejaron ustedes". A la idea política educativa que plantea Sánchez, respondía Rajoy con algo elemental: "No he roto ningún pacto educativo, lo rompieron ustedes al liquidar en 48 horas una Ley de Educación que derivó en las mayores tasas de fracaso escolar de la historia". Nunca hubo un pacto educativo, "ustedes hicieron por decreto lo que les pareció oportuno. No se pueden mejorar las políticas sociales cuando se han destruido las arcas del Estado".  

España es una especie de nación tercermundista, según la descripción del candidato del PSOE, en la que más de cien mil dependientes han fallecido a la espera de recibir la ayuda del Estado, que incluso mostraba una carta de una señora de Valladolid. Un caso hiriente. La respuesta de Rajoy: gasto de dependencia, tuvimos nosotros que pagar a los cuidadores porque dejaron una deuda que lo hacía imposible. "Aumentamos las prestaciones a la dependencia en un 50 por ciento. Hay más de 700.000 personas atendidas y hemos reducido las listas de espera en más de la mitad". El líder del PP reclamaba a Sánchez que dijera la verdad, y éste respondía con el latiguillo de recortes, como un tertuliano mal enseñado. 

Derechos sociales

La pugna sobre las pensiones y atención a los mayores era territorio favorable para Rajoy, que no las congeló, en contra de lo que hizo Zapatero, la gran losa para Sánchez durante el debate. "Usted utiliza muchos datos", le reprochaba Sánchez, ante la catarata de cifras con las que arremetía Rajoy. Sánchez repetía eslóganes, Rajoy proponía la política de crear empleo, 'que es lo que ustedes no saben'. Y así, el bucle. "Usted no ha explicado qué va a hacer para crear empleo", insistía Rajoy ante la ausencia de iniciativas planteadas por el candidato del PSOE. "Ustedes prometen mucho pero nosotros tenemos que venir a pagarlo", decía el líder de PSOE. Y volvía Sánchez al rescate y Rajoy al no-rescate. Un barullo escasamente ilustrativo, un lodazal dialéctico. 

Y volvía Sánchez al rescate y Rajoy al no-rescate. Un barullo escasamente ilustrativo, un lodazal dialéctico

"¿Pero qué he hecho yo para recortar los derechos de las mujeres para ser madres?", apuntaba algo molesto Rajoy. "Es una acusación grave que no sustenta en datos". "Me parece intolerable, no explica porqué y lo deja ahí" decía el líder del PP. "¿Por qué quiere confrontar conmigo en un tema como el de la violencia de género, si estamos todos de acuerdo y yo no he recortado nada?", se quejaba Rajoy, pidiendo sensatez a un Sánchez que apretaba, que interrumpía, que no dejaba hablar, que seguía con la consigna de la reforma laboral, y Rajoy vuelta a los tres millones de parados del PSOE. Rajoy se alteró con ese ataque, incluso perdió la serenidad en tanto que Sánchez aparecía más pausado.

Sacaba pecho Sánchez sobre la reforma de la financiación económica y Rajoy le respondía que fue iniciativa de Zapatero. Salió el voto rogado, y recordaba el líder del PP que lo había aprobado el PSOE. Y así, una tras otra, Rajoy enfrentando a Sánchez con su incómodo pasado. No podía avanzar el candidato socialista y recurría a las acusaciones. A veces, algo fuera de lugar. Y otras, levemente disparatadas. "¿Sabe usted cuántas personas reciben una prestación en España?", inquiría Rajoy. Y Sánchez: "Ha crecido el empleo de baja calidad". Y la demagogia de los impuestos amables para las grandes corporaciones. "Eso es mentira, habría que tener algo de nivel y no tanta demagogia", comentaba, ya algo saturado el presidente del PP. Y para acabar: "Le agradecería que no me atribuya lo que no hice". Ataques sin base, respuestas, ya al final, algo fatigadas. Y fatigosas. 

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