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Los datos que preocupan a Sanidad: ¿Las bebidas energéticas fomentan las 'pellas' y los suspensos?

El creciente consumo de bebidas energéticas en jóvenes afecta directamente a su comportamiento y rendimiento académico

Los datos que preocupan a Sanidad: ¿Las bebidas energéticas fomentan las 'pellas' y los suspensos?
Alumnos de un instituto en clase. EFE/ Ismael Herrero

El consumo de bebidas energéticas en España ha ido en aumento en los últimos años, especialmente entre los jóvenes. Los adolescentes y los adultos menores de 30 años son, por norma general, los que más consumen regularmente este tipo de refrescos para mejorar el rendimiento físico y mental o como una moda. Sin embargo, este aumento en el consumo ha generado preocupaciones sobre sus posibles efectos negativos para la salud, como problemas cardíacos, trastornos del sueño y dependencia de la cafeína.

Sus efectos no solo repercuten a la salud, también existe una posibilidad de que afecte al comportamiento de diversas maneras. Debido a su alto contenido de cafeína y otros estimulantes, estas bebidas pueden provocar un aumento temporal en la energía y la alerta, lo que lleva a un comportamiento más impulsivo, agitado o hiperactivo.

Además, el exceso en el consumo de estas bebidas puede contribuir a problemas de sueño, irritabilidad y dificultades para concentrarse. Por estos motivos, los expertos apuntan que las personas con 'adicción' a la cafeína tienen un mayor riesgo de conductas como el consumo de alcohol o drogas, y puede acabar influyendo en el rendimiento académico y laboral.

Según un estudio que ha realizado el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), las bebidas energéticas tienen un gran impacto en estudiantes de 14 a 18 años. Los resultados indican que casi la mitad de los estudiantes han tomado bebidas con alto contenido en cafeína como Red Bull, Monster, Coca Cola o Energety en los últimos 30 días. Siendo dominante el consumo en los chicos (50,7%) que en las chicas (39%).

En el caso de los chicos, el consumo es más elevado en todas las edades estudiadas, observándose el pico más alto a los 17 años, con una ligera disminución a los 18. Mientras que en las chicas, la tendencia es distinta: el consumo alcanza su punto máximo a los 15 años y a partir de ahí se observa una caída notable que recupera fuerza a los 18 años.

El OEDA indica que los estudiantes que han bebido bebidas energéticas en los últimos 30 días, sacan peores notas, por lo que son más propensos a repetir curso y hacen más pellas que el resto de estudiantes que no han consumido estas en el último mes. Estas diferencias son todavía mayores si las bebidas energéticas se han consumido mezcladas con alcohol.

No solo se puede observar en el rendimiento académico, el consumo de estos refrescos también se puede analizar en las salidas nocturnas. Aquellos que han bebido salen dos o más noches a la semana y regresan a altas horas de la madrugada y disponen de más dinero para gastar en su vida social.

Sanidad recalca los factores de protección frente al consumo de bebidas energéticas

Entre las actividades que parecen proteger a los estudiantes jóvenes contra el consumo de bebidas energéticas (o su combinación con alcohol) se encuentran la lectura de libros o la práctica de hobbies cómo tocar un instrumento musical o practicar algún deporte. Aquellos que practican estas actividades tienden a tener una menor prevalencia de consumo de bebidas energéticas en comparación con aquellos que no las realizan.

Otras dinámicas que pueden prevenir el consumo de bebidas energéticas incluyen participar en actividades artísticas como pintura o actuación, pasar tiempo al aire libre y en contacto con la naturaleza, practicar técnicas de relajación como yoga o meditación, pero sobre todo, una buena rutina de sueño. Dormir bien es esencial y un punto clave a la hora de prevenir tener que recurrir a esas bebidas.

Está comprobado que adoptar hábitos saludables y mantener un estilo de vida equilibrado no solo beneficia la salud física y mental, sino que también influye positivamente en el comportamiento, reduciendo la posibilidad de recurrir a malos hábitos y consumos. Un estilo de vida organizado y saludable disminuye las tendencias hacia el consumo de bebidas energéticas.

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